El bulevar periférico -la autopista de circunvalación que marca los límites de París- es una frontera mental. Al otro lado se abre otro mundo: la banlieue, o el extrarradio. Desconocido y mitificado. La banlieue es el lugar en el que Francia proyecta sus fantasmas, sus frustraciones. Escenario de disturbios o vivero de islamistas

Kylian Mbappé -perfecto producto de la banlieue de París; hijo del extrarradio más duro y la más puro; revelación en Rusia- encarna el renovado sueño de esta Francia diversa y cohesionada. Mbappé nació en 1998 en Bondy, una ciudad de 52.000 habitantes a 12 kilómetros del centro de París. Su padre es de origen camerunés; su madre, argelino. Ambos, deportistas.

Las instalaciones de la AS Bondy, donde Mbappé se formó, son una auténtica cantera del fútbol francés. En su despacho en pabellón del club, el director deportivo, Jean-François Suñer contabiliza hasta 16 profesionales en activo, entre ellos Sebastian Corchia, que juega en el Sevilla, y, claro, Mbappé. Buena parte de la selección francesa -Paul Pogba, Blaise Matuidi, y N’Golo Kanté- son hijos del extrarradio de París. Hoy llegaron a las semifinales en el Mundial de Rusia con el triunfo por 2 a 0 sobre Uruguay.

Suñer, hijo de una valenciana y un catalán que llegaron después de la guerra, conoce a Mbappé desde que nació. Cuando tenía 5 años, se dio cuenta de que era especial. ¿Cuándo exactamente? «Cuando lo vi con la pelota en los pies. Es un talento natural”.

La filosofía de Suñer y de la AS Bondy es sencilla: “Les decimos a los chicos y a los padres: lo primero es trabajar en la escuela. Si después vemos que puedes ser profesional, te ayudaremos. Antes de formar futbolistas, formamos hombres”, añade. Y recuerda el caso reciente de dos chicos de 10 y 11 años a los que, por mal comportamiento en la escuela, se los dejó fuera de un partido.

“Muchos quieren que sus hijos tenga éxito para salir de la banlieue”, dice Suñer. «No nos vamos a engañar».

En ciudades como Bondy, y más con fenómenos como Mbappé, el fútbol corre el riesgo de ser la única esperanza de muchos padres para prosperar, de encontrar ahí -no en la escuela republicana- el ascenso social que en la vida civil se atasca: los currículums sin respuestas, la discriminación silenciosa.


Con cabeza fría

«Antes de Mbappé, el hecho de venir de Bondy podía ser un factor de discriminación para buscar trabajo. Hoy sucede lo contrario: puede ser positivo», dice Mahmoud Bourassi, que la semana pasada volvió de Rusia tras animar a Francia con un grupo de jóvenes de la ciudad. Pero Bourassi avisa contra el peligro de confiar excesivamente en el fútbol para arreglar Francia.

Los disturbios en la noche anterior en Nantes, después de que la policía matara a un joven en un control policial, son un recordatorio. Como lo son las ilusiones que despertó la victoria de la Francia de Zinedine Zidane -otro hijo de los barrios multiculturales- en 1998. Cuatro años después, el Frente Nacional (FN), partido de ultraderecha contrario a la inmigración, llegaba a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. “Hay que mantener la cabeza fría”, dice Bourassi. “Como hace Mbappé cuando le comparan con Pelé”.


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