Andrés Parra

Sí, sí, la actuación es un asunto muy serio. Al menos para él. Por eso cuando le llegó el video viral a través de su cuenta en la red social Twitter, a Andrés Parra lo atrapó de inmediato. Lo vio semanas atrás, dice, y se quedó pensando en cada una de las palabras que le responde Orson Wells, el actor estadounidense, director, productor y, en definitiva, Dios del Olimpo de Hollywood, a Bernard Braden para la CBC (Canadian Broadcasting Corporation) en una entrevista que data de 1960.

Para que se entienda mejor el contexto: Braden le pregunta a Orson Wells si «alguna vez contrató a un amigo en lugar de a la persona adecuada para un papel». A lo que el genial realizador de Ciudadano Kane responde sin pudor (y se entiende entonces la viralización del contenido en las redes): «Frecuentemente (…) Y lo volvería a hacer, porque no considero que el arte sea lo más importante».

Pero es aquí cuando Parra, el actor colombiano catalogado como uno de los más importantes de su país luego de interpretar al narcotraficante Pablo Escobar en la serie El patrón del mal (2012) y al expresidente Hugo Chávez Frías en El comandante (2017), cierra filas por su oficio y, tras reflexionarlo una y otra vez, decide más bien situarse en la acera contraria: «Digamos que si soy muy amigo tuyo, pero tu propuesta en general no me hace ‘clic’, yo en cambio no pondría la amistad por encima del proyecto. Prefiero que sigamos siendo amigos», se ríe, pero sin perder el rictus de quien expone algo serio. Muy serio.

Parra, que ha hecho chanzas en su cuenta de Instagram acerca de cómo llorar frente a las cámaras sin tener que recurrir a la técnica de Lee Strasberg, le apuesta todo una vez más a la pasión que comenzó a cultivar en la década de los años ochenta en la Escuela de Formación de Actores del Teatro Libre. La misma pasión que le ha entregado a su más reciente protagonización: la miniserie El robo del siglo, que se ha posicionado entre las más vistas en América Latina de la plataforma de Netflix.

Producida por la empresa Dynamo, la miniserie de seis capítulos pone la lupa sobre un suceso real ocurrido en Valledupar, ciudad del norte de Colombia conocida como la capital del vallenato, el 26 de octubre de 1994: el robo al Banco de la República.

Un atraco en el que los asaltantes, comandados por Benigno Suárez Rincón y Alexander Flórez Salcedo, lograron saquear y repartirse la suma de 24 millones de pesos, esto es 33 millones de dólares para aquel entonces, el monto más alto que se haya robado jamás en una institución bancaria en la historia. Y Andrés Parra le da vida precisamente a uno de los cabecillas de tal fechoría, a alias «El Chayo» en la serie, junto con otros dos grandes histriones de su país: Christian Tappan y Marcela Benjumea.

«La de ‘El Chayo’ es una historia que yo encuentro muy particular, porque es un hombre que se va de su casa y se cría en la calle. En la calle descubre que el mundo del hampa, el mundo de la delincuencia, también tiene categorías; y que uno puede ser un hampón y ser un alto ejecutivo del robo. Y él decide tomar ese camino», esboza Andrés Parra una primeras características acerca de su rol.

«Es un personaje basado en un hombre real, que de verdad logró dar golpes importantes no solamente en Colombia. Entiendo que dio otro en México, que intentó robar catedrales, museos, joyerías y galerías. Eso me llamo mucho la atención, porque hay casi una organización corporativa del robo, que es a lo que se dedica justamente este tipo de gente: a dar golpes limpios, sin sangre, sin violencia… porque es más bien una cosa ejecutiva», agrega.

Andrés Parra en la piel de Pablo Escobar

No fue nada de ello, advierte sin embargo el actor caleño de 43 años de edad, lo que realmente lo atrapó primero de El robo del siglo.  «Para que un proyecto me seduzca son muchas las cosas que tienen que pasar, y no necesariamente las mismas siempre. Yo a veces escojo un proyecto por una razón, y otras veces por otra. En este caso hay una anécdota muy linda: Yo estaba en inmigración, haciendo la cola para entrar a Bogotá. Venía de Chile de hacer El presidente, la serie acerca del escándalo de la FIFA (Federación Internacional de Fútbol), recibí una llamada e inmediatamente me conecté con el proyecto, porque tenía muchas ganas de volver trabajar en Colombia, y en mi acento. Dije: ‘Qué rico un proyecto en el que no tenga que preocuparme tanto por la forma sino un poco más por el fondo’. Y me parecía increíble la historia del robo. A mí se me había olvidado ese suceso, y estaba de acuerdo con que había que contarlo. Pero además, en ese momento me dijeron: ‘No sé qué pienses tú, Andrés, pero estamos pensando en convocar a Christian Tappan’. Y me acuerdo que colgué esa llamada y de una llamé a Christian. Ni siquiera lo saludé, lo comencé a insultar y le dije: ´Hermano, usted tiene que aceptar este proyecto’. Él quedó loco, pues no tenía ni idea de qué le estaba hablando. Él es un actor que trabaja un montón y lograr que tuviera tiempo es bien complicado. Tiene mucho más trabajo que yo. Y lo logramos, sin importar que nos pusiera a todos a actuar los domingos a las 3:00 de la tarde, pero a él se lo perdonamos», se ríe nuevamente.

Para construir el personaje de «El Chayo», explica Parra, se vio obligado a ajustarse una peluca, pero sobre todo tuvo que reflexionar acerca de la personalidad dual de este bandido que llegó a reunir a una treintena de personas para cometer su más grande pillería.

«Yo normalmente no parto de la forma. Al final, la peluca es una decisión que tiene más que ver con cómo eran los pelos en los noventa. Y ahí hay más una propuesta de dirección y de nuestra maquilladora, que hizo un trabajo fenomenal. Como te dije: Yo venía de hacer la serie El presidente en Chile y, aunque tampoco es que tenga mucho pelo, llevaba la cabeza totalmente calva porque así lo requería el personaje. Y entonces ella dijo: ‘Venga, pongámosle a este tipo un pelo frondoso. Aprovechemos ese hueco y metemos ahí un peluquín que se junte con el de él’. El asunto es que a mí me cuesta mucho trabajo los personajes de ficción, porque digamos que con ellos no tengo muy claro un punto de partida. En cambio con los personajes históricos…», apunta el actor, quien acto seguido intenta explicar cuál es la base de su método actoral.

«Me voy a meter en su rancho para explicarlo: Cuando me confirmaron que haría de (Hugo) Chávez, sabía qué libros tenía que empezar a leer, qué tenía que buscar en Internet. Tenía la ruta, pues. Sabía que necesitaría un coach de acentos, porque estaba claro de que el tipo hablaba desde un sitio. Pero con ‘El Chayo’ casi no tenía información. El punto de partida fue entonces ver cómo lograr que a este personaje se le notara que había estado en la calle, y que se le notara, además, que llevaba una doble vida. Porque yo siempre lo vi como un tipo con dos caras, que se comportaba de una forma en la bóveda con su banda de ladrones, y se comportaba de otra muy distinta con su esposa y su hijastra. Esa dualidad era para mí el problema de este personaje que me retó mucho por eso mismo. Como te dije: Yo con los personajes de ficción me siento muy inseguro. Y por eso me agradaba mucho ver a Marcela (Benjumea) y a Christian (Tappan), que fue con los que tuve mucho más contacto durante el rodaje, con esa  tranquilidad y con ese respirar. Fue muy bonito ver a Christian, que es un actor que ya maduró, uff; y a Marcela, que hace rato que lo hizo. En cambio yo no he llegado a allá. Yo siento que soy como el chiquito del trío, el que todavía está ahí con ciertas torpezas, pero sigue intentándolo».

Un hombre de terror

Y aunque Andrés Parra no se confiesa particularmente fanático del género de acción, jura haber quedado gratamente satisfecho con la factura final de El robo del siglo y, por supuesto, con las reacciones de los espectadores. «Mi género es el terror, curiosamente. Soy más de El conjuro, El exorcista, Freddy Krueger y Chucky, pero claro que sí he visto películas como Tarde de perros. Esta serie tenía además un ingrediente adicional: que podía ser también una roadmovie en los términos del traslado del dinero desde Valledupar hasta  Bogotá, sólo que al final no hubo mucho de eso. Pero quiero decir que esta producción me llena mucho de emoción sobre todo porque siento que revela la madurez audiovisual a la que está llegando Colombia. Me parece que este proyecto sobre todo le pertenece a todo el talento que está detrás de cámaras: al departamento de arte, al de vestuario, el de maquillaje, el de sonido, de utilería, a los foquistas, los microfonistas, los camarógrafos, los directores de ambientación. Creo que esta serie revela que Colombia tiene un talento increíble detrás y eso me tiene a mí muy emocionado. Digamos que me gusta hacia dónde estamos yendo, porque ya de verdad no tenemos nada que envidiarle a otro país. Lo digo sin pudor y sin vergüenza: La serie está muy rica».

¿Qué viene después del exitazo de El robo del siglo? Andrés Parra no lo sabe bien. ¿Acaso meterse en la piel del expresidente Álvaro Uribe, acusado por fraude y soborno y sentenciado a casa por cárcel en agosto de 2020? Él dice que no.

«Noooo. Va a tomar mucho tiempo hacer algo sobre política en Colombia”, respinga Parra, quien entonces se anima a ventilar algunos de sus planes. “Había un proyecto en Argentina, pero esto del covid-19 lo ha cambiado todo, y entonces lo que hago es que todos los días hablo con Walter Mercado para ver si me permite interpretarlo. Lo invoco, le rezo, le prendo velas… y si se me hiciera ese milagro, yo sería muy feliz. Vamos a ver si a alguien se le ocurre hacerlo (el guión de una serie o una película). Yo estoy aquí totalmente dispuesto».

En El comandante Parra le dio vida a Hugo Chávez

Y segundos más tarde, agrega: «Te voy a decir la verdad: Yo soy fan de Walter Mercado desde que era niño. Mis hermanos se radicaron hace muchísimos años en Estados Unidos y nosotros veíamos el canal 23. Eran los años ochenta y la primera vez que vi a Walter Mercado quedé loco. Y tienes toda la razón…Uno de los motivos es sin duda el vestuario, ponerme esas capas. El día que murió, pensé: ‘Dios mío, es lo mismo que cuando se me murió Juan Gabriel’. Y de repente Netflix aparece con el documental y ahí sí dije:’!Oh, mygoodness!’. Encuentro que su historia es muy poderosa. Ya hay hasta antagonista ahí… está todo servidito. Yo me imagino que si Walter estuviera vivo, querría que lo hiciera Brad Pitt y no yo. Pero aprovechando que ya no, de pronto me dan el chance a mí».

-Volviendo al tema de la actuación. Semanas atrás publicó en su Instagram cuál es su secreto para llorar frente a las cámaras: poner mentol en sus ojos antes de la escena.

-Me encanta el tema. Sí, esa es mi postura. Es casi una postura política. En Estados Unidos se dio el fenómeno, no hace muchos años, de la técnica Strasberg, que era la técnica que invitaba al actor a destruirse para poder hacer un personaje. Por otro lado, estaba la técnica de Stanislavski o ‘Andresiana’, que permite al actor tener una técnica personal que le ayude a transmitir emociones sin necesariamente comprometerse con esas emociones y empezar a sufrir y angustiarse. Yo soy un actor más de la técnica. A mí me gusta mucho aferrarme a la trampa, al truco, al efecto. Quien se tiene que emocionar al final del día es el espectador… no necesariamente el actor, lo cual no quiere decir que yo en el ejercicio actoral no me emocione, porque puede ocurrir. Pero mi  ‘Stanislavski en frasco’ es una invitación más bien a qué podemos hacer los actores cuando la emoción no llega. ¿Podemos imitarla? ¡Claro que la podemos imitar! Y aquí hago una pequeña confesión personal: Yo no sé llorar. Y en eso el video de Instagram es totalmente real: Yo no tengo ni idea de llorar. Por eso siempre cargo mi frasquito, me lo echo en los ojitos, hago la cara de llanto, y vamos para adelante. Y digo que es una postura porque no me gusta que un actor sufra a la par que su personaje, creo que no tiene sentido. Los actores también tenemos familia y no podemos andar por la vida deprimidos, histéricos o matando gente porque nuestro personaje es un asesino. Sí, estoy siendo exagerado, pero esa es mi postura política. Y me ha dado problemas porque mis colegas se sienten absolutamente ofendidos de que yo sea tan inmoral de echarme algo en los ojos, pero que me disculpen…

-De modo que ni pensar que usted es de esos que «se llevan los personajes a la casa»…

-Es que lo que digo es que los actores son un gremio jodido. Al actor le gusta mucho posar de actor y decir: ‘Soy actor’. Yo recuerdo que un colega mío comentaba: ‘Es como si usted estuviera casado con una piloto o una sobrecargo de avión y al llegar a su casa comenzara a hacer señas. Es como si fuera dentista y llegara a casa haciendo el ruido yshhhhhhhhh’ –Andrés Parra imita el ruido de una turbina odontológica-. Lo que hay es más bien que llevar al actor a terapia para ver qué es lo que está pasando ahí, porque eso de verdad no es normal.


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