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Carlos Cruz-Diez fue uno de los impulsores del movimiento cinético en Venezuela | ©Photo courtesy of Articruz

El maestro Carlos Cruz-Diez hizo de todo. Su obra, en la que el color es un elemento interactivo, se encuentra en museos, y también se integró al espacio público. Pero faltaba algo más. A sus 94 años de edad, el artista plástico se enfrentó a su último reto creativo: liberar el color de la forma. Una búsqueda incesante que recoge el documental Free color (2020), dirigido por Alberto Arvelo (Libertador), con guion de Leonardo Henríquez y que se exhibe fuera de la competencia en el Festival de Cine Venezolano, en la plataforma del Trasnocho Cultural.

El director siempre había querido realizar un documental sobre el maestro del color, pero fue su hijo Jorge Cruz, quien falleció durante el desarrollo del proyecto, y su nieto Gabriel, quien también funge como productor, quienes impulsaron el filme, que se estrenó en enero en el Festival Internacional de Cine de Palm Springs, en California.

Free color (2020)
Alberto Arvelo
Guion de Leonardo Henríquez
Género documental
67 minutos

Proyección: del 11 al 23 de septiembre

Entradas en Trasnocho Cultural

Henríquez y Arvelo ya habían comenzado el proceso creativo cuando conocieron esa obra imposible, una obsesión de Cruz-Diez que data de la década de los años 70 y que no había podido llevar a cabo. Es el color en el espacio, sin forma, sin soporte, casi en estado gaseoso. “Es la culminación de mi discurso”, indica el maestro en el filme.

“Nosotros al escucharlo hablar supimos que habíamos encontrado lo que estábamos buscando”, dice Arvelo desde Los Angeles. El rodaje se llevó a cabo desde octubre de 2016 hasta finales de 2018, con un equipo muy pequeño y limitado, entre París, donde estaba residenciado el artista, y en Articruz Panamá, el atelier del maestro en la capital panameña.

Entrevistas con sus familiares, hijos, nietos y trabajadores de su taller, se entremezclan con conversaciones de Cruz-Diez con el actor Edgar Ramírez y muchísimo material de archivo de la familia, preservados y organizados. “El maestro siempre amó el cine, de modo que tanto él como sus hijos Jorge y Carlos registraron buena parte de su vida con una cámara Super 8 y una 16mm. La exploración del documental nos llevó a tesoros familiares que transformaron buena parte del documental. A medida que aparecían nuevos archivos Leonardo, resarciría el guion”, explica el director.

Se muestra la obra del maestro, su forma de trabajar -siempre colaborativa y en familia- y, como a su edad, aún se reunía con científicos a distancia para intentar llevar su última gran obra a cabo. Nascuy Linares y Devendra Banhart son los responsables de la música, y Nella Rojas interpreta una pieza del director Gustavo Dudamel.

—¿Qué pensó el maestro cuándo le comentaron que querían documentar su inquietud?
—Trabajar con la idea obsesiva de un artista de esta dimensión es una enseñanza, una enseñanza de disciplina, de perseverancia, de intuición, de serenidad, e incluso de humor. A Cruz-Diez le emocionó desde el inicio la idea de enfocar el documental en esa obra particular, en esa vieja obsesión.

—¿Cómo fue trabajar con el maestro?
—La primera palabra que se me ocurre es divertido… fue esencialmente divertido.

—En su filmografía ha dejado registro de momentos y personajes importantes Tocar y luchar, sobre el sistema de orquestas, y otro sobre Gustavo Dudamel, titulado Gustavo Dudamel: El sonido de los niños. ¿Siempre había querido trabajar con el maestro Cruz-Diez? ¿Por qué?
—Crecí viendo obras de Cruz-Diez, como la gran mayoría de los venezolanos. Con el tiempo estudié historia del arte, y Cruz-Diez se convirtió en algo mucho más profundo que una vieja admiración infantil o un referente cultural. Cuando surgió la idea de hacer un documental sobre él, sentí que narraba también una parte de mi vida.

El actor Edgar Ramírez y el maestro Carlos Cruz-Diez en su atelier en París | ©Photo courtesy Atelier Cruz-Diez

—¿Qué significa para usted, que ha documentado momentos importantes de la cultura venezolana, haber participado en este proyecto?
—Es un honor. No he hecho más que agradecerle a la vida que nos haya regalado la posibilidad de haber convivido con un ser humano como Cruz-Diez en sus últimos años de vida.

—Al final de la cinta indican que el maestro fallece cuando estaban aún realizando el documental ¿Él llegó a ver algo del resultado final? ¿Cómo marcó su muerte el curso del documental?
—Hicimos el documental con el maestro en vida y todo lo que narramos fue concebido junto a él. Su partida nos sorprendió justo al final de la postproducción, mientras terminábamos el sonido. El maestro tuvo la oportunidad de ver la película completa. Ese día nos llamó de París, estaba profundamente emocionado y sacudido. Fue la más hermosa confirmación que pudimos recibir.

—¿Qué retos supone concluir la obra de un artista que no está para acompañar ese proceso?
—El maestro estuvo muy cerca del documental, entre otras cosas porque amaba el cine, de modo que amaba estar cerca de nosotros, involucrándose en todo lo que hacíamos. Cruz-Diez nos acompañó hasta el final del proceso creativo del documental, todo lo que mostramos fue validado creativamente por él. Tal vez el mayor reto fue hacer una película sobre algo tan abstracto como liberar al color de la forma, sin que el documental fuera un manifiesto de tedio.

El director Alberto Arvelo y el maestro Carlos Cruz-Diez | ©Photo courtesy of Articruz

Free color estuvo en Miami Film Festival, Palm Springs International Film Festival, ¿qué otros festivales están planificados para proyección? ¿Cómo ha sido la recepción?
—El documental se estrenó en Palm Springs, la crítica que recibió la película fue conmovedora, igual que la reacción del público. Nos emocionó especialmente la conexión que generó en aquellas personas que no conocían la obra y el legado del maestro. Se hizo también un estreno en el Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles. Free Color se mostrará por ahora los festivales de Seattle, Minneapolis y Scad. Será mostrado también en funciones especiales en Madrid y Barcelona en los próximos días.

—¿El documental es también una manera de acercar a nuevas generaciones a la obra del maestro?
—Totalmente, no sólo a la obra de Cruz Diez, sino a su mensaje familiar, su mensaje de inspiración y persistencia.

—¿Qué aprendió del maestro y su obra una vez concluido el rodaje?
—Aprendí que las obsesiones creativas más poderosas pueden tomar muchos años o toda la vida para llevarse a cabo.

—Usted me decía que estaba en medio de una semana intensa de escritura. ¿Hay algún proyecto en desarrollo del que pueda hablar?
—Estoy escribiendo una novela. La literatura es algo que no ha dejado de llamarme a la puerta. La pandemia me dio el tiempo de volver a ese viejo afecto.

—¿Hay otros personajes de la cultura venezolana cuya obra quisiera documentar?—Me encantaría documentar la obra escultórica y textil de mi madre, Solange.

—¿Cómo ha llevado el confinamiento por la pandemia en Los Ángeles?
—Ha sido difícil, como en todos los rincones del mundo, pero nos hemos tomado la pandemia para esas cosas que nunca pudimos hacer, como escribir.

—Hay una entrevista con la agencia de noticias EFE que señala, ya hace tiempo, quería realizar una película sobre Picasso y la creación de su cuadro más famoso: Guernica ¿En qué estado se encuentra el mismo?
—Ese proyecto sigue allí. Espero que algún día pueda realizarse… Cruz-Diez nos regaló también que la paciencia es una de las más importantes verdades del artista.

—Eres un director que lleva activo desde los años 80, también como guionista y productor…  ¿Cómo mira al cine venezolano de los últimos 20 años? ¿Qué obra destaca?
—El cine nacional ha crecido mucho en densidad en las últimas décadas. Nuestros realizadores han evolucionado y las historias que narramos, desde lo local, han encontrado un discurso cada vez más sólido y universal que está despertando el interés de otros públicos. Tengo especial afecto por Pelo malo, de Mariana Rondón, una película íntima, compleja, profundamente humana e impecablemente realizada.


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