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Islas caribeñas como Aruba, Antigua y Barbuda, Las Bahamas, Santa Lucía o Dominica dependen casi íntegramente del turismo. Debido a la pandemia por el coronavirus, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe prevé que la llegada de visitantes a estos países se desplome entre 57% y 75%.

Este hundimiento supondrá entre 22.000 millones y 28.000 millones de dólares menos de ingresos en países que en las últimas décadas lo han fiado todo o prácticamente todo al turismo.

“Todas las islas caribeñas lo están pasando mal y mi expectativa es que, aunque las fronteras ya se hayan reabierto y el turismo esté regresando poco a poco, las llegadas no regresarán a los niveles previos hasta que haya vacuna. Serán tres años muy duros”, indicó a El País de España Robertico Croes, especialista en turismo de la Universidad Central de Florida.

Este año el número de turistas que lleguen a estos países caerá a niveles de dos décadas atrás incluso en el mejor de los escenarios.

“Sus gobiernos tendrán que mirar más allá de las herramientas tradicionales para asegurarse de que el sector turístico esté en posición de continuar su contribución sustancial cuando la crisis se disipe”, señalaron Henry Mooney y María Alejandra Zegarra, del Banco Interamericano de Desarrollo.

Aruba

Aruba, frente a las costas venezolanas, es, según los últimos cálculos del propio BID, el país más dependiente del turismo del mundo, seguido por Maldivas y Bahamas. La contribución directa del turismo al PIB supera con creces 27% y la indirecta roza 90%, igual que en el empleo. Todo es, de una u otra forma, turismo.

En estas circunstancias, la sequía turística causada por el coronavirus hundirá la economía entre 12% y 19% este año.

Actualmente 20.000 arubanos, la quinta parte de los residentes en la isla, están recibiendo un subsidio de 550 dólares, la mitad del salario mínimo, tras haberse quedado sin trabajo. Y a la extensa nómina de trabajadores públicos también se le ha reducido el sueldo 12%.

“Muchos pensaron que esto sería solo por dos meses, gastaron ahorros y ahora no pueden aguantar seis meses o más”, añadió Frans Ponson, miembro de una asociación que reúne a dueños de pequeños negocios en la isla.

Tras dos meses de cierre de fronteras en los que solo registró 105 casos y 3 muertes por  covid-19, la isla caribeña de Aruba se enfrenta a un momento crítico que marcará el devenir de los próximos meses: el de abrirse de nuevo al turismo.

El primer fin de semana de julio se vieron por las calles de su capital, Oranjestad, los 200 primeros visitantes europeos, un número ínfimo para los más de 100.000 que recibía cada mes, principalmente de Estados Unidos y Canadá.

Durante esta pequeña reactivación aparecieron cuatro nuevos casos de contagio, lo que obligó a las autoridades a revisar el plan de abrirse a los vuelos de Estados Unidos, hoy el mayor foco de la pandemia.

“Entiendo la necesidad de la reapertura, porque la economía está muy mal, pero si se descontrolan los casos la catástrofe económica puede ser peor. Aunque sigas las normas, estamos expuestos, con dos semanas de la frontera abierta ya tenemos casos nuevos”, destacó Ponson.

Otras islas caribeñas como Antigua y Barbuda, Las Bahamas, Santa Lucía o Dominica, con una dependencia del turismo de entre 36% y 54% del PIB y de entre 33% y 49% del empleo, están en una posición similar.

“Nuestras cifras apuntan a una contracción del sector turístico global de entre 20% y 30%, pero esta estimación probablemente se quede corta en los países más dependientes”, explicó Pamela Coke-Hamilton, de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo.

“A la luz de estas cifras es evidente que, sin asistencia internacional, las consecuencias económicas de la pandemia serán devastadoras”, concluyó.


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