bailarines Juegos Olímpicos
Foto Archivo

Bajo el techo de cristal de un estudio parisino, unos 50 bailarines lo dan todo, agitando puños, saludando y afinando sus movimientos, en la última sesión del proceso de selección para las ceremonias de apertura de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos.

«Bien, pasemos a la siguiente coreografía», dice en inglés uno de los dos coreógrafos del equipo del director artístico olímpico Thomas Jolly (sus nombres se mantienen ocultos por pedido de los organizadores), que está al frente de la sesión de casting.

Descalzos o con zapatillas, camiseta o chándal con el número que se les ha asignado, los candidatos van marcando pasos, hacen preguntas a los coreógrafos y luego actúan en pequeños grupos ante un jurado de seis o siete personas.

Tras un tema en el que los cuerpos se retuercen y giran, llega otro de tinte más tribal. Al ritmo de la percusión, los bailarines, con los pies firmemente plantados en el suelo y los puños cerrados como boxeadores, ejecutan unos movimientos rápidos y espasmódicos y terminan a su antojo, improvisando.

En una sala contigua hay otro grupo ensayando, casi listo.

Haciendo estiramientos tras su actuación, Guillaume Cursio, un bailarín contemporáneo y de jazz moderno de 25 años, jadea.

«Estoy cansado, lo he dado todo», asegura. «Tenía que ser fluido y preciso al mismo tiempo», agrega, con la esperanza de haber convencido al jurado.

Tras este fin de semana de casting, el último de una serie de cuatro iniciados en enero, se seleccionarán «cientos de bailarines», indicó a la prensa Marie-Catherine Ettori, directora adjunta de ceremonias del Comité Organizador de los Juegos de París-2024.

Unos 3.500 bailarines se postularon al puesto anunciado en el mundo de la danza y en redes sociales. De estos, se seleccionó a un millar, previo examen de sus candidaturas, que luego pasaron a la audición, explicó Ettori.

«Una gran oportunidad»

«Buscamos todo tipo de bailarines, sobre todo [de estilo] contemporáneo, muy técnicos, pero también breakers, hiphoperos«, destacó la otra coreógrafa, cuya identidad también se reservó.

El 26 de julio, durante cuatro horas, el público podrá contemplar la actuación de estos artistas repartidos en una decena de escenas, a lo largo de 7 kilómetros a orillas del Sena. «Por eso necesitamos perfiles artísticos muy diferentes», precisó la coreógrafa.

Lo mismo cabe para la apertura de los Juegos Paralímpicos, el 28 de agosto, que también estará marcada por una presentación en el exterior. En este caso será en la plaza de la Concordia, con «actuaciones nunca vistas», prometió Jolly.

Otro criterio de selección de los bailarines fue su disponibilidad hasta el inicio de los Juegos Olímpicos. Los ensayos se realizarán en grandes hangares y en una base náutica.

Musa Jebbo, un bailarín de 27 años de «freestyle, krump, contemporáneo, hiphop», afirma que sintió las exigencias de los coreógrafos como un «desafío». Si al final resulta escogido entre los bailarines, el reto supondrá «una gran oportunidad, no todos los días París acoge unos Juegos Olímpicos».

«Tuvimos que aprender coreografías muy diferentes muy rápidamente», señala por su parte Emmanuelle Grach, una bailarina independiente de 36 años.

Para ella no es fácil «ceñirse a lo que se nos pide sin dejar de mostrar quién eres». Aún así, apunta que en el casting hay buen ambiente, pese a que «todos [quieran] el puesto, ¡desde luego!».

 

 


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