Por Waldo Contreras y Gerardo Mojica

El trabajo docente universitario representa un reto para los profesionales de cualquier área, más para los egresados en especialidades distintas a la educación, pues nunca han tenido un contacto previo con las acciones áulicas. Actualmente, las universidades brindan la oportunidad a otros profesionales para cursar estudios dirigidos a potenciar las competencias requeridas para su labor en los ambientes universitarios.

Los docentes noveles de reciente egreso de las aulas tienden a presentar mayor número de problemas en su desempeño debido a la falta de preparación académica para enfrentarse a estudiantes universitarios. El docente que ya ha pasado por otros niveles educativos no presenta esta dificultad, o logra superarla rápidamente.

Con respecto a las competencias básicas, en lo referido a la planificación y evaluación, aunque el docente formador recibe muchas veces un programa con el cual debe secuenciar la dinámica de su aula, ha sido evidente que al momento de planificar se mantiene una estructura rígida; caracterizada por lo normativo antes que lo flexible.

Las estrategias, técnicas e instrumentos de trabajo siguen una línea tradicionalista: exposiciones, pruebas, entre otras que se ajustan al criterio del docente, con alguna o poca participación por parte del estudiante en el proceso de evaluación.

A pesar que el docente universitario tiene la capacidad para planificar y organizar, asimismo es recurrente observar que esta planificación es muy normativa, y el profesor se convierte en un mero cumplidor de los objetivos propuestos; llega a la universidad, imparte su clase programada y se retira del recinto universitario sin prestar atención a otros elementos que envuelven la cultura universitaria.

Otra de las competencias básicas está referida a los procesos de adaptabilidad que debe poseer el formador; en este sentido, se encuentra que la flexibilidad pedagógica es vista como un elemento esencial en la práctica del formador. Así se llega a afirmar que si un docente no es flexible, anula las posibilidades creativas de sus estudiantes, puesto que los métodos que emplea el docente siempre deben estar relacionados con las características del grupo que le ha tocado instruir.

El sentido de pertenencia es otro punto álgido dentro de los aspectos analizados. Las competencias interpersonales, competencias sociales, básicas para un profesional docente, aducen problemas de falta de tiempo y el trabajar en varias instituciones, razones por las cuales el docente no puede realizar otras actividades fuera de su carga académica.

En cuanto a la capacidad para la creatividad e innovación didáctica, se ha evidenciado poco espacio en la forma de actuar del profesional universitario que ejerce la docencia, lo que se corresponde con la planificación tradicional conductual presente en todas las universidades.

La principal causa de la ausencia de esta capacidad se enmarca en la resistencia al cambio por parte de los educadores, tanto noveles como antiguos. Esta característica del formador se mantiene en la práctica a pesar que la universidad le brinda al docente una serie de beneficios académicos que le permiten acudir a formarse de la manera que desee. Muchos lo hacen, pero se forman en áreas que no son de su especialidad, lo que produce la poca aplicabilidad de los conocimientos adquiridos.

La capacidad de adaptación a los cambios muestra estrecha relación con la premisa anterior; así como una manifiesta actitud de expresar el hecho de que el docente se encuentra desfasado con respecto a su realidad, pues una cosa es lo que piensa el docente y otra muy distinta laque piensa la sociedad. Así como que tampoco se ve esa proyección que tiene quedarse de la labor del docente hacia su comunidad.

La línea general pareciera ser que el entorno se adapte al docente y no lo contrario. El formador de formadores no se encuentra preparado para el manejo de su inteligencia emocional. Los conflictos que se producen en el aula, son derivados de la ausencia de esta capacidad.

En el caso de las competencias genéricas presentes en los formadores de docentes en la universidad venezolana, se detecta que aún en el ambiente universitario, con profesionales altamente capacitados, no se tiene claro el concepto de autonomía de cátedra y ha sido utilizado como bastión más coercitivo que pedagógico a la hora de aplicarlo en las funciones del aula.Caso contrario, la capacidad para la resolución de problemas se encuentra en un nivel alto en los formadores universitarios. Otro aspecto esencial en la labor docente como lo es la argumentación, encuentra un alto sitial  en los formadores universitarios ya que poseen dentro de su práctica pedagógica una alta capacidad para este proceso argumentativo y para manejar adecuadamente los elementos comunicacionales.

Existe poco o ningún acercamiento entre los estudiantes y su formador. Las relaciones establecidas son las de docente alumno; la separación se hace evidente y son pocas las muestras de confianza y afecto entre los protagonistas de esta actividad profesional. De la misma manera, la capacidad para ser empático se ve disminuida en las relaciones docente alumno.

El docente líder de otrora ha perdido su espacio en el recinto universitario; la literatura muestra el deber ser del docente líder, pero la realidad es otra. El docente universitario solamente se dedica a dar sus clases enmarcado en un cronograma rígido y es poco el tiempo que dedica al intercambio social, menos aún al contacto con las comunidad a pesar de ser una de sus funciones dentro de espacio académico universitario, en lo que respecta a la extensión.

En cuanto a las competencias específicas de la profesión docente se puede determinar que el docente que labora en la universidad venezolana se caracteriza por ser un profesional apegado al conocimiento generado en otros espacios; son pocos los docentes que desarrollan un acto pedagógico centrado en hallazgos nacionales o locales, menos aún los hay quienes utilizan para su práctica pedagógica materiales desarrollados por ellos mismos e investigaciones de su propia autoría. En el área de la enseñanza, el mejoramiento docente no es cosa que se pueda dar automáticamente y si el docente se aboca simplemente a transmitir contenidos tal como lo aprendiese en su época de estudiante se quedará relegado y será superado fácilmente por cualquiera de sus estudiantes, momento este que ningún docente quisiera ver llegar. De la misma manera, los docentes formadores universitarios,presentan deficiencias en el desarrollo de habilidades cognitivas básicas (generalización, representación,análisis y síntesis). Igualmente, el tomar decisiones no es una capacidad que se encuentra muy arraigada en los docentes universitarios. La toma de decisiones es vista como una función más de la gerencia general universitaria que de la acción pedagógica, lo que induce un reduccionismo en la manera de pensar del formador.

Sin embargo, la capacidad de modificar constructivamente los propios planteamientos se encuentra presente en los docentes formadores de formadores; esto lleva a pensar en un docente crítico de su propio accionar pedagógico que lo induce a mejorar su proceso áulico en la medida en que lo somete a la reflexión.A pesar de todo ello se pone de manifiesto una gran capacidad para el compromiso ético en la labor que realizan los educadores. En este mismo sentido, el docente universitario manifiesta capacidad para el trabajo en equipo así como para el trabajo autónomo, no así para establecer relaciones con la comunidad que se encuentra alrededor del centro universitario.

El uso de las tecnologías de información y comunicación por parte de los profesores universitarios presenta dos facetas resaltantes. Una de ellas muestra a un docente que, a pesar de estar en pleno siglo XX, todavía se abstiene de utilizar las TIC en los procesos de enseñanza y de aprendizaje. En el otro extremo, se hallan los docentes que han asociado la práctica educativa con una dependencia total de estas tecnologías hasta el punto que por el simple hecho de falta de fluido eléctrico no pueden realizar su actividad académica.

Al analizar las competencias que son requeridas a los docentes en su labor pedagógica de acuerdo con las exigencias curriculares universitarias, se puede expresar que la universidad y sus protagonistas se encuentran a la espera de un formador plenamente identificado con su labor pedagógica; pero, sobre todo, que se constituya en un pilar fundamental del desarrollo social. Las exigencias sociales,aunque actualmente se encuentran desfasadas con las exigencias de la universidad,propende a un educador más humano, centrado en el proceso educativo de la formación del nuevo ciudadano, el cual está pensado en el sujeto como participante de un colectivo democrático, imbuido por procesos de trabajo colaborativo y a la par de un pensamiento autónomo y de autodeterminación para la ejecución de sus labores, siempre pensando en el bien colectivo.

Un docente más humano, formado en y para el servicio comunitario, que dirija parte de su accionar pedagógico a las transformaciones de la sociedad en aras del bienestar colectivo. Es así como se logra identificar a un docente enraizado en la comunidad a la cual sirve y en la que desempeña su trabajo educativo; no un individuo aislado en la tradicional concepción del docente “poseedor del conocimiento” solamente para “transmitirlo” en los ambientes áulicos, sino, por el contrario, en un docente conocedor y manejador de saberes, que comparte con sus estudiantes y media el proceso de aprehensión de otros conocimientos, dentro de la más profunda concepción constructivista. Con respecto al docente formador y las TIC, se piensa en un docente en permanente actualización tecnológica; un formador capaz de llevar al aula distintas estrategias basadas en el uso de estas TIC, de tal manera de generar en el estudiante el deseo de acceder a la información de múltiples y variadas maneras, sobre todo porvías enmarcadas en el aprovechamiento de las potencialidades tecnológicas de las casas de estudios universitarios. Esta formación debe incluir no sólo el uso de las plataformas virtuales sino también la generación en el estudiante del sentido de conservación de la energía que soporta el funcionamiento de los equipos, así como la propia conservación del equipo.

De aquí se concluye que si dentro de la universidad se mantiene una enseñanza conductista, mal podríamos esperar que a las aulas de otros niveles educativos lleguen profesores con visión constructivista. De igual manera, se puede decir que si el docente universitario no tiene claras sus competencias profesionales, sino se adecua a las exigencias de la sociedad y de los cambios, de la misma manera estará formando al futuro formador, lo que señala un futuro escabroso para los docentes cuando se integren al sistema educativo como docentes en servicio.

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