Las editoriales independientes en Venezuela responden ante la crisis del país con apuestas cada vez más arriesgadas, sólidas y meritorias. Presentamos una serie de preguntas que les hicimos a los más destacados sellos nacionales de esta naturaleza, sobre el origen de su iniciativa, la labor que realizan, los autores que publican y sus próximos proyectos. Continuamos la serie con Editorial Eclepsidra, que se inició en el año 1994 y que está conformada por Carmen Verde Arocha, Luis Gerardo Mármol, María Antonieta Flores y Rafael González García.

―¿Qué motivaciones y entusiasmos determinaron la creación de su editorial? ¿Cuál es su historia? ¿Por qué el nombre?

“La Editorial Eclepsidra es una Asociación civil, sin fines de lucro, creada el 12 de mayo de 1994.

Durante la década de los noventa, un grupo de jóvenes poetas decidimos unir nuestras emociones a través de la poesía, para conformar el Grupo Literario Eclepsidra. En ese entonces, nos unía el anhelo de acercarnos a la tradición poética de nuestro país. Sin una voz poética común, sin ‘manifiesto’ poético ni programa colectivo, no defendíamos un contenido específico; en nuestra diversidad radicaba la fecunda idea que nos agrupó. Éramos diez jóvenes, que buscábamos propiciar una alianza en torno a los afanes y dificultades de la poesía. Quizás correspondía a un tiempo de crisis y escepticismos estéticos propios de la posmodernidad, donde el poema iba hacia el poema mismo, dialogando lo viejo con lo nuevo, lo diacrónico con lo vanguardista. Todos éramos integrantes del taller que dictaba Rafael Arráiz Lucca, cuando era director de Monte Ávila Editores, en la quinta de La Castellana. En este taller nos conocimos. Allí surgió la idea de crear la Editorial Eclepsidra.

Todo ese entusiasmo fue gestando una nueva emoción. Queríamos publicar una antología que recogiera nuestras voces, nuestro primer libro se llamó Vitrales de Alejandría. La antología incluía poemas de todos aquellos que integrábamos el grupo como Luis Gerardo Mármol, José Luis Ochoa, Martha Kornblith, yo misma, entre otros.

No sabemos en qué momento nos volvimos editores, lo que recordamos es que fue la poesía quien nos hizo editores, quien nos llevó a soñar y a edificar este proyecto que es ahora, después de 23 años, un gran vitral donde muchas voces convergen y dialogan.

Siguió a la antología de Vitrales de Alejandría, el poemario Sable de Edda Armas. Fue el primer título que publicamos de un autor y que, además, no pertenecía a la editorial ni al grupo. De esta manera, iniciamos nuestras publicaciones, haciendo un catálogo con autores reconocidos y nóveles: Juan Liscano, Elizabeth Schön, Yolanda Pantin, Santos López, Rafael Arráiz Lucca, Edda Armas, Jesús Alberto León, Francisco Javier Pérez, Corina Yoris-Villasana, Alicia Frielich, Leonardo Padrón, María Antonieta Flores, Martha Kornblith, Gina Saraceni, Eleonora Requena, Carmelo Chillida, Beverley Pérez Rego, Gustavo Portella, Erika Reginato, Blanca Elena Pantin, Mariela Casal, María Ramírez Delgado, Joaquín Ortega, Gabriela Rosas, Ruth Hernández Boscán, Jacobo Penzo, Douglas Gómez Barrueta, Geraldine Gutiérrez-Wienken, Alejandro Sebastiani, y muchos más –en este espacio no podemos nombrarlos a todos– que han hecho de nuestro catálogo una larga lista de títulos que hoy es parte del patrimonio de la editorial.

Ese año de 1994 y los siguientes, viajamos por varios estados del país leyendo nuestros poemas con mucha alegría. Recuerdo las presentaciones que hacíamos en la Feria Internacional del Libro en la zona rental de Plaza Venezuela, que organizaba Fundalibro (Institución anterior al Cenal). Era una feria extraordinaria. Allí se reunían editoriales alternativas, comerciales, extranjeras y también las del Estado. En el stand de Eclepsidra presentamos los primeros poemarios de Gina Saraceni (Entre objetos respirando), Eleonora Requena (Sed), Erika Reginato (Día de San José).

Semanalmente, nos reuníamos a conversar con un poeta o narrador, entre ellos convocamos a Juan Sánchez Peláez, Eugenio Montejo, Oswaldo Trejo, Denzil Romero, Elizabeth Schön, Juan Liscano, la lista fue larga. Liscano publicó en la prensa: ‘Lo novedoso de la Editorial Eclepsidra es que es un grupo de jóvenes poetas que crean una editorial sin pretensiones de ser parricidas, sino que más bien buscan un puente con la tradición’. Fueron muchas las tardes en las que Luis Gerardo Mármol, Martha Kornblith y yo nos íbamos a la casa de Liscano a que nos comentara sobre la experiencia que había tenido al frente de Monte Ávila Editores y de la editorial Mandorla, aunque en realidad hablábamos de muchos temas, nunca con Liscano se hablaba de una sola cosa sino de todo. Él abordaba todos los temas en cada conversación.

Una vez terminado el taller en Monte Ávila Editores, el poeta Santos López nos dio espacio en la fundación que él dirigía, la Casa de la Poesía Pérez Bonalde. Durante siete años esa fue nuestra sede. La Casa de la Poesía significó para nosotros la vinculación con la tradición poética venezolana. A través de sus programas ‘Los poetas en compañía’, ‘Poesía en el Centro’, ‘Semana Internacional de la Poesía’, conocimos, leímos y escuchamos las voces de importantes creadores de poesía de los cinco continentes que se dieron cita en Caracas, desde los noventa hasta mediados de la primera década de este siglo. Recuerdo las conversaciones con Gonzalo Rojas, Blanca Varela, Juan Gelman, Cintio Vitier, Fina García Marruz y con José Emilio Pacheco, a quien llevamos a El Hatillo a comer cachapas.

Eclepsidra: E de ecléctico y clepsidra (de las palabras griegas ‘kleptein’, robar e ‘hydro’, agua), reloj de agua, también su origen pudo haber sido egipcio o romano. La clepsidra se utilizaba para medir el tiempo a partir del flujo de agua a través de un pequeñísimo orificio. En Occidente, en la actualidad, solo se puede encontrar muestras de los relojes de arena, y allí es posible observar el proceso de transformación del agua absorbida por la arena y cómo esta última le ha dado sus múltiples colores.

He dirigido la Editorial Eclepsidra desde su creación en 1994. El equipo que me acompaña está integrado por Luis Gerardo Mármol, María Antonieta Flores y Rafael González García”.

―¿Con qué criterios decide su editorial la publicación de un libro? ¿Podría darnos algunos ejemplos al respecto?

“Cuando conseguimos un autor o varios autores que nos interesa publicar o, si por el contrario, llega un manuscrito a nuestras manos, siempre el material es leído por el equipo editorial, luego lo enviamos a los lectores. Después cotejamos el informe de los lectores con el informe preparado por la editorial y damos respuesta al autor.

Al evaluar un manuscrito para su publicación, hacemos un análisis de su factibilidad. Tomamos en cuenta los criterios que nos ayudan a determinar si el original tiene el nivel de elaboración adecuado, si es un libro ‘bien hecho’, o si es un libro que encierra una promesa, si cumple a cabalidad con las funciones para las cuales fue concebido. Con toda esta evaluación se prepara una respuesta para el autor. Le explicamos las posibilidades de editar su texto o no. La disponibilidad de los recursos económicos o de patrocinio es importante pero no es lo que decide la publicación, en Eclepsidra priva mucho más la calidad del manuscrito. Al hablar con el autor lo hacemos con respeto, sin emitir juicio de valor sobre su trabajo. Siempre en nuestra respuesta dejamos al autor la decisión de que él corrija nuevamente su manuscrito o retome su proyecto de libro desde otra perspectiva. Eclepsidra es una editorial-taller, por eso le hacemos al autor todas las sugerencias posibles, para que él tenga toda la libertad de tomar su libro entre sus manos y hacer los cambios que este le exija.

Si en algo hace énfasis Eclepsidra es en la corrección de contenidos. Algunos escritores se acercan a nosotros buscando que Eclepsidra les haga una valoración de su trabajo. Nosotros con mucho gusto le asesoramos aunque el libro no se vaya a publicar en la editorial. Lo exhortamos a no desanimarse por los comentarios que podríamos hacerle si se trata de una obra que necesita revisión. Le aconsejamos sentarse y reflexionar sobre lo que ha escrito y el cómo lo está diciendo. Es preciso tomar distancia con el manuscrito antes de hacer correcciones. Lo recomendado es reposar el libro un par de meses al terminar de escribirlo y volver a él con desapego”.

―¿Hay libros más apropiados que otros para los buenos oficios de una editorial alternativa?

“Más que hablar de editoriales alternativas, podríamos definirlas, actualmente, como editoriales independientes o de autogestión, pues ya no son alternativas; estas editoriales se han convertido más bien en un espacio que tienen los escritores venezolanos para publicar sus obras, ya que no cuentan con ningún otro espacio para hacerlo, sin estar amarrados a ninguna ideología política.

El concepto de editorial alternativa fue una iniciativa del Conac, organismo ya desaparecido, pero creado en democracia durante la década de los setenta, que consistía en otorgarle subsidios (aportes económicos) a las editoriales pequeñas y no gubernamentales, para que publicaran a aquellos autores que querían incluir en su catálogo. El único requisito que se pedía como contraprestación era donar a la institución un número de ejemplares para la promoción de la lectura y rendir los gastos que se hacían con el respaldo de las facturas.

Lo que priva no es si los libros son apropiados o no. No se trata de buenos oficios. Se trata más bien de que toda editorial, alternativa o no, debe tener unas políticas editoriales establecidas y regirse por estas políticas al momento de seleccionar sus publicaciones”.

―¿Para un autor, qué diferencia hay entre ser publicado por una editorial alternativa o independiente, o por una editorial comercial?

“Las editoriales comerciales siempre son más atractivas para los autores, sobre todo porque en su mayoría tienen una buena red de distribución y pueden llegar a un mercado mucho más amplio y tener presencia en las más importantes ferias del mundo, más allá de un stand. Tal vez, lo interesante sería apostar por un autor venezolano, y tener acceso a las salas de negociaciones para discutir con otras editoriales los derechos de ese autor, propiciando de esta manera una reedición de su obra y darlo a conocer en un determinado país.

La diferencia también tiene que ver con el tipo de libro que el autor ofrece a la editorial. Cuando se trata de libros de literatura, en cualquiera de sus géneros, las cosas tienden a ponerse difíciles, ya que existe la concepción o el prejuicio de que no son rentables. Las editoriales comerciales tienen sus primeras butacas reservadas a los libros de entretenimiento y cuando piensan en un poeta o en un narrador apuestan por uno de reconocida trayectoria que venda y aporte prestigio a la editorial. Los autores noveles tienen poco espacio en las editoriales comerciales, salvo en contadas excepciones. Hay casos en que estas editoriales crean colecciones aparte para este tipo de autores”.

―¿En qué consiste la contribución que las pequeñas editoriales alternativas hacen a los lectores?

“La contribución es muy importante. Estas editoriales ‘alternativas’ suelen dar a conocer a las nuevas generaciones de escritores, mantener la línea de publicaciones con los escritores reconocidos y, además, hacer esfuerzos por lograr que sus precios sean más accesibles al público que los libros de las comerciales. Pareciera, aunque no se puede afirmar, que las editoriales ‘alternativas’ se preocupan más porque sus libros sean leídos, pues no solo se trata de vender”.

―¿Qué clase de apoyo deberían recibir las editoriales alternativas? ¿De acuerdo a su experiencia, diría que son respaldadas por otras instituciones, que suelen recibir financiamiento o apoyo promocional externo?

“Eclepsidra ha publicado gran parte de su patrimonio editorial con el patrocinio, apoyo y colaboración de importantes instituciones públicas y privadas, además de las universidades y embajadas, que han hecho posible la aparición en el mercado de decenas de libros. Sin embargo, con el paso de los años cada vez se hace más difícil conseguir estos aportes, sobre todo cuando las urgencias en nuestro país son otras: la ausencia de recursos para comprar los alimentos y las medicinas, por ejemplo.

En ocasiones a nuestros autores les ha tocado asumir parte de los costos de la edición, aunque los costos de producción terminan siendo simbólicos. Lo que priva en la editorial es la calidad de los textos que se publican, como ya lo hemos mencionado antes.

Cuando un libro está listo para publicarse, aparecen los recursos. Cada libro tiene un destino único e irrepetible y esto hay que respetarlo. No todo los inéditos, manuscritos u originales o como quieran llamarlos tienen en su destino la publicación. Hay libros que se escriben y se quedan inéditos.

El financimiento, en la mayoría de los casos, resulta menor a lo que se presupuesta. Ser editor es un apostolado. Hay que entregarse en cuerpo y alma a este oficio. No hay patrocinio que se equilibre con el esfuerzo, la dedicación y el tiempo que exigen los libros y sus autores”.

―¿Qué es lo más difícil de gestionar para una editorial como la suya?

“El pago de la impresión de los libros”.

―¿Cuál es la mayor dificultad con que se han enfrentado en el último año?

“Conseguir patrocinio. Pero aún así, Eclepsidra cerrará el año 2017 con tres títulos, que estaremos presentando el próximo año”.

La poeta Carmen Verde Arocha, directora-fundadora de Eclepsidra, deja para el final el anuncio de sus novedades.

―¿Qué explica, en su opinión, el surgimiento de pequeñas editoriales independientes a lo largo de los últimos años?

“Esta pregunta es bien interesante, sobre todo por lo que puede haber de reflexión detrás de ella. Quizás se deba a la necesidad de crear nuevos espacios para la publicación y la promoción de los autores. Lo difícil no es crear una editorial, lo difícil está en lograr mantenerse a través de los años. Eclepsidra tiene 23 años de labor ininterrumpida. Han sido 23 años de dedicación, de apostolado, de paciencia y mucha perseverancia.

La Editorial Eclepsidra lleva tiempo pensando en el papel que deben tener este tipo de editoriales, ¿cuál es su aporte a la sociedad? Se hace tan complejo sostener una editorial en esta Venezuela que insiste en volver a su pasado, en vivir de nuevo lo ya superado. En el 2013, la Editorial Eclepsidra publicó el libro Cómo publicar y editar un libro. El dilema del autor. En un ejercicio de autorreflexión, el libro se pregunta ¿qué sentido tiene crear más editoriales con tan pocas posibilidades de sobrevivencia? El tiempo lo dirá. Mientras tanto seguimos apostando por el libro, y su destino que no es otro que llegar a las manos de un buen lector”.

―¿Cómo influye el contexto nacional en su labor editorial: imprenta, distribución, promoción, ventas?

“Influye en todo. En la producción editorial intervienen circunstancias externas que modifican de alguna manera la planificación que hace cada editorial para el desarrollo de sus proyectos a principio de año”.

―¿Diría usted que el ser una editorial alternativa ha funcionado como ventaja o como desventaja dentro del mercado editorial actual en el que se desempeñan? ¿Por qué razones?

“Todo tiene siempre sus ventajas y desventajas. Lo importante es el cómo te mantienes dentro de ese mercado, a cuántos lectores llegas, ¿los lectores compran los libros? Eclepsidra en sus 23 años de trabajo ha logrado consolidar un patrimonio. Este patrimonio no es otra cosa que la gran cantidad de autores y títulos que conforman su catálogo editorial. Los lectores se acercan a Eclepsidra. Llegan a las librerías preguntando por las novedades de la editorial. Eclepsidra vende todos sus libros. La editorial no tiene depósito. Guardamos 3 ó 4 ejemplares de cada libro publicado. Hemos desarrollado una manera, poco convencional, de promocionar los libros. Es algo que va más allá de las redes. La redes son muy buenas para promocionar los libros, pero no necesariamente logran traerte más lectores. La inmediatez de las redes sociales, el aquí y el ahora terminan en ocasiones distanciando a los escritores de sus propios lectores, aunque parezca todo lo contrario”.

―¿Cómo es la proyección de una editorial como la suya fuera del país?

“Nos interesan las bibliotecas, las universidades, los institutos de cultura. Muchos de nuestros autores están incluidos en las antologías nacionales e internacionales que se han hecho.

Dada la complejidad del sector editorial, las editoriales tienen que estar a la puerta de cada iniciativa. En el mundo digital hay una opción de proyección internacional. En este 2018, seguiremos montando los títulos en Kindle y paperback. Hasta tener los casi 200 títulos en la red”.

―¿Puede comentarnos algún título o autor particular de la literatura venezolana que deseen o vayan a editar próximamente? ¿Por qué ese título o autor en especial?

“Estamos cerrando el 2017, con tres títulos que estaremos presentando al inicio del próximo año.

En narrativa, Mange Mil y sus historias de tierra caliente, es una novela del camerunés Alain Lawo-Sukan, poeta, ensayista, narrador, traductor y académico de la Universidad de Texas. Vive en Texas.

En poesía, Los sitios constelados, del joven poeta venezolano Hibrahim Alejo. El libro está prologado por José Napoleón Oropeza. Alejo vive en Maracay.

En dramaturgia, Gregor Mc Gregor, rey de los mosquitos y otras obras de la directora de teatro y actriz venezolana, Lupe Gehrenbeck, quien actualmente vive en Nueva York.

Editar y publicar literatura en estos tiempos, en Venezuela, es una elección de riesgo, casi un apostolado, sobre todo en esta época en que la literatura de entretenimiento y comercial tiene gran público. Editar textos literarios no es sinónimo de pérdida. Desde Eclepsidra pensamos que es apostar por lo permanente, lo visionario, lo trascendente y cerrar la puerta a lo efímero. Por ello, tenemos la premisa de que un escritor que publica con nosotros halla en Eclepsidra su casa.

Elizabeth Schön, en su ensayo que le publicáramos, titulado La granja bella de la casa, nos recuerda: ‘Es preciso escoger una habitación; dejar que su claridad nos invada hasta tomar el lápiz con el corazón lleno de la casa’”.

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