Los umpires han recibido ayuda de la tecnología para hacer un mejor trabajo / Archivo

Malas decisiones arbitrales en momentos cruciales, especialmente en la postemporada, ocasionaron que hoy exista el auxilio de las repeticiones de TV para tratar de hacer justicia con lo que realmente pasa en el terreno. Malas decisiones arbitrales en esta Serie Mundial hacen evidente que se acerca el momento de dar el siguiente paso y comenzar la era de los umpires-robot.

Ojo, que no es tan malo como suena al oído de los tradicionalistas y parece estar funcionando bien en la Atlantic League, que ha sido el campo de pruebas de la MLB.

Y sobre todo, no va a ser peor que lo que acabamos de ver en los tres encuentros celebrados en Washington, en los que, para colmo de males, los fallos (que ocurrieron en contra de ambos equipos) terminaron perjudicando especialmente a los Nacionales, desde esos envíos cantados como bola que tan mal le sentaron a Aníbal Sánchez, el viernes, hasta el ponche inexistente contra Víctor Robles, el domingo, durante lo que ha podido ser y no fue la reacción providencial de los capitalinos frente a Gerrit Cole.

Los hombres de negro son humanos. Y aunque el manager Dave Martínez fue duro en pleno juego (“¡Estamos en la Serie Mundial, despiértate!”, le gritó a Lance Barksdale), sus palabras después de la tercera caída son el mejor relato que un buen deportista podría hacer: “No me sentaré aquí a hablar mal de un umpire. Lance siempre ha hecho un buen trabajo. Los que están aquí presentes lo están precisamente porque han sido los mejores de esta campaña”.

El caso es que el jonrón de dos carreras de Carlos Correa no debió existir, porque el tercer strike llegó justo antes de que el puertorriqueño recibiera un segundo chance. En otra oportunidad, con Michael Brantley al bate, Barksdale incluso le dijo al catcher Yan Gomes que el propio receptor le impidió ver bien el lanzamiento. Absurdo comentario, al que Gomes replicó: “O sea, ¿es mi culpa?”.

Sin ese cuadrangular de Correa, el juego habría estado 2 por 1 en la parte baja del séptimo. Pero la pizarra ponía 4 por 1 y para colmo, tras el boleto a Ryan Zimmerman en ese séptimo acto, Robles recibió la cuarta mala con un pitcheo afuera que el árbitro cantó strike. ¿Qué habría pasado con el duelo por una rayita y dos hombres en circulación para los Nats? Nunca lo sabremos. Lo que sí sabemos es que al dominicano lo poncharon y el inning terminó.

Hay demasiado dinero involucrado como para dejar que las malas decisiones sigan jugando un papel, en una época en la que existe la tecnología para evitarlo. Quien pierda el Clásico de Octubre, sea Houston o sea Washington, dejará de percibir centenares de millones de dólares en ganancias de todo tipo. Hay que ayudar a que los umpires hagan cada día un mejor trabajo, como ha sucedido de hecho con el uso de las repeticiones de TV.

¿Y cómo canta bolas y strikes un robot? Ese es el temor de muchos: desde el horror de tener una máquina encendiendo luces, sin alguien detrás del plato para dictar las sentencias, hasta la pérdida de lo que algunos consideran un aspecto romántico del juego, que son los errores humanos y las protestas que generan.

Lo último no tiene sentido, si lo que se busca es hacer justicia del mejor modo posible. Lo primero simplemente no es real, así que hay razones para estar tranquilos.

Lo ocurrido en la Liga del Atlántico lo ha expuesto. Los árbitros del home llevan un iPhone en el cinturón, que recibe exactamente la misma data que el TrackMan genera para que podamos ver en la pantalla de las transmisiones televisivas si el envío fue bola o strike. Los radares que se usan en las Grandes Ligas son de altísima precisión, mucho más precisos de lo que podemos serlo las personas. Pero el oficial a cargo debe ver bien cada lanzamiento, pues tiene la obligación de corregir a la máquina, si esta comete un error obvio.

Por ejemplo, si un pitcher tira un piconazo y la bola, al rebotar, pasa por zona buena, el TrackMan cantará strike. Es allí cuando el umpire debe intervenir y sentenciar bola.

El espectáculo en general no ha cambiado. Hay decenas de videos en YouTube que permiten comprobarlo. Lo único diferente es que los hombres detrás del home se toman medio segundo más antes de sacar la mano, según lo que escuchen en su audífono y dictaminen en su criterio. Es casi imperceptible.

“Tengo que salir y ver bien cada envío, y estar listo para corregirlo si hace falta”, explica Brian Debrawbere, uno de los umpires de la Liga del Atlántico.

“Funciona bien. Debes ver el pitcheo y decir qué fue”, resume su colega Silvio Martínez Jr.

“Es una experiencia que me ha hecho más humilde, me ha permitido entender que no siempre somos perfectos”, agrega Fred DeJesús, que también trabaja en el circuito independiente.

El ex grandeliga Eric Byrnes fue a ver al TrackMan en acción. Quería probar si funcionaba o no, para poder hablar de ello, pues hoy es analista de MLB.com.

“El juego fue igual a cualquier otro que he visto en mi vida, excepto por un detalle: no hubo un solo pitcheo mal cantado”, sentenció Byrnes.

Si el margen de error arbitral fuera de uno por ciento, que en realidad es mayor, igualmente implicaría miles de pitcheos mal cantados cada año. Después de todo, los bateadores se pararon en el plato unas 200.000 veces en esta temporada. Basta con que un par de yerros coincidan en el momento preciso y el destino de un equipo cambie completamente, decidiendo una Serie Mundial. No puede seguir existiendo ese peligro, existiendo los recursos que hoy se tienen.

Los umpires-robots serán parte del beisbol, más temprano que tarde. Guste o no, es inevitable. Es parte de la evolución de la tecnología. Y viendo lo que acaba de pasar en Washington, conviene empezar a acostumbrarnos a la idea de que algún día no muy lejano van a existir.

@IgnacioSerrano

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