La LVBP siempre ha coincidido en octubre con los playoffs y la Serie Mundial / Archivo

¿Qué pasará si la temporada de Grandes Ligas finalmente se disputa y coincide con la LVBP? ¿Qué ocurrirá con el beisbol del Caribe, con la pelota invernal en general, si las propuestas de extender el calendario de la MLB hasta noviembre o diciembre se hacen realidad?

Hay aficionados preocupados ante esa perspectiva, aunque parece complacer a la fanaticada en general este debate que busca salvar la mayor parte posible del torneo, en caso de que el covid-19 permita la reanudación del deporte espectáculo en Estados Unidos.

Los equipos, la Asociación de Jugadores y el comisionado de la Gran Carpa parecen coincidir en la disposición a mover las acciones y fijar la Serie Mundial en una fecha que ronde el Día de Acción de Gracias, que este año toca el 26 de noviembre.

El superagente Scott Boras va más allá, al exponer un proyecto que pauta para el 26 de diciembre un eventual séptimo duelo del Clásico de Otoño.

¿Cuánto afectaría a la LVBP si algo así sucediera? ¿Permitirían desde las Mayores que Hispanoamérica tenga su tradicional festejo? ¿O más bien multiplicarían las limitaciones y torpedearían la actividad al sur del Río Grande?

Hay una realidad difícil de contradecir en la pelota actual, descrita por el admirado John Carrillo a través de una metáfora elocuente: el beisbol venezolano (y vale para todo el beisbol invernal) es una fiesta donde se baila al son que toca un grupo de músicos prestados.

Hace décadas la relación era otra. En el norte se veía como aliadas a las ligas locales y los salarios que aquí se pagaban eran comparables con lo que podía ganar un bigleaguer joven en las Grandes Ligas. Ahora no. Ahora pueden ser un estorbo, porque desean tener a las estrellas y prospectos nacionales en sus respectivos circuitos. Y como el poder económico está en la MLB, no acá abajo, ya sabemos qué pasa al final de esta historia.

El punto es que esto no será mejor ni peor en caso de que la Serie Mundial se realice uno o dos meses más tarde. La relación seguirá siendo la misma, con un marcado desequilibrio. Los grandeligas en su mayoría estarán ausentes y los más prometedores talentos tendrán que esperar a febrero —al Spring Training— para regresar a los diamantes.

Dos hechos recientes permiten prever qué pasará si finalmente ocurre la solapación de calendarios.

El primero se repite cada octubre. En las décadas recientes, los playoffs de la Gran Carpa ocupan todo el mes, mientras comienzan las justas en México, República Dominicana y Venezuela. Ya sabemos que es la parte más floja de cada campaña, pero no es porque aumenten las restricciones en esa fecha, específicamente, sino porque los eventuales protagonistas quieren tomarse algunas semanas de descanso, antes de incorporarse para actuar en la segunda mitad de la ronda eliminatoria.

Pudiera ser que un grupo más importante falte al inicio esta vez, aunque no debería ser una ausencia masiva, porque los equipos de las Mayores no van a alargar hasta octubre o noviembre la acción en sus granjas, ya que están buscando más bien reducir costos, mientras salvan la temporada arriba. Quién quita, hasta puede que en esta oportunidad sí vean motivos para que algunos jugadores de Triple A, Doble A y Clase A completen en sus propios países el total de innings que necesitan sumar este año, para así mantener su desarrollo ascendente. Ojo con ese filón, nada descartable.

El segundo hecho acabamos de vivirlo. El torneo 2019-2020 de la LVBP fue vetado por la MLB y sin embargo salió avante. ¿Que pudo ser mejor? Por supuesto. Fueron demasiadas las ausencias forzosas. Pero en las últimas semanas se llenaron los estadios, hubo buen beisbol en enero y en la 2021-2022 los rosters estarán mejor dotados, porque se reportarán los ligamenoristas y aquellos veteranos con residencia legal en Estados Unidos, que en la pasada edición se abstuvieron.

Así que ¿qué pasará si la temporada de Grandes Ligas finalmente se disputa y coincide con la LVBP? Pues no debería haber mucha novedad. Las justas del Caribe se llevarán adelante, los de siempre recordarán los viejos buenos tiempos y los que puedan irán al estadio, conscientes de la evolución que ha ocurrido en la pelota regional en las últimas décadas y contentos de saber que, al menos, siguen participando de la fiesta que aún es el pasatiempo nacional.


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