Gustavo Cerati
Foto Archivo

El sábado 15 de mayo de 2010 Gustavo Cerati subió al escenario montado en el Estadio de Fútbol de la Universidad Simón Bolívar, en Caracas. Las siguientes dos horas y media ocurrieron según el plan: el músico y su banda dieron un show intenso y cargado, con el repertorio centrado en Fuerza natural, su último disco de estudio. Con la maquinaria encendida a pleno, Cerati y su banda convirtieron al último recital del tramo latinoamericano de la gira en una verdadera descarga eléctrica, que tuvo su coda en una extensa versión de «Lago en el cielo». Lo que ocurrió al regresar al backstage, en cambio, no estaba en la agenda de nadie.

A tono con la energía que irradiaban sus presentaciones en vivo y el estado de celebración del presente de lo más reciente de su obra, Gustavo Cerati pasaba los días de gira en movimiento constante. «No paraba nunca. Si tenía un día se iba a algún lado a pasear y volvía», contó el guitarrista Gonzalo Córdoba a Rolling Stone en 2014. «Era de salir mucho a la noche, era muy activo en eso. Salía a comer después de un show, después a una fiesta, y lo veías a la mañana y le decías: ‘¿Descansaste?’. Y te contestaba: ‘No, pero no importa, después descanso un rato». Incluso cuando su entorno más cercano le imploraba que aprovechara alguna noche libre para reponer horas de sueño, Cerati no podía con su genio y terminaba abandonando su habitación de hotel en la madrugada.

«Gustavo estaba como con cara de cansado. Después, él volvió al camarín y se quedó solo», recordó Richard Coleman en julio de ese año en una entrevista con Clarín. Mientras sus músicos cenaban o dejaban su vestuario escénico, Cerati decidió comer en soledad luego de una foto grupal (un ritual que celebraban tras bambalinas en cada concierto) a la que llegó cansado y algo extraviado. De acuerdo con quienes estuvieron presentes esa noche, cuando el ingeniero Adrián Taverna y el asistente Nicolás Bernaudo fueron a verlo, lo encontraron despatarrado en un sillón con la camisa desabrochada, por lo que corrieron a buscar ayuda médica.

Consciente pero sin poder hablar, Cerati fue internado esa noche en la clínica La Trinidad de Caracas, donde fue sometido a varios exámenes en pos de poder dar con un diagnóstico para sus síntomas. El músico había tenido ya algunos problemas circulatorios heredados de una trombosis que lo obligó a posponer el comienzo de la gira Ahí vamos, en 2006, por lo que el diagnóstico parecía coincidir con el de una isquemia. Todavía consciente, Cerati quedó esa noche en observación y se sometió a más exámenes al día siguiente. El lunes 17 por la mañana el músico se desvaneció y debió ser intervenido de urgencia: el informe médico señaló que el autor de «Puente» había sufrido «un edema cerebral con deterioro progresivo de sus cuadros neurológicos». Gustavo Cerati había sido víctima de un accidente cerebrovascular.

Una vez que su familia pudo realizar el trámite diplomático correspondiente, el 7 de junio el músico viajó desde Venezuela a Argentina en un avión ambulancia. Cerati viajó bajo la observación atenta del jefe de la unidad de cuidados intensivos del Centro La Trinidad. Tras aterrizar en Buenos Aires, fue trasladado a la clínica de rehabilitación Fleni. A finales de octubre, el ex Soda Stereo volvió a ser trasladado, esta vez a Alcla, una clínica de permanencia en el sector de Núñez. En un contexto de hermetismo inquebrantable, todos en su entorno se turnaban para visitarlo y hacerle compañía en su habitación, en el primer piso, donde permaneció por los siguientes cuatro años.

A pesar de que sus allegados veían con cierta alarma el ritmo de vida que Cerati venía llevando en los últimos meses de su accidente, lo cierto es que nadie vio nada que se pareciese a una inminente señal de alarma. Fuerza natural había inyectado en su carrera una energía renovada, plagada de sonidos, texturas y nuevos timbres. Lo que en un comienzo había sido un espectáculo partido en dos con las canciones nuevas en un primer bloque y un repaso de su carrera solista en el segundo, como puede comprobarse en el álbum grabado en vivo en Monterrey al comienzo del tour y publicado el año pasado, ahora fluía sin distinciones temporales.

El contexto elegido para el último show de la gira parecía diseñado a tono con las postales oníricas en las que transcurren varias de las canciones de Fuerza natural. Ubicada en una montaña y rodeada de árboles, por la noche el predio de la la Universidad Simón Bolívar se plagó de nubes bajas que por momento incluso invadía al escenario, escondiendo a los músicos detrás de una neblina misteriosa.

Tras una selección de 24 canciones que llegó a incluir «Trátame suavemente», el tema de Los Encargados que popularizó Soda Stereo, Cerati se despidió del público venezolano. «Un regalo, no mío, de la naturaleza, o de lo que sea, para todos. Un lago en el cielo, que acá estamos bien alto», remató luego de presentar uno por uno a los músicos que lo acompañaban en escena. Lo que siguió fue la canción de Ahí vamos, con la que el ex Soda Stereo solía cerrar sus shows desde hacía algunas fechas. Pero lo que hasta ese entonces tenía una duración determinada, de repente se volvió una jam inesperada que parecía no tener final.

«Esa noche, no sé por qué estaba arengadísimo y el solo duró minutos y minutos. Fue impresionante, él estaba en llamas», contó el guitarrista Gonzalo Córdoba a Rolling Stone en 2013, y la filmación de esa coda no hace más que darle la razón. A lo largo de un pasaje instrumental con ambiciones de extensión eterna, Cerati recorre el escenario de punta a punta sin soltar su guitarra a medida que toca. Una vez terminada la canción, el músico se retira con los brazos en alto y una frase («¡Hasta la próxima, chau!») de una despedida que se resignificaría con el paso de los años.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!