Raul Amundaray
Foto ARCHIVO EL NACIONAL

Ante todo, actor. Muchas veces Raúl Amundaray fue apodado como el «galán de Venezuela», pero demostró en todos los formatos sus habilidades artísticas para interpretar desde principales hasta personajes secundarios. Este martes, a los 80 años de edad, falleció en Houston, Texas.

Nació en la parroquia Santa Rosalía el 18 de mayo de 1939. A los 3 años perdió a su padre, así que su madre asumió también la figura paterna. Es el tercero de cinco hermanos, de la que solo uno es mujer. «Mi procedencia es de una familia humilde, en la que desde niños se nos enseñó a querer al prójimo, observar las buenas costumbres y sobre todo a la unidad familiar«, le relató a la revista Élite en 1969.

Sus estudios comenzaron en el colegio El Buen Consejo, regentado por monjas. Allí empezaron a surgir, como él les decía, «sus inquietudes artísticas». Los fines de semana solían realizar actividades con los representantes en las que daba vida a algunos personajes. Culminó sus estudios de primaria en el colegio Julio Velutini e ingresó al liceo Fermín Toro. Ya en bachillerato, trabajó paralelamente como repartidor de medicinas para contribuir con los gastos del hogar.

Pero faltaba algo. A los 16 años dejó los estudios para dedicarse al arte. No tenía certeza si estaba haciendo lo adecuado. De lo que sí estaba seguro era de su vocación. Durante un año trabajó a escondidas en Radio Difusora de Venezuela, donde intervenía en La novela para ti. Su primera remuneración fue de 25 bolívares. «Una de mis mayores alegrías fue habérselos entregado a mi vieja», relató Amundaray. Luego de una visita de una tía a su casa, la mentira saldría a la luz, pues era oyente habitual de la radionovela.  «Lo que yo creía que sería una catástrofe familiar fue todo lo contrario. Mi mamá se convirtió en mi aliada más firme, dándome consejos oportunos y estimulándome».

Pasó por Radio Cultura, Radio Continente, Radio Tropical y Radio Rumbos. En esta última es donde le aconsejan que incursione en la televisión. Ya en 1963 obtuvo un papel protagónico en Historia de tres hermanas, de Radio Caracas Televisión. Interpretó a un héroe romántico de la independencia llamado Leonardo de Andueza. «Este personaje me abrió definitivamente las puertas a la televisión venezolana», dijo.

En la imagen una fotografía de la telenovela El derecho de nacer con Raúl Amundaray y Agustina Martin | Archivo El Nacional

Sin embargo, es con El derecho de nacer (1967) donde se consagró. Interpretó al médico Albertico Limonta, que quedó por décadas en la cultura venezolana. La telenovela estuvo al aire durante dos años y cuatro meses. En su momento, marcó un hito por su duración. «Este personaje me situó definitivamente en el campo de la televisión venezolana. Muchas veces la gente me manifestó sus sentimientos y muchos creyeron que verdaderamente era médico, sobre todo en el interior cuando hacía mis giras artísticas».

Eva Moreno, Conchita Obach, Doris Well, Lupita Ferrer, Mayra Alejandra y hasta María Conchita Alfonso fueron algunas de las actrices que compartieron con él roles estelares. Pero, sin lugar a dudas, su gran pareja ha sido por siempre Marina Baura, con quien protagonizó clásicos del género como Cristina, La usurpadora, La abandonada, Valentina y Resurrección.

De la radio Amundaray pasó a la televisión. Pero también hizo teatro. Fue uno de los miembros fundadores del Teatro de Cámara de Caracas, donde por tres años realizaron montajes en el Teatro Nacional. También participó en montajes destacados como El asesinato de Delgado Chalbaud, escrito por José Ignacio Cabrujas y dirigido por Román Chalbaud. También protagonizó Drácula, de Bram Stoker, bajo la dirección de Cabrujas en la década de los ochenta. Incluso realizó recitales de poesía. Uno de los más conocidos fue en el Madison Square Garden, en Nueva York, como parte de un festival con otros actores internacionales. En su repertorio incluyó versos de Federico García Lorca, José Ángel Buesa, Andrés Eloy Blanco y Ernesto Luis Rodríguez.

La actriz venezolana Marina Baura acompañada por Raúl Amundaray el 12 de junio de 1990 | Archivo El Nacional

Su gran ambición siempre fue hacer cine. Y ese fue su norte. Incluso en la década de los noventa manifestó su intención de no participar más en telenovelas. «Creo que es hora de darle al público televidente algo distinto, de calidad y con mensajes inteligentes. Ya basta de la eterna historia de la criada que se casa con el millonario. La televisión tiene 37 años y no podemos continuar dándole más de lo mismo al público», explicó a El Nacional.

Poco a poco Amundaray se fue alejando del personaje de galán porque ante todo quería demostrar que era un primer actor: «No solo galán. Esa es mi angustia: probar que soy un primer actor. Fui o me bautizaron como “el galán de Venezuela”, pero prefiero ser “el primer actor de Venezuela”. Tal es el título que me gustaría ganarme por esfuerzo y trabajo».

Agregó: «Ser actor significa para mí llevar un mensaje, ya sea humano, o de otro carácter, hacia el público que me ve y espera de mí y mis actuaciones lo mejor. Creo que es una manera de proyectar ideas y consejos hacia las grandes masas y, además, por supuesto, el actor es la persona que con su trabajo logra aliviar las cargas diarias y preocupaciones inevitables de la vida al brindar con sus actuaciones, y con su arte un rato de solaz y esparcimiento al público que busca en nosotros su refugio, un momento de olvido para sus preocupaciones. Una de mis mayores alegrías es no haberme equivocado en la elección de mi profesión«.

Tuvo tres hijos con Omira Habibe de Amundaray: Raúl, Omira Coromoto y Rodolfo Alberto. Su hija expresó en Facebook: «Mi papá vivió una buena vida. Una que no muchos llegan a vivir. Una vida de fama, privilegio y amor. Antes de ser un amado actor de renombre internacional en el mundo latino, él fue mi papá. Deja una vida de éxito y legado para todos nosotros».


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