Alberto Rosales cumplió 86 años en noviembre. Hoy, seguramente, se habrá levantado muy temprano, como acostumbra, se habrá abrigado –en enero hace fresquito en El Hatillo– y habrá estado escribiendo hasta bien entrada la mañana. Reflexiones, ideas consideradas una y otra vez, pequeñas joyas pulidas con el esfuerzo de una vida. Quienes hemos tenido la fortuna de su enseñanza y su amistad sabemos que la vocación y el proyecto de su vida ha sido el pensamiento. No nos extraña que todos los días se levante muy temprano a reflexionar y escribir, sobreponiéndose a las precariedades de un país destruido. Es lo que ha querido hacer desde muy joven. Viajó a Alemania para formarse y su tesis de doctorado, Transzendenz und Differenz Ein Beitrag zum Problem der ontologischen Differenz beim frühen Heidegger, dirigida por Ludwig Landgrebe, fue publicada por la prestigiosa editorial Martinus Nijhoff en la serie Phaenomenologica en 1970. La obra fue muy bien recibida y, en especial, su interpretación del célebre giro (Kehre) heideggeriano, con el paso de los años, ha sido reconocida como certera y pionera.

Alberto Rosales, como la mayoría de los miembros de su generación que salieron a estudiar al exterior, regresó a Venezuela para construir y formar las nuevas generaciones. La desesperanza y la tristeza no pueden hacer olvidar lo que hombres como él lograron con esfuerzo, constancia y honestidad, porque es la prueba de lo que ha de ser posible hacer en el futuro. Otro gran filósofo venezolano, su amigo Ernesto Mayz Vallenilla, fundó la Universidad Simón Bolívar. Ambos idearon un Departamento de Filosofía que Rosales echó a andar en los años setenta imprimiéndole su marca de rigor y trabajo bien hecho. Consolidó un prestigioso Postgrado en Filosofía por el que han pasado notables figuras del pensamiento latinoamericano y que este año alcanzará la cifra de cien estudiantes graduados entre los programas de Doctorado y Maestría. Rosales colaboró también en la creación del Postgrado en Filosofía de la Universidad de Los Andes. Creó y dirigió la Revista Venezolana de Filosofía, impulsó y presidió la Sociedad Venezolana de Filosofía, y se ocupó de la dirección de la Colección Pensamiento Filosófico de la editorial Monte Ávila durante dieciocho años. Es miembro fundador del Círculo Latinoamericano de Fenomenología, la Sociedad Iberoamericana de Estudios Heideggerianos y la Sociedad Venezolana de Fenomenología.

Son tareas que exigen entrega y dedicación pero que Rosales ha compaginado con una extensa producción intelectual y una concienzuda actividad docente incluso tras su jubilación. Así lo reconoció la Universidad Simón Bolívar al otorgarle en 1989 la distinción de Profesor Emérito. En 1997 recibió el Premio Nacional de Humanidades y en 2011 compartió con Jorge Eduardo Rivera el Premio Internacional Franco Volpi.

En 2000, la editorial Walter de Gruyter publica Sein und Subjektivität bei Kant. Zum subjektiven Ursprung der Kategorien, fruto de los años de estudio que Rosales ha dedicado a Kant y Heidegger. La editorial Biblos de Buenos Aires publicó en 2010 la versión española con el título Ser y subjetividad en Kant. Sobre el origen subjetivo de las categorías. Esta obra, el estudio de 1970 dedicado a Heidegger, y los libros Siete ensayos sobre Kant (Mérida, 1993) y Unidad en la dispersión, aproximaciones a la idea de la filosofía (Mérida, 2006) constituyen los textos fundamentales de Rosales. A ellos han de añadirse numerosos artículos y conferencias publicados en español, inglés y alemán.

Cuando alguien me pregunta cómo se enseña filosofía, pienso en los seminarios que impartía Rosales y en el modo en que dirigió mi trabajo de doctorado. Rosales hace ver que la primera tarea es la apropiación del pensamiento de un autor. Para ello se ha de conocer su idioma, el léxico y la tradición en que está inmerso. Es la tarea previa que permite adentrarse en los textos del autor, conocer sus conceptos, la estructuración de su pensamiento, los problemas y soluciones que hereda y afronta. Uno aprende, por decirlo así, la gramática de un pensador. Aprende a hablar como él. Pero es el primer paso, porque la filosofía no es dogma sino búsqueda. Y la gramática del pensador se ha de confrontar con las gramáticas de otros pensadores y, todas ellas, en definitiva, con la realidad. Entonces, quizás, puede uno, en deuda con el pasado, aportar esclarecimientos a viejos problemas, formular nuevos problemas e incluso descubrir posibilidades dormidas en los filósofos del pasado. 

Es trabajo lento, solitario, de años, y, si ha estado bien hecho, deja una impronta que, como en el caso del músico o el artesano, resulta manifiesta. Es obvia en las obras de Rosales, como lo era en sus clases o en cualquier conversación que se entable con él. Creo que no es desacertado observar que se trata de un modo de afrontar la filosofía que pareciera estar en vías de extinción. Por un lado, requiere una formación tan amplia, tanta dedicación y tanto tiempo que incluso dentro de las instituciones docentes comienza a ser percibido como un cuerpo extraño. Por otro lado, la filosofía pareciera hoy en día ser sustituida por dogmáticas de todo tipo y por microanálisis en los que la filosofía se agota en la autorreferencia.  

Rosales es conocido internacionalmente por sus obras sobre Heidegger y Kant. En ellas, al igual que en todos sus textos, se pueden apreciar los momentos del ejercicio de la filosofía que acabo de indicar. Interpretaciones agudas e innovadoras se sustentan en un gran conocimiento de la tradición filosófica que le permite confrontar los pensamientos de los filósofos, evaluar su pertinencia y construir un diálogo creativo en el que Rosales habla con voz propia. Este diálogo se prolonga en sus clases, en sus conferencias, en el trato con los amigos. Los estudiantes que han tenido la fortuna de escucharlo han podido asistir a la maravilla y al placer del pensamiento in fieri. No hay mejor enseñanza de la filosofía. Venezuela tiene en Alberto Rosales a uno de sus mejores maestros de filosofía. Yo, además de un maestro, tengo en él un gran amigo y por ambos motivos una sola palabra: gratitud.

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Javier Aoiz es Doctor en Filosofía, profesor titular en la Universidad Simón Bolívar de Caracas, Venezuela.


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