Hank Aaron / Archivo

El 8 de abril de 1974, en Atlanta, Hank Aaron disparó el más célebre de sus jonrones, uno que le dio la fama de la que todavía disfruta.

Aaron llegó esa noche a 715 cuadrangulares, uno más que Babe Ruth, quien desde la década de los 20 era el líder de todos los tiempos en las Grandes Ligas.

El slugger de los Bravos sacó la pelota en el juego inaugural en la sede su equipo, en el tercer choque de los indígenas en esa temporada.

Aaron se convirtió en un símbolo

Aaron recibió múltiples cartas amenazando su vida durante el receso entre campañas, por ser de tez negra, jugar en el Profundo Sur y amenazar la marca de una leyenda de la cultura popular de los Estados Unidos, de tez clara.

Eran tiempos en los que todavía los descendientes de antiguos esclavos luchaban por conseguir sus derechos civiles, que habían conquistado en los sesenta a costa de enormes sacrificios y esfuerzos.

El relato de Vince Scully, memorable voz de los Dodgers de Los Ángeles, resaltó ese aspecto luego de que Aaron cruzó las almohadillas.

La carrera del toletero derecho estaba cerca de su fin. En 1976 disputó su último compromiso y se retiró con 755 vuelacercas.

El premio al mejor bateador de cada liga en la actualidad lleva su nombre, en homenaje de la MLB: el Hank Aaron Award.

Barry Bonds finalmente se adueñó del primer lugar en la cuenta de todos los tiempos, a comienzos del siglo XXI y con ayuda de sustancias prohibidas, como admitió ante el Gran Jurado del caso Balco.


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