Por Ana Acevedo

“Cuando nos encontramos delante de una situación que no podemos cambiar, el reto consiste en cambiarnos a nosotros mismos” (Viktor Frankl).

En los últimos tiempos y lo que ha transcurrido del siglo XXI, se ha impulsado un nueva perspectiva para comprender el desarrollo personal de los seres humanos. Este enfoque está basado en la resiliencia, constructo teórico que alude a factores que propician positivamente que un individuo se sobreponga de manera saludable a cualquier problema u obstáculo que se le presente en el transcurso de su vida. Se caracteriza por la búsqueda de las fortalezas de las personas frente a la adversidad y se ha considerado que los sujetos tienen la capacidad de construir competencias internas para sobreponerse a las experiencias negativas y fortalecerse en el proceso.

La forma con la que nos enfrentamos a la vida tiene un gran impacto en lo que nos sucede; la predisposición, la actitud previa ante cualquier situación  determina cómo respondemos a ella. Años de investigaciones y experimentos demuestran que la manera como uno decide responder ante los problemas y cuestiones que se le plantean cada día influye en el resultado.

En efecto, el ser humano requiere de herramientas y recursos para superar las heridas y traumas del pasado; los acontecimientos que nos arrasan física y psicológicamente van dejando una huella importante en nuestra biografía. La manera en la que cada persona se sobrepone y vuelve a empezar, determina nuestra personalidad en muchos aspectos. Ese talento nace de una fortaleza interior que todos tenemos, desarrollada en menor o mayor medida: la resiliencia.

Como puede observarse, la resiliencia siempre ha estado presente en la realidad humana; sin haber surgido este término, existen infinidades de historias que demuestran que las personas poseen una capacidad para sobreponerse a las dificultades y de crecer hacia  una evolución positiva  en su vida. Se ha convertido en tópico de investigación porque está asociada a la salud mental y a los mecanismos de adaptación al entorno por parte del individuo.

Este término viene del latín resilio, que significa volver atrás, volver de un salto, resaltar, rebotar, replegarse. Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adverso. El concepto de resiliencia ha ido ganando significación en diferentes contextos, principalmente en  el ámbito de la salud y luego se ha extendido a otras disciplinas como la educación, la psicología, el trabajo social, con aplicaciones en el campo de las empresas y del bienestar público.

Cabe agregar, que la resiliencia es la capacidad humana universal para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas o incluso ser transformado por ellas, es parte del proceso evolutivo y debe ser promovido durante toda la vida en contextos tan significativos como la familia, la escuela, la comunidad, el trabajo y demás contextos inmediatos de allí que es importante destacar, que esta capacidad lleva implícita una actitud transformadora para seguir adelante con el aprendizaje regenerador.

Además, la resiliencia puede ser modulada por factores de riesgo y de protección. Los factores de riesgo representan las variables personales y del entorno que aumentan la probabilidad de respuestas negativas en las situaciones adversas. Por su parte, los factores de protección, son el conjunto de variables, del sujeto y del contexto, que potencian la capacidad de resistir a los conflictos y de manejar el estrés. En el contexto de la resiliencia, riesgo y protección permanecen en constante movimiento, es decir, por ser el riesgo inherente a la vida, si hay un contexto de seguridad que pone límites aparece la protección para contrarrestar los efectos del riesgo.

Es evidente entonces, que los factores protectores juegan un papel preponderante en la capacidad de ser resiliente, de allí que están presentes en el contexto personal, familiar, y social. En lo personal, la autoestima, convivencia positiva, asertividad, altruismo, flexibilidad de pensamiento, confianza en sí mimo, independencia, sentimiento de valía, locus de control interno, iniciativa y sentido del humor. En lo familiar, tiene que ver con el apoyo y comprensión que se les proporciona a los integrantes de la familia, así como también un ambiente de estabilidad emocional. Los factores sociales son aquellos relacionados con la comunidad, las normas sociales, el medio socioeconómico y el geográfico.

A manera de colofón, una persona resiliente posee las siguientes características: (a) son conscientes de sus potencialidades y limitaciones; (b) asumen las dificultades como una oportunidad para aprender; (c) se rodean de personas que tienen una actitud positiva; (d) son flexibles ante los cambios; (e) son tenaces en sus propósitos; (f) afrontan la adversidad con humor y (g) buscan ayuda en los demás y el apoyo social.

Por todo lo anterior, la Resiliencia transforma nuestra vida y nos permite crecer internamente para desarrollar al máximo los talentos y potencialidades, lo que permite una mayor efectividad y realismo en la solución de los problemas, con alternativas más saludables, física y psicológicamente. Te invito a vivir de manera plena asumiendo una actitud resiliente.

 

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