El exorcismo
"Tal vez haré una próxima de terror y luego salto y me divorcio un rato del género" | Cortesía de Alejandro Hidalgo

Alejandro Hidalgo vive uno de sus mejores momentos como realizador con El exorcismo de Dios, su más reciente película.

La cinta tuvo su estreno mundial en el Fantastic Fest de Austin, Texas, realizado del 23 al 30 de septiembre, participa en el Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña, que comenzó el 7 y cierra el 17 de octubre, y Saban Films adquirió los derechos de distribución para que llegue a salas de Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda, Reino Unido, Irlanda y Suráfrica. XYZ supervisará las ventas internacionales.

Hidalgo reconoce que es un director ambicioso que trabaja duro y se pone metas muy altas. Incluso quería llevar El exorcismo de Dios a un estudio major, como Universal o Warner.

“Pero nos agarró una distribuidora major que ha llevado a la pantalla grande películas protagonizadas por actores clase A: Nicolas Cage, Bruce Willis, Michael Caine, muchísimos”, dice el cineasta desde Austin, donde, cuenta, su película recibió una ovación del público.

La película, protagonizada por María Gabriela de Faría, Will Beinbrink (It: Capítulo 2) y Joseph Marcell (El príncipe del rap), agotó la boletería en la primera función, así que fue necesario abrir una segunda proyección.

El exorcismo de Dios cuenta la historia del padre Peter Williams (Beinbrink), un exorcista estadounidense que es poseído por el diablo y comete un sacrilegio. 18 años después las consecuencias de su pecado regresan.

Para Hidalgo el filme es un homenaje a lo que considera es la manifestación de amor más poderosa que existe: el perdón.

—¿Cómo fue recibida El exorcismo de Dios en el Fantastic Fest de Austin?

—La proyección estuvo espectacular. La gente reaccionó de manera muy positiva. Hubo un aplauso muy fuerte, la gente mostró mucho interés por la película, inclusive habiendo yo participado en otras proyecciones. Fue muy entretenido, la gente conversó, mucha gente desde el público nos felicitó. Creo que muchos quedaron en shock. Pienso que la película tiene un impacto muy fuerte, una experiencia cinematográfica contundente, con el diseño sonoro, la música, el sonido, los efectos, y, por supuesto, sobre todas las cosas, las actuaciones y la historia. Me siento muy fascinado y contento con lo que está pasando. Estoy empezando a digerir todo.

—¿Cuál fue el germen de El exorcismo de Dios?

—Yo quería desarrollar una película de terror comercial, sobre todo sostenida e inspirada en la obra maestra del género, que fue la que me atrapó y me hizo un fiel fanático de este tipo de películas: El Exorcista (William Friedkin). Quería darle una visión distinta, con un giro de lo que representa y de lo que significa un verdadero exorcismo, y sobre todo sostenido sobre una historia que está basada en un principio católico, a pesar de que no soy católico, que le da homenaje a lo que considero es la manifestación de amor más poderosa: el perdón. Creo que el viaje de nuestro protagonista está sostenido en el perdón a otros, a sí mismo y a Dios o al universo. De esta manera la película, además de ofrecerte un viaje emocionante con todas las convenciones del género, los impactos, el entretenimiento y el horror, además de ser una película comercial, también tiene mucha profundidad. Explora un dilema existencial y oscuro y a fin de cuentas creo que de eso también se trata una historia: de tener un viaje junto a un personaje y descubrir cómo se revela su verdadera naturaleza humana.

—¿Cree que hay complejos aún sobre lo comercial y lo independiente?

—Yo creo que ese es un complejo que tenemos mucho los venezolanos. La mayoría de los cineastas venezolanos que conozco tratan a veces de minimizar un poco el cine comercial porque no lo consideran arte. Pero hay películas comerciales con más valor, más contenido e inclusive más artísticas que películas que son muy pretenciosas y quieren venderse como si se descubriese el agua tibia, o el que quiere plantear una nueva verdad. Yo también sigo películas de arte. Por ejemplo, vi la última película de Lorenzo Vigas, La caja. La relación entre Lorenzo Vigas y yo puede describir una conexión perfecta y un profundo respeto entre dos tipos de cine que son absolutamente diferentes. Lorenzo Vigas me invitó a ver su película. Me pareció espectacular, magistral. Él me preguntó cosas, yo le di consejos, discutimos hasta la posibilidad de cambiar el título. Él también vio mi película y le encantó. Me dijo que no se quedaba en una película de terror, sino que planteaba una crítica, una verdad, y él también fue como una inspiración para llevar la película a un nivel más alto, revisando la edición, el montaje, el diseño sonoro. Entonces creo que debemos liberarnos de conflictos. Sencillamente hay buenas películas comerciales y hay buenas películas autorales. También ocurre en el sentido contrario. Steven Spielberg es el maestro del cine comercial: no todas sus películas son drama y es un director que va a ser recordado en toda la historia del séptimo arte por haber hecho obras magistrales que movieron a la audiencia emocional e intelectualmente.

—¿Hubo un choque por el hecho de que no sea católico?

—Realmente no. Yo dejé de ser católico porque considero que las religiones a veces se divorcian de la espiritualidad. La religión católica, y sobre todo las enseñanzas de Jesús, sean vistas desde un punto de vista histórico, espiritual, filosófico o religioso, apunta a enseñanzas que pueden elevar al ser humano de manera espiritual. Enseñar a perdonar a otros, enseñar a amar a otros como a nosotros mismos, creo que en esas frases de Jesús se resumen los 10 mandamientos. Si amas a los demás como a ti mismo no matarías, no envidiarías, no robarías, y sobre todas las cosas también estarías amando a Dios porque reconoces que Dios está en la otra persona y también está en ti mismo. Todos venimos de una fuente de la misma creación. Creo que la base del amor, que lo soporta todo y que es capaz de tener compasión y perdonar, fue la base fundamental de esta historia, que defiende ese principio, pero también se desconecta de algunos principios religiosos. Ya la parte religiosa sí creo que de alguna u otra manera está influenciada por el poder del hombre, y como todos sabemos todas las instituciones que tienen poder y que son controladas por los seres humanos pueden corromperse. Aunque yo conozco sacerdotes que son increíbles. No quiero lanzar un mensaje satanizando a la Iglesia católica, pero sí creo que es importante que la gente pueda discernir y saber que, al menos desde mi punto de vista, en un verdadero principio espiritual no debería haber espacio, por ejemplo, para la discriminación. Eso yo no lo concibo.

—¿Cómo fue la selección del casting? 

—Básicamente fue el proceso de buscar y ver buenas posibilidades. María Gabriela de Faría es una chica con una gran trayectoria, una gran formación. Tuve la oportunidad de conocerla en una lectura del guion que hicimos y sentí que solo al leerlo le daba carácter al personaje. Eso llamó mi atención y le pedí que hiciera una audición. La hizo y la verdad es que no se la ganó solo por el hecho de ser ya una actriz reconocida, sino que de verdad hizo una interpretación espectacularmente asombrosa. Con Will Beinbrink, resulta que él había trabajado con una amiga productora, Barbara Muschietti, que produjo It: Capítulo dos, donde interpretó al esposo de Beverly, a cargo de Jessica Chastain. Esa escena donde había una agresión de género me encantó. Vi otros de sus trabajos y tuve la oportunidad de hablar con él, sobre todo creo que tengo la intuición de sentir cuándo el actor puede darle vida al personaje. Conectamos tan bien que se hizo merecedor del rol. Para mí él sostiene la película magistralmente sobre sus hombros. Estoy muy orgulloso y honrado del trabajo que hizo. Joseph Marcell quizás sí entró en la película de forma más accidentada. Porque para ese entonces estábamos cerrando un acuerdo con Eric Roberts, quien iba a interpretar su personaje. Sin embargo la agenda de Roberts y la de la película no estaban coincidiendo muy bien, así que en buenos términos decidimos no seguir. Uno de mis agentes en Hollywood me habló de que tenía buena amistad con Joseph. Yo lo había visto en la serie El príncipe del rap. Para mí era indispensable que este actor tuviese un buen manejo del humor. Pero me preocupaba la parte dramática. No lo había visto en otros proyectos, pero luego conversamos y supe que Joseph es dueño de una compañía de teatro en Londres. Ha protagonizado muchas obras de Shakespeare, es un hombre súper culto y, pues, en esa conexión coincidimos. Lo invité a la película y creo que se logró ese equilibrio perfecto que estábamos buscando.

—Hace ocho años estrenó su ópera prima, la exitosa La casa del fin de los tiempos. ¿Qué ha cambiado en su filmografía, en su manera de hacer cine, desde entonces?

—Creo que hay mucha más madurez. Hay un salto bastante grande en el lenguaje cinematográfico, en el manejo de los tiempos, en la dirección de actores, en la puesta de escena. Todo eso se conjuga en que la película tenga vida, que tenga un concepto que gire en torno al género y la historia. Eso va desde los puntos de vista personales a los profesionales. En La casa del fin de los tiempos era un chico inseguro que estaba tratando de buscar que la gente sintiera confianza en mí, que sabía lo que estaba haciendo. Ahorita más bien me convertí en un líder que estaba inspirando al equipo de producción, al equipo técnico y artístico a dar lo mejor de sí. A darle vida a la visión que tenía en mi mente de la película, pero también invitando a traer propuestas creativas que puedan nutrir la película y desarrollar el mejor trabajo posible en equipo.

—El Festival Internacional de Sitges y el Fantastic Fest de Austin. Está en la meca del género. ¿Pensó que llegaría tan lejos? ¿Por qué considera que le ha ido tan bien a El exorcismo de Dios?

—No te voy a mentir: siempre que trabajo duro me pongo metas muy altas, lo que tiene su aspecto positivo porque te hace trabajar de manera incansable y rigurosa para lograr el resultado. Pero también te pone las expectativas en niveles muy altos, entonces hay que mantener el ego equilibrado. Pero la verdad me siento agradecido, soy muy afortunado. Hacer una película es un milagro. Es un acto de fe, hablando de espiritualidad y de fe. Tenerla lista, conectar con el público, que la gente se emocione y se impacte y que también haya personas a las que no les guste forma parte de hacer arte, de hacer cine y de encontrar tu camino y tu voz como artista.

—Recién acabamos de conocer que la película será distribuida en Estados Unidos, Irlanda, Suráfrica, Nueva Zelanda, Australia, Reino Unido, entre otros países. ¿Era el camino natural que esperaba para esta película?

—Para ser honesto quería llevar la película a un estudio major. Con eso te digo que estaba todavía siendo más ambicioso, quería que la agarrara Universal, Warner. Pero con eso no quiero desmeritar que este logro es impresionante y extraordinario. Solamente 0,5% de las películas independientes son tomadas por grandes estudios porque ellos ya tienen sus propios proyectos, tienen presupuestos millonarios para hacer películas. Esta película se hizo con un presupuesto por muy debajo de lo que esos estudios tienen. Pero nos agarró una distribuidora major que ha llevado a la pantalla grandes películas protagonizadas por actores clase A: Nicolas Cage, Bruce Willis, Michael Caine, muchísimos. Nos agarró para llevar la película a cines, que era el primer sueño que teníamos desde que se concibió el filme, porque El exorcismo de Dios es otra cosa cuando la ves en el cine por el diseño sonoro espectacular, que lo hice con Gerardo Kalmar de Argentina y la mezcla con Carlos Cortés, que ganó el Oscar este año por Sound of Metal. Llegar a cines en Estados Unidos y todas las plataformas y hacer un contrato de esta magnitud prácticamente ya hace que la película, sin que todavía se haya estrenado, sea rentable.

—La película se realizó con un presupuesto modesto, apenas 1,5 millones de dólares.

—1,5, pero en ese 1,5 incluimos aportes que no fueron en dinero sino de producción asociada, de coproducción. El presupuesto real en dinero fue de 1,3 millones, y el valor, el resultado, es como el de una película de 5 millones. La verdad es que en el festival vi películas de Netflix, de Amazon, y creo que estamos muy a la par. Incluso mucha gente ha elogiado los efectos visuales de la peli.

—¿Habría resultado otro filme de contar con más dinero?

—Hablándote como productor, porque estoy absolutamente satisfecho con el resultado, con un presupuesto mayor tal vez puedes aspirar a unos actores que no vengan en crecimiento como los que tenemos, que cada vez se dan a conocer más, sino que puedes tener una estrella consolidada. Eso te abre puertas para distribuir la película. Es algo que se divorcia un poco del tema artístico y va más con un tema de negocios. Si tienes a un Leonardo DiCaprio en tu película la gente, sin verla, ya da todo por ella.

—¿Cómo fue el proceso de rodaje en México? ¿Por qué México?

—Realmente yo quería filmar en Venezuela. Pero cuando quería empezar la preproducción era principios de 2019. Ese año estaba empezando una implosión social con la llegada de Guaidó, etc, etc, etc. La verdad es que tratándose de una película en inglés, y como la embajada norteamericana había abandonado Venezuela, pues no podíamos garantizarle una seguridad de manera formal, al menos, a los actores. El proyecto no podía ser viable. En ese momento me tuve que cuestionar dónde hacer la película, me cuestioné hacerla en Estados Unidos. Me cuestioné hacerla en México, que resultó ser la opción perfecta porque como país latino se parece mucho a nosotros. En Venezuela nosotros estamos sufriendo una gran crisis, tal vez México no está sufriendo una crisis igual, pero tampoco están tan divorciados de nuestra realidad. Cosas que también quería denunciar a nivel social se viven en lugares de México. También las locaciones eran espectaculares. México tiene unas bellezas naturales que son absolutamente mágicas, locaciones que se adaptaban perfectamente a la película. Es un país profundamente católico. Además, de alguna manera tiene un contexto social que se conectaba mucho con Estados Unidos porque  en ese momento estaba Trump de presidente y quería dividir con un muro a México de su país. Mientras que yo más bien estaba planteando la historia de un norteamericano que está enamorado de México. Eso también sentí que se convirtió en un atractivo para la película.

—¿Cuánto duró el rodaje?

—Siete semanas.

—La película es una coproducción entre Estados Unidos, México y Venezuela. ¿Qué aportó cada país y qué oportunidades brinda trabajar de esta manera?

—La financiación es privada y viene de Venezuela a través de un empresario venezolano-libanés que fundó una compañía de producción que empezó con esta película. De parte de Estados Unidos, pues yo hice la película basada en las leyes de ese país y de sus sindicatos de actores y de guion para que pudiese entrar al mercado norteamericano. Y mexicana porque contamos con una compañía mexicana que nos dio los servicios de producción, hizo aportes.

—Sinceramente, ¿esperaba que a la película le iría tan bien cuando aún no se estrena en salas?

—La verdad no, no estaba muy consciente de cómo iba a ser el proceso. En el camino nos encontramos con la oportunidad de que la película fuese representada por XYZ Films. Ellos empezaron a dibujar la estrategia y la primera era la más lógica. Era llevar la película primero a festivales, a mercados, para que luego de hacer ruido pues llegara a su estreno. Su experiencia ha sido fundamental para llevar la película por la estrategia correcta. Ha sido la mejor escuela. Porque con La casa del fin de los tiempos fue distinto. Yo no sabía nada del mercado internacional, estaba enfocado en la taquilla en Venezuela, en conectar con mi público. A la película le fue muy bien en Venezuela y después busqué otros festivales afuera. Nos llegaron unos agentes de ventas y la empezamos a vender. Aquí el camino fue concebido de otra manera, es el más viable y el más correcto en una industria que ya tiene sus parámetros muy bien establecidos.

—Carlos Cortés, recording mixer de El exorcismo de Dios, ganó el año pasado el Oscar por Sound of Metal. ¿Qué tan complejo es reunir un buen equipo técnico para una película?

—La verdad hay mucha gente muy bien calificada. Cuando yo estaba trabajando con Carlos Cortés él ni siquiera tenía en mente que se iba a ganar un Oscar tres meses después. Es un chico súper humilde, súper trabajador, súper talentoso, que estaba trabajando en una sala espectacular de diseño de sonido en un pueblo de México que se llama Tepoztlán, donde por cierto filmamos escenas de la película. Ese estudio queda escondido en unas montañas y nosotros un día nos íbamos a comer unos tacos y hablábamos de los Oscar cuando de repente ¡pum!, llegó. Creo que realmente es buscar personas que tengan experiencia o que tengan el talento, que tengan la pasión y que sobre todo trabajen muy duro. Lo que le pasó a Carlos Cortés es porque es un tipo que está trabajando muy duro y es muy apasionado. No es una tarea imposible. Los efectos visuales de mi película, el sonido, la música que hicieron nuestros venezolanos Elik Álvarez y Yoncarlos Medina, la dirección de fotografía, que en la proyección la elogiaron, fue hecha por venezolanos, mexicanos. Creo que hay que buscar bien con qué personas conectamos, que tengan experiencia y sobre todo pasión y formación.

—La imagen de Irán Castillo transformada es aterradora. ¿Podría comentar la importancia del maquillaje en el cine de terror?

—Indispensable. El maquillaje eleva absolutamente el valor de producción de la película. Para ello sí queríamos trabajar con gente que hubiese estado en producciones muy grandes. Trabajamos con dos artistas norteamericanos que ya habían participado en proyectos súper grandes: El escuadrón suicidaPiratas del Caribe, muchas de Marvel. Yo también tenía rato haciendo un scouting del maquillador por Instagram. Muchos de ellos tienen cuentas de Instagram y tú ves sus trabajos allí. Solamente toma mandar un mensaje, negociar el presupuesto, desarrollar el concepto y amarrarse hasta donde llegue tu posibilidad. Yo quería llevar el maquillaje más allá, pero tampoco contábamos con el presupuesto y tuvimos que abordarlo de manera creativa para explotar el concepto y ver en cuál invertiríamos más. Fue un trabajo en equipo el diseñar los personajes.

—Me comentaba hace un momento que El Exorcista de William Friedkin es una referencia para el filme.  

—Absolutamente. Es una película que vi a los 10 años de edad. Estaba solo en mi casa. Me traumatizó por años. No solamente me atraparon sus escenas perturbadoras y aterradoras, sino también el drama y la honestidad de la historia. Eso es un poco lo que quería rescatar con mi película, haciendo un concepto tal vez un poco más contemporáneo. Pero rescatando el concepto de un personaje diabólico que puede manipularte en el nivel más profundo de tu inconsciente, con el que puedes empatizar y reírte, un demonio que tiene un propósito y no sencillamente un demonio maligno que posee solo por molestar o por llevarse un alma o para aterrar en una película. Todo obedece a un propósito más dramático.

—¿Considera que estamos en una buena época para seguir produciendo cine de terror?

—Sí. El cine de terror renació para quedarse y jamás irse. Creo que se están haciendo muchas miradas muy innovadoras y creativas. El terror es un género muy comercial que conecta con audiencias masivas, pero que no requiere del presupuesto de una película de ciencia ficción o de acción. Puedes usar metáforas para contar historias realmente interesantes, llenas de valor y significado, con un contenido atractivo que pueda satisfacer intelectualmente a la audiencia y expresar la visión de los creadores.

—¿Cuáles son sus preferencias dentro del género?

—No las tengo tan establecidas. Yo trato de dejarme llevar cuando una historia me atrapa, me mueve y se convierte en una fuente de inspiración. Tiendo a ser clásico, con filmes como El Exorcista o La profecía, o conecto con clásicos más contemporáneos como El sexto sentidoLos otros, o con clásicos más reconocidos como The Shining, pero películas como Get Out me fascinaron. En el mismo festival vi la última película de Edgar Wright, La última noche en Soho, protagonizada por Anya Taylor-Joy, y ya se metió en el top five de mi lista. Es una pieza magistral de cine. Es de terror y no es. Se pasea por diferentes géneros de manera magistral.

—¿Se puede comunicar a través del terror? ¿Cómo autor le gusta reflexionar alrededor de temas actuales cuando está escribiendo y produciendo una película?

—Sí, sí, absolutamente. Tanto con La casa como con El exorcismo de Dios creo que se plantean temáticas. Con El exorcismo de Dios al principio hablé mucho de que quería divorciar la espiritualidad de la religión, quería hablar de la manifestación del amor, que para mí las más poderosas son el perdón y la compasión. Son metáforas para no solo entretener sino para dejar una visión y una reflexión.

—¿Concibe su filmografía sin el terror?

—No, no, no. Tal vez haré una próxima de terror y luego salto y me divorcio un rato del género. Tengo rato queriendo explorar otras cosas, pero todavía estoy concibiendo un nombre basado en el género, la gente está como hambrienta. Ya más adelante, cuando pueda hacer películas más grandes, optaré por entrar a otro género.

—¿Se asusta viendo películas de terror?

—Sí. Me asusto más viendo películas de terror que durmiendo en la oscuridad. No llego a aterrarme al punto de creer que es verdad lo que estoy viendo, sino que me involucro y me meto en la historia, a pesar de que soy una persona que no cree en la existencia de entidades paranormales o demoníacas. Cuando estoy viendo una película me la creo y la disfruto, tal como si vieses una película de El Señor de los Anillos y ves que hay orcos y dragones.

—¿El terror puede ser una buena opción para contar la tragedia venezolana?

—Guao. Mira, sí. Con el terror se puede contar lo que sea, de por sí ya la tragedia que se vive en Venezuela es aterradora. Pero sí, definitivamente no hay obstáculos. La creatividad puede abrirse caminos. Ahorita no te sabría expresar la idea perfecta. Yo de alguna manera lo quise hacer con El exorcismo, te dije que se tocan algunos temas sociales, no son la base principal de la historia, pero allí están. Pero absolutamente sí, puedes expresar y contar la historia que buscas y reflexionar del tema que quieras.

—¿Qué ha pasado con el remake de La casa del fin de los tiempos? ¿Es una deuda pendiente?

—Es algo en lo que estoy trabajando todavía y espero que sea mi próximo proyecto por filmar. Lo estoy desarrollando. No puedo revelar mucho, pero creo que se va a materializar muy pronto.

—¿Ve películas nacionales? ¿Qué opina del cine venezolano actual?

—No he visto las más recientes porque a veces es difícil verlas desde otras latitudes. Estoy en deuda con ello. Por supuesto que para mí es esencial ver películas venezolanas. La más reciente que vi fue la de Lorenzo Vigas, que me fascinó, pero sí, hay una lista con la que me tengo que poner al día.

—¿Se estrenará la película en Venezuela?

—Claro. Creo que la fecha va a ser el primer trimestre de 2022. La va a estrenar Cines Unidos.

—¿Pone el listón muy alto una película como El exorcismo de Dios?

—Sí, creo que es natural. No por un tema egocéntrico: como que ya hice El exorcismo de Dios y ahora tengo que hacer La guerra de las galaxias 10, sino que con cada película tienes que proponerte una evolución. No quiere decir que esa evolución tenga que ser a nivel de presupuesto, pero sí tiene que ser a nivel del arte, crecer y utilizar todo lo aprendido en la próxima película para que cada una se vaya nutriendo de la anterior. El exorcismo está muy nutrida de La casa del fin de los tiempos, y tal vez mi tercera película va a estar nutrida de las dos anteriores.

—¿Se imagina la película en el Oscar?

—Algo que siempre me ha parecido injusto con los Oscar es justamente lo que veníamos hablando: a veces no reconocen tanto a las películas comerciales, pero creo que nuestra película tiene un valor de producción muy alto. Tiene temas reflexivos y una visión bastante sólida, y de mi parte sí pienso postularla para que represente a Venezuela. Ya la decisión quedará de parte del comité de selección. Pero la verdad es que el propósito de la película no es ese. El propósito es entretener, llegar a una audiencia grande, que la gente se emocione con la historia y que se lleve las reflexiones. Ya todo lo que venga, sean premios o reconocimientos, es un añadido y obviamente te nutre y te brinda alegría.


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