Con la palabra fortaleza describe el momento que está viviendo. Ese en el que ha ido aprendiendo a reconstruirse luego de una separación, un proceso migratorio, una nueva ciudad y una relación sana y madura. Ana María Simón, a sus casi 50 años de edad, ha entendido que es responsable de todas sus decisiones y eso incluye atreverse a dar un salto al vacío para cumplir sus sueños aunque implique salir de su zona de confort. En eso, justamente, es lo que más se parece a su nuevo personaje, Carlota, con el que llega a Caracas el 14 de septiembre.

Sin cuenta, su nuevo monólogo, es uno de los mejores regalos de cumpleaños que le pudieron obsequiar. Se lo hizo Indira Páez, quien, además de ser la escritora de la obra, es su comadre. Le dio la noticia en su cumpleaños 49 y lo que más agradece es que lo estrena justamente cuando celebra 50. También agradece que es el proyecto que le permite volver a Venezuela luego de nueve años separada del público del país, ese en el que quiere seguir trabajando porque no tiene dudas de que siempre será una opción en su vida.

«La razón por la que vuelvo ahora es porque tengo un proyecto que presentar. Yo estoy radicada en Madrid desde 2018 y quería regresar con un proyecto nuevo a Venezuela. Me parece maravilloso presentar mi monólogo llamado Sin cuenta el año de mi cumpleaños número 50 en mi país. Venezuela es un sitio al que siempre querré volver y al que no había regresado antes porque no había un proyecto que me llevara a visitarlo», dijo Simón.

A sus 49 años de edad asegura que el balance es muy positivo. Ha vivido todo lo que he querido y ha podido vivir. No se arrepiente de nada. Eso sí, le gustaría vivir 50 años más porque no le teme al paso del tiempo. Lo único que le preocupa es tener a los suyos al lado y siempre con salud, con dinero y amor.

—¿Desde cuándo no iba a Venezuela? ¿Por qué este regreso ahora?

—No voy a Venezuela a trabajar desde 2015. Tengo ocho años fuera de Venezuela. Es verdad que fui en 2019 en un viaje muy fugaz, pero por un tema de una emergencia familiar con mi mamá. No fue un viaje de reencuentros ni de proyectos. Fue meramente personal y no pude ver nada de mi país. La razón por la que vuelvo ahora es porque tengo un proyecto que presentar. Yo estoy radicada en Madrid desde 2018 y quería regresar con un proyecto nuevo a Venezuela, y tengo ya un año y algo preparando un monólogo y esa es la razón por la que vuelvo ahora. Porque se abrieron todos los caminos para presentar en el Centro Cultural BOD y porque me parece maravilloso llevar mi monólogo Sin cuenta el año de mi cumpleaños número 50 a mi país.

—¿Tiene muchas expectativas con este regreso o va esperando que el país la sorprenda?

—Yo creo que uno se puede manejar entre dos aguas. Es decir, obviamente y es humano tener expectativas, pero también he entendido con los años que mientras más tranquila y bajas son tus expectativas, más te sorprendes cuando ocurren las cosas. No por ello no vas a tener planes, no vas a hacer agenda o no vas a pensar en el futuro, pero también es cierto que uno se deprime cuando piensa en el pasado y uno se angustia cuando piensa en el futuro; y yo no me quiero angustiar. Yo quiero vivir el día a día, que cuesta mucho. Vivir el aquí y el ahora cuesta mucho, es cierto. A veces uno se va al futuro y se angustia porque no sabe qué va a pasar. O te pones a pensar en el pasado y te deprimes, y lo que hay es que encontrar esa justa medida para disfrutar cada día como venga, y eso es un poco lo que voy a buscar a Venezuela. Voy con expectativas, pero en paz y en calma a ver con qué me sorprende.

Sin cuenta se estrena el 14 de septiembre. ¿Cómo fue el proceso de darle forma a la obra? ¿Cómo nació?

—El proceso fue absolutamente orgánico. Indira Páez, que es la escritora además de ser mi comadre amada, me envió en su momento –hace un par de años- un brochure de un proyecto que ella tenía que se llamaba Sin cuenta, que era una serie para una plataforma como Netflix, HBO o Amazon. Me dijo ‘vamos a hacer esto’ y yo le dije: ‘No sé cómo llevar esto a una plataforma, pero sí estoy viendo claramente un monólogo. Por qué no empezamos por lo que yo sé hacer y lo que tú sabes hacer, que es teatro. Vamos a darle forma a este personaje y luego vemos qué puede venir’. Fue así. Al año siguiente, el día de mi cumpleaños 49, Indira me envió un mensaje que decía que tenía un correo con mi regalo de cumpleaños y el regalo era Sin cuenta, el monólogo. Es de los mejores regalos de cumpleaños que me han dado en mi vida. Desde entonces estamos reproduciéndolo. Empezamos los ensayos hace dos meses y lo estreno el 14 de septiembre en el Centro Cultural BOD, el día de mi cumpleaños 50. Serán solo ocho funciones en Caracas. Luego me voy de gira por Venezuela. De momento están confirmadas cinco ciudades: Valencia, el 1 de octubre; Maracaibo, el 5 de octubre; Mérida, el 8 de octubre; Acarigua, el 12 de octubre, y Margarita, el 14 de octubre.

—¿Qué van a descubrir los venezolanos de Carlota?

—Van a descubrir que nunca es tarde. Van a descubrir que hay una frase muy peligrosa y muy conformista que es: ‘¿ya pa’ qué?’. Cuando alguien a lo mejor está en un matrimonio muy infeliz y piensa en divorciarse y dice ‘¿ya pa’ qué?’ o piensa en otro trabajo y no se atreve. Creo que si algo que van a descubrir todo los que vean la obra es que detrás de esa frase hay un mundo maravilloso, un mundo nuevo. Que hay infinidad de posibilidades y puede dar un giro a tu vida que no te imaginas.

—Carlota y Ana María Simón llegan este año a los 50 años. ¿En qué más se parecen?

—Nos parecemos en que las dos nos atrevimos a abrir esa puerta del ‘¿ya pa’ qué?’ y nos lanzamos al vacío con todo el susto y la incertidumbre que eso implica. Nos dimos cuenta de que siempre se puede comenzar de nuevo, en paz y con bienestar.

—50 años es un número redondo, de esos que en los que usualmente se hacen balances. ¿Qué balance hace de estos primeros 50 años de vida?

—Lo primero es que espero vivir 50 años más porque me gusta mucho estar viva. Lo segundo es que ojalá tuviera el cuerpo de 20 con todo este conocimiento que tengo ahora (risas). El balance es muy positivo. Yo he vivido todo lo que he querido y he podido vivir. Yo prácticamente no me arrepiento de nada de lo que he hecho en mi vida. Sí hay un par de cositas que quizás hubiese hecho distintas, pero también es cierto que me enseñaron muchísimo. Con lo cual el balance es positivo y las ganas de seguir viviendo, de seguir probando y de seguir intentándolo son inmensas.

—¿Le teme al paso de los años?

—Le temo al paso de los años si no tengo salud, si no tengo estabilidad financiera y si no tengo a mis seres amados cerca. Así, sí le tengo miedo al paso de los años. De otra manera, no. Por eso me cuido y por eso cuido mis finanzas y trato de alimentar y regar la matica con mis afectos porque al final eso es lo que quiero. Los estornudos no son en vano, por eso: salud, dinero y amor.

—Le tocó reinventarse al emigrar. ¿Cómo vivió (o vive) ese proceso? ¿Cuál ha sido el mayor aprendizaje?

—El mayor aprendizaje es que no arrancamos de cero nunca más. Traemos todo a cuesta, bien sea porque terminamos ejerciendo nuestro oficio para el que nos preparamos o no. Pero eso de arrancar de cero no existe. Es imposible. Ni para el que emigra ni para el que se queda. Tampoco para el que cambia de carrera o de relación. Ni para el que cambia de opinión. Con lo cual, reinventarse para mí no tiene que ver con el haber emigrado, tiene que ver con el día a día. Lo que ocurre, y eso es cierto, es que emigrar te empuja a eso sin ninguna compasión, pero es delicioso hacerlo porque aunque tengas días muy oscuros, en los que lo que te provoca es arroparte hasta la nariz y no salir de tu casa porque no ves nada claro, también es cierto que a estas alturas uno sabe que todo pasa. Todo pasa, lo bueno y lo malo. Por eso hay que aprender de los bueno y de los no tan bueno para entender que todo va siempre para mejor.

—¿Si alguna persona que desea emigrar le pide un consejo, cuál le daría?

—¡Uy! A mí dar consejos no me gusta porque cada historia es muy personal y menos a la hora de emigrar. Yo lo único que sí puedo decir es que la legalidad y los ahorros para mí son imprescindibles a la hora de emigrar. Es complicado, lo sé, porque no todo el mundo se va con ahorros y no todo el mundo se va legal. Pero para mí eso era una condición sine qua non a la hora de emigrar. Y por eso escogí España. Aquí estoy legal, yo soy española y mi hija también es española, además de venezolana, y yo había tomado precauciones financieras; pero dar consejos no, yo prefiero dar ejemplos. Por ahí, en Instagram, está un poco cómo es mi vida acá y por ahí quizás alguien se pueda inspirar con eso. Pero dar consejo, ¡susto!

—Emigrar es difícil. Pero cuando se es una figura pública lo es aún más. De esos inicios como migrante, ¿qué recuerda?, ¿sintió en algún momento como fracaso el comenzar en un país nuevo?

—Por supuesto que hay susto al principio. Hay algo de emigrar que recuerdo con nostalgia porque yo he emigrado dos veces, primero a Estados Unidos y luego a España, y recuerdo que al principio yo estaba tan pérdida todavía que yo sentía que estaba de vacaciones; entonces yo no lograba entender que esta era ya mi nueva ciudad. Eso me llevó un rato, como un año. Obviamente yo estaba trabajando y todo, pero siempre me sentía de vacaciones. Madrid tiene esa particularidad, que siempre te hace sentir que siempre estás como veraneando (risas). Pero sí, yo creo que comenzar otra vez lleva su ratito, pero nunca sentí como un fracaso el tener que comenzar otra vez.

—Usted siguió produciendo contenido, conectada con su público, buscando ventanas donde expresarse. ¿Cómo logró rescatar su carrera a pesar del proceso migratorio que vivía?

—Bueno, porque existían plataformas, las aplicaciones, y eso se convirtió en nuestra venta. Todos los hicimos. Hay gente en Venezuela que no ha emigrado y está produciendo contenido, conectada con su público porque no están a través de ningún canal. Yo siento, al final, que todo lo que nos ha pasado en Venezuela ha sido tan duro con respecto al éxodo, que cada quien adentro o afuera ha tenido que rehacer su vida, que reinventarse y procurar su bienestar de la forma en que le sea posible porque para nadie es sencillo emigrar y para nadie es sencillo quedarse; sobre todo a los comunicadores sociales. Por lo tanto, no tienes que estar dentro o fuera de Venezuela para reinventarte. Eventualmente lo que tienes que hacer de adentro hacia fuera en el sentido de ti para ti, y todo sale mejor.

—También logró estar en medios españoles, donde la manera de comunicar es distinta. ¿Fue un reto? ¿Cómo llegó a Cadena Ser?

—Ahorita hay mucha más apertura en los medios de comunicación españoles para con los hispanos, estamos mucho más presente. Esto, como dicen los amantes, una cosa llevó a la otra. Yo no me había propuesto estar en los medios de comunicación españoles todavía porque estaba muy concentrada en mi podcast Prohibido equivocarse. Y para que veas cómo son las cosas, fue justamente mi podcast, que tengo con Paula Arcila, por el que llegué a la Cadena Ser y Zapeando, un programa en el que hemos sido colaboradas. Fue por ese producto que nos pusieron el ojo. Por eso reitero esa teoría de que tienes que hacer lo que sabes hacer y no tratar de imponer cosas que están puestas allí de mentiras. En mi podcast yo soy yo y eso fue lo que les gustó, y Paula igual. Por esa razón fue que nos llamaron. En ningún momento nos pidieron ser más españolas o cambiar el acento. Al contrario, querían nuestro punto de vista como latinas sobre lo que vivimos aquí en Madrid. Así ha sido y aquí seguimos y la verdad es que ya Madrid es una ciudad tan llena de acentos y nacionalidades que la apertura ya no tiene vuelta atrás. Los medios de comunicación los vamos a ver de muchos acentos y muchos colores, cada vez más.

—¿Por qué decidió poner en pausa Permitido equivocarse?

—Primero, las cosas cumplen sus ciclos. Yo no creo en los para siempre ni en los a juro porque nos va bien. Obviamente este podcast ha sido para ambas un regalo de la vida, un regalo de la pandemia, de esas cosas buenas que surgieron en pandemia. Acercarnos como nos hemos acercado como amigas, gracias a este podcast, es una bendición. Ya nosotras nos tenemos, ya el podcast es una etapa, y todo tiene su ciclo. Ambas sentimos que Permitido equivocarse estaba llegando a su fin. Ojo, no tenemos las puertas cerrada ni mucho menos. Seguimos en la radio, con nuestra sección en la Cadena Ser. Es decir, sigue el contenido. Lo único que desapareció es el contenido semanal en YouTube. Pero bueno, quién sabe.

—Ha hecho teatro, televisión, radio, un podcast exitoso. ¿Hacia dónde apunta ahora?

—Sigo apuntando a todo esto. Sin embargo, esas son las cosas que yo hago, pero en cada momento de mi vida me puedo enfocar más en una que en otra. En estos momentos apunto al teatro. Una vez que estrene mi monólogo ya eso estará andando y podré enfocarme en la radio o en la televisión. Este oficio es muy variable y rudo en ese sentido porque a veces tienes mucho trabajo y otras veces no tienes nada. Por eso en la verdes hay que entender que hay que ser precavidos para cuando lleguen las maduras y ahorrar, porque no sabes.

—¿Por qué decidió quedarse en España y no en otro país?

—Porque aquí me siento muy cómoda. Porque tengo la nacionalidad y mi hija también y legalmente no tenemos ningún problema. Porque me siento, de alguna manera, en Caracas. Madrid es muy Caracas y eso hace que extrañe menos a mi país. Me gusta todo lo que pasa aquí. Dentro de todo es mi idioma, aunque no es mi acento, es mi idioma. Y aunque uno hable cualquier otro idioma con mucha fluidez, el idioma de uno es el idioma de uno. Yo me siento muy cómoda acá. Tengo, además, una red de apoyo inmensa y me siento muy segura. Además, siento que hay muchas posibilidades. De no ser Venezuela el sitio donde viva, de momento va a ser España por todas esas razones y muchas más.

—Ya hace varios años que dejó Venezuela. ¿Qué extraña, en qué piensa cuando le dicen Caracas, Maracaibo, Venezuela?

—Pienso en mi país. Pienso en el sitio donde nací. Yo no vivo pegada de la nostalgia. Yo vivo del día a día, el aquí y el ahora. Yo vivo en España porque lo he decidido, pero esto puede ser circunstancial. Mañana puedo vivir en Lisboa y el siguiente en París. No lo sé. Vamos a ver cómo fluye todo, pero de momento estoy aquí. Venezuela es un sitio al que siempre querré volver y al que no había regresado antes porque no había un proyecto que me llevara a visitarlo. También tuve un tema con el pasaporte, que no tuve por mucho rato, y eso también me impidió ir en temas familiares durante un buen tiempo. Ahora sí que quiero regresar y quiero estar allá. Quiero respirar mi aire cada vez que pueda. Quiero ir por lo menos una vez al año y entender que no tengo por qué vivir con la nostalgia de extrañar a mi país si puedo visitarlo cada vez que quiera.

—¿Si se diera la oportunidad, aceptaría una oferta para hacer televisión o radio en Venezuela?

—Por supuesto que sí. Además, yo siempre voy a estar en donde haya trabajo, como cualquier ser humano que tiene que alimentarse, tener su casa, hacer mercado y disfrutar. Yo voy a estar en donde haya trabajo. De momento España, pero estoy procurando que sea Venezuela; y si sale una oferta de irme unos meses y trabajar, lo haría. Yo voy adonde haya trabajo porque ese es mi oficio. Así es mi profesión. Lamentable o afortunadamente yo no tengo un trabajo de oficina en el que instalarme y estar 30 años en un mismo escritorio. En principio creo que no podría porque mi alma no es de ese tipo, pero además los altibajos que tiene mi carrera me obligan. Y me gusta porque es dinámico, por lo cual Venezuela siempre será una opción para mí. Siempre.

—¿Qué tanto se permite usted hoy equivocarse? Como mujer, como madre, como artista, como pareja, como ser humano.

—Me sigo equivocando y quisiera permitírmelo poco porque no es que me encante equivocarme, pero también es cierto que he entendido que me tengo que dar menos duro cuando eso ocurre. Me tengo que autoflagelar menos porque con la primera persona que era implacable a la hora de una equivocación era conmigo misma. He entendido que no, que ese no es el camino y de todo aprendemos. De esas equivocaciones, sin duda, aprendemos. En estos días salí con mi hija y teníamos que hacer mil diligencias; y nosotras siempre andamos con un tupperware, pero ese día nos dio flojera porque no queríamos cocinar, pero tampoco nos dio de pararnos a comer y fue muy cómico porque de una anécdota tan tonta como esa, le dije: ¿qué aprendimos hoy, hija, de este error? Bueno, que no se sale sin Tupperware de la casa porque a veces no vamos a tener tiempo ni siquiera de parar a comer.

—Su hija ha vivido parte de su niñez fuera de Venezuela. ¿Cómo hace para mantenerla conectada con el país?

—Mi hija tiene una conexión innata con Venezuela. Ahora, luego de casi cinco años aquí en España es que está perdiendo el acento venezolano y está muy española. Sin embargo, es muy gracioso porque apenas se conecta con sus hermanos, con sus abuelos en Venezuela, vuelve al acento venezolano. Ella tiene mucha ilusión con este viaje, con retornar a su país. Ella me dice que de lo único que se acuerda es del apartamento donde vivíamos y eso me parte el corazón. Entonces quiero que vayamos y que conozca. Llevarla por Caracas y mostrarle los rincones donde yo crecí. Mostrarle los sitios donde estuvimos y quiero que se lleve ese recuerdo de su país, pero ella está naturalmente conectada con Venezuela. Yo en ese sentido no he tenido que hacer esfuerzo. Ha sido muy linda su conexión con Venezuela.

—¿Cómo lleva ser madre de una adolescente?

—No es por echármela, pero esta es una adolescente bastante particular. Que sí, obviamente, tiene sus cosas de adolescentes y quiere estar más rato con los amigos. Está en la preadolescencia también, todavía le queda un poquito de la niñita. Es verdad que cada vez quiere más independencia, mucha más libertad y hay mucha seguridad. Me pide irse sola al colegio, yo no me atrevo todavía. Sí es verdad que todo va a llegar, al final los hijos son prestados y uno lo que tiene es que disfrutarlos y educarlos de la mejor manera para que cuando se vayan nos extrañen y no se alegren por haberse ido.

—Está en una relación con el actor Albi De Abreu. Volvió a enamorarse luego de una ruptura que, a juzgar por lo que ha publicado en sus redes sociales, la dejó algo rota. ¿Cómo ha sido reconstruir esos pedazos y volver a darse una oportunidad?

—Si hay algo de lo que me he hecho responsable es de mis decisiones. De todas. De las buenas y de las malas. De las que me trajeron placer o que me trajeron dolor. Yo no culpo a nadie de lo que ha sido mi vida y mi relación de pareja. Al final nadie te hace nada, tú permites que te hagan. Con lo cual a mí no me rompieron, yo dejé que me rompieran. Y esa es mi responsabilidad. Por lo tanto, si me vuelven a romper ya sería mi responsabilidad otra vez, con un nivel de consciencia mucho más grande. Hay una técnica japonesa que se llama Kintsugi, que es hermosa y que quiero comenzar a practicar. De piezas rotas reconstruyen los pedazos, los sellan con oro y la pieza se vuelve más hermosa y valiosa. Bueno, yo ando un poco en ese proceso, en mi propio Kintsugi. Ando en esa reconstrucción. Ando pendiente de saber que si creo que alguien me hizo algo, no es así. Yo permití que me lo hicieran. Estoy en estos momentos en una relación muy sana y muy madura. Una relación de mucho bienestar.

—¿Y cómo es la pareja como director?

—Hemos logrado no cruzar esa delgada línea entre el trabajo y la pareja. La verdad es que ha sido un gran descubrimiento el de Albi como director porque además tengo la gran ventaja de que el director sea actor y sea un maravilloso actor. Entonces, él eventualmente puede ponerse en mis zapatos porque sabe los momentos de inseguridad que tiene un actor, los momentos de dudas. Es muy chévere trabajar con tu pareja como director, yo creo en eso. Creo que las parejas sí pueden trabajar juntas. Hay gente que dice que eso es imposible, yo opino lo contrario. Eso ayuda a que el motor de la casa esté encendido y manejado por los dos, y a mí me genera mucha pasión y mucha adrenalina el hecho de que los proyectos de pareja sean los proyectos que van a beneficiar nuestras carreras también.

—¿Después de Venezuela adónde llevará Sin Cuenta?

—Al volver de la gira en Venezuela, estreno el 8 de noviembre en Madrid, en el pequeño teatro Gran Vía. Fue el primer teatro en el que presenté mi monólogo anterior y ahora estreno mi monólogo nuevo. Me hace mucha ilusión. Después giraremos y giraremos, pero tendré el punto semanal, todos los miércoles, en ese teatro.

—¿Una palabra que la describa en este momento de su vida?

—Fortaleza.


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