Yandy Díaz mostró su fuerza y capacidad chocadora con el Caracas. Le faltaba aprender a levantar la bola / Archivo

Empeñarse en una estéril discusión sobre la supuesta existencia de una pelota salidora en las Grandes Ligas impide ver el rumbo que está siguiendo este deporte y disfrutar en toda su dimensión de casos como el de Yandy Díaz, el “milagro” cubano de los Rays.

No hay pruebas de que la Rawlings o la MLB hayan decidido cambiar la bola. Sus voceros han dicho repetidas veces que los materiales son los mismos y que la única variación está en el uso de una mejor tecnología, que permite ubicar el centro de corcho que lleva la pelota en el centro exacto de la esférica.

Es verdad, como antes ese centro podía estar “descentrado” por uno o más milímetros, la parábola de los elevados podía verse afectada. Y ahora, en cambio, esa parábola puede permitir que la pelota viaje más lejos, al ser más continua. Vale, es un punto a favor de la teoría de la conspiración.

Pero esa es apenas una pequeñísima parte de la historia, como lo demuestran casos como el de Díaz, la estrella ascendente que acaba de sentenciar con sus jonrones a los Atléticos de Oakland.

El antillano es ejemplo patente de cómo un equipo con bajo presupuesto, como los Rays, puede sacar provecho de aquello que otros no ven, utilizando las herramientas disponibles hoy y aplicando una mirada creativa, inteligente.

La gerencia de Tampa Bay vio que Díaz era uno de los toleteros que le daba a la pelota con más fuerza, cuando pertenecía a los Indios. También notó que tenía uno de los ángulos menos pronunciados en el swing en todas las Mayores. Quizás podría lograr hits, pero no estaba dando los extrabases que los scouts, los radares y sus condiciones naturales decían que podía sumar.

¿Qué hicieron los floridanos? Primero, adquirirlo en un cambio con Cleveland. Y luego, preparar un plan de trabajo para cambiar de plano su forma de batear, adaptándola a los nuevos tiempos.

Al llegar al Spring Training, el infielder vio cómo los orientales ponían rejas protectoras desde la antesala hasta el short, en la división entre el cuadro y el outfield. Se trataba de esas defensas que se usan para cuidar a los coaches que lanzan las prácticas de bateo. La llaman “La Gran Muralla de Prevención de Roletazos”. Se usa en algunas universidades y se usa en la bahía de Tampa.

El resultado de ese entrenamiento fue forzar un cambiar en la mecánica de bateo de Díaz y otros más con características similares. Lograr que cambiaran rollings por flyes. Por más potencia que pueda llevar un rodado, no sirve para acumular cuadrangulares.

¿Qué sucedió? Que el cubano pasó de un jonrón en 120 apariciones a 14 en 347. Su slugging subió de .422 a .476, porque aumentó su frecuencia de extrabases.

Detengámonos un momento aquí. Los aficionados con más tiempo ante los diamantes son los más críticos frente a la fiebre jonronera. Entre ellos es donde más ha prendido la fábula de las pelotas intervenidas. Pero seguramente recordarán la primera recomendación que nos daban nuestros profesores, cuando éramos chamos y jugábamos felices: “No hagas swing hacia arriba. El swing de beisbol es recto, es en el softbol donde el swing es de abajo hacia arriba”.

Pues resulta que hoy campea el swing de softbol en las Grandes Ligas. Y no es una especulación. Está medido. Lo captan los radares que ahora exponen hasta el número de revoluciones por minuto de una curva lanzada por Jesús Luzardo. Y los resultados son obvios. Díaz es un ejemplo claro, pero hay muchos más.

La sabiduría tradicional también decía que “Hombre pequeño que levante la bola es out”. ¿De cuándo data esa expresión? De los tiempos del Chico Carrasquel, de Luis Aparicio, de David Concepción, de Antonio Armas. Hasta los años 90, cuando además estalló la moda de los esteroides, las pesas estaban prohibidas para los jugadores profesionales. Sí, prohibidas. Las consideraban contraproducentes. Armas lo cuenta siempre, todos sus bambinazos fueron por fuerza natural; en su vida levantó ni una mancuerna.

Los hombres pequeños de hoy hacen pesas y se alimentan mucho mejor que en los tiempos de Pompeyo Davalillo o Enzo Hernández. Por eso José Altuve dio 31 vuelacercas este año y Davalillo sacó ninguno durante su fugaz estadía arriba. Por eso y por el swing angulado hacia arriba que citamos antes.

Pero hay otro elemento más, eso que se llama approach y que por no tener traducción literal llamaremos actitud en el plato. Organizaciones enteras han ordenado trabajar desde Clase A con un swing largo y angulado, buscando más jonrones. Ese todo o nada explica en parte la lluvia de tablazos y sobre todo la epidemia de ponches. Los pitchers que tienen la sospecha sobre la pelota nada dicen sobre la ración extra de chocolates que ahora reparten.

¿Por qué los lanzadores desconfiados y los fanáticos acusadores piensan así? Porque no están viendo el cuadro completo. Aquí lo que menos importa es la bola, porque el ángulo del swing va hacia arriba, hay programas de fortalecimiento físico que buscan crear más masa muscular y un approach que favorece el swing largo que hale los envíos y los envíe lo más lejos posible (lo que se busca contrarrestar con el ajuste defensivo, ya que los toleteros como Miguel Cabrera, dispuestos a batear hacia la banda contraria, son ahora menos).

No prestar atención a todo esto nos roba el placer de poder apreciar en toda su dimensión lo que está pasando con Díaz, por ejemplo. Pero también le roba a los desconfiados la posibilidad de criticar lo que verdaderamente está pasando, o de valorar y disfrutar (como es el caso de este cronista) la evolución de este deporte, que cada vez se parece menos al beisbol que se jugaba en los años 80, del mismo modo que aquel se parecía tan poco al que se jugó en los 40… y así sucesivamente.

En la vida, en este mundo, lo único permanente es el cambio, decía Heráclito de Efeso. Lo que no evoluciona, lo que no se adapta a los tiempos, desaparece, se extingue. En los diamantes ocurre una profunda evolución, cada vez más rápida porque cada vez hay más herramientas tecnológicas que permiten hallar filones novedosos para ganar más juegos. Lo saben bien los Rays, el club con menor presupuesto y uno de los que tienen mayor creatividad en la MLB. Y en eso tienen muy poco que ver las supuestas pelotas operadas.

Que lo diga Yandy Díaz.

@IgnacioSerrano

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