El covid-19 golpea fuerte la salud de las personas y de la actividad económica en todas sus áreas. El hipismo no es la excepción y la paralización de las carreras de caballos en Venezuela supone pérdidas e inestabilidad para el Instituto Nacional de Hipódromos (INH), propietarios, jinetes, entrenadores y demás trabajadores de la industria del turf nacional.

Ya son dos semanas sin pruebas públicas en La Rinconada y Valencia y los costos de no dar la partida- aunque sea a puerta cerrada como ocurre en los Estados Unidos y otros óvalos latinoamericanos- empiezan a inquietar a los principales actores de una actividad hípica ya de por sí bastante deprimida por la crisis económica que azota al pais.

El coronavirus golpea la industria de las apuestas deportivas

El primer perjudicado es el INH que tiene varias vías de recaudación, por ahora cerradas por la suspensión de las competencias. La principal de ellas es la jugada en los dos hipódromos, que totalizan tres reuniones de carreras a la semana.

Si bien el ente hípico que preside Antonio Álvarez no publica el total de todas las modalidades de apuestas en las jornadas, sí informa el monto de de la jugada del 5y6. En la reunión del 8 de marzo en La Rinconada, el monto apostado alcanzó los 1.395.648.000 bolívares o lo que es lo mismo 19.384 dólares al cambio, de los cuales el INH se queda con aproximadamente el 60% y reparte el resto a los ganadores. Siguiendo la referencia, el organizador del espéctaculo se puede embolsar 11.630 dólares en un programa, solo en el otrora juego de las mayorías.

Claro que los montos del 5y6 varian, pero los domingos son los días en los que más se sella y la cifra generalmente está sobre los mil millones de bolívares. Los sábados el monto suele rondar los 800 millones y los viernes entre 400 y 500 millones de Bs.

El INH tiene otras entradas importantes como los cobros a los centros hípicos de todo el país por la señal satelital y la concesión de la jugada en las máquinas vende pagas. Cada establecimiento de apuestas, según su clasificación, debe vender un mínimo por carrera para seguir operando y, obviamente, sin competencias en La Rinconada y Valencia ese dinero no llega al Instituto. Las cuotas a los propietarios por la ocupación de los puestos en las caballerizas y el valor de las inscripciones por los distintos llamados de carreras son otras fuentes de ingresos. Sin programación no hay recaudación por cada competencia.

Los propietarios salen muy perjudicados

Después del INH, los propietarios son los actores más perjudicados por la suspensión del espectáculo hípico. Mantener mensualmente a un caballo de carreras varía entre 200 hasta 500 dólares al mes en promedio. Y si el ejemplar no compite y no tiene la posibilidad de figurar para sumar un premio en metálico, el dueño de la divisa- quien suele poseer más de un purasangre- tiene que hacer un esfuerzo mayor para mantenerse al día con el cuido del animal, que incluye alimentación, medicinas y pago de entrenador y personal de cuadra.

Julio Rodríguez, propietario de la flotilla de caballos del stud Azatlán, admite que habrá pérdidas y espera que se reanuden las carreras lo más pronto posible: «La situación de nuestro hipismo no escapa de la afectación global generada por el coronavirus. La pandemia traerá una pérdida significativa para todos los que hacemos vida en la actividad, empezando por el propio INH».

 

«Esperamos que en un futuro cercano se reanuden los programas de carreras, cumpliendo con los protocolos de seguridad que exigen las autoridades del Estado», agregó el inversionista hípico, quien aboga por la realización de jornadas a puerta cerrada como una posible salida para el espectáculo.

En La Rinconada, el premio por ganar la carrera de perdedores- el grupo más discreto de la población equina- es de 30.600.000 bolívares o unos 425 dólares al cambio, lo que, según Rodríguez, sirve para la manutención de un mes o mes y medio para un equino, pues de ese dinero se debita el 25% para el jinete, el entrenador y el capataz.

No obstante, un empleado de una conocida cuadra en el circuito capitalino apunta que, en la mayoría de los casos, los propietarios no pueden costear la campaña de un finasangre con las bolsas por cruzar la raya en el primer puesto, pero admite que «algo ayudan». Y sin reuniones no se cuenta con ese «alivio».

«Los premios no son tan buenos. Un propietario no mantiene un caballo con un primero, eso es mentira, pero algo resuelve». ¿Cómo completa para mantenerse al día? Casi siempre con las apuestas, y sin pruebas públicas, no hay esa posibilidad. «Aquí más que todo es por jugadas, que si los puestos- modalidad que consiste en dar o recibir una cantidad determinada de ubicaciones en el marcador-y se mueve plata», agrega el empleado.

El único «beneficio» que tiene el propietario por la paralización es una baja en la pensión que se le paga al entrenador por el cuido de los corceles, ya que sin competencias no hay necesidad de aplicarles medicación precarrera, el item más costoso cada mes.

Y los demás trabajadores

Los jinetes, al igual que los preparadores, ganan por porcentaje de figuración. Un látigo que hace vida en La Rinconada también se refirió a los bajos premios, pero admitió que una paralización prolongada sería muy perjudicial para todos. «Los jockeys se mantienen por porcentajes, no son altos, pero nos dan un respiro y ayudan bastante. Todos pierden si no hay programas. Las carreras son necesarias para todos los que trabajamos en el hipodromo», resaltó el destacado fusta.

Luego de los jockeys y entrenadores, la cadena económica también incluye a los caballerizos, trabajadores muy importantes porque son los que suben a los cuadrúpedos a la pista en las jornadas de entrenamientos y carreras. Un caballerizo de La Rinconada explicó cómo es su remuneración.

«A nosotros nos pagan los propietarios. No nos afecta tanto el paro», señaló el caballerizo, aunque luego aclaró que también entra en el esquema de ganancias por la llegada en el marcador- del primero al quinto- del equino que cuida. Si no se da la partida, ese dinero extra se queda en el aparato y no llega al bolsillo.

«El premio al primero es más o menos aceptable. El segundo es el 50% de eso. De allí para abajo no alcanza ni para un fresco», sentenció el trabajador.


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