La Vinotinto viajó a Taichung con bien fundadas ilusiones / Foto Prensa Fevebeisbol

Fue un fracaso. No puede verse de otro modo. La Vinotinto que participó en el torneo mundialista Premier 12 viajó a Taichung con una muy bien fundamentada esperanza de meterse en la fase decisiva y luchar por uno de los dos cupos disponibles para los Juegos Olímpicos. Vistos los resultados, fue una decepción.

Pero ¿por qué ese fracaso?

Hay mucho que rescatar de este proceso, iniciado hace un año, cuando la Federación Venezolana de Beisbol nombró a Luis Blasini como gerente general de las selecciones nacionales. Lo que ha seguido a partir de allí es una historia interesante, que rompe la planificación a medias del pasado reciente (y no tan reciente), echando las bases para esa ilusión que ahora se quebró.

Aracelis León, presidente de Fevebeisbol, buscó a un ejecutivo con trayectoria exitosa en la formación de peloteros y en la LVBP. Bien. Y Blasini, en este caso específico, aprovechó las circunstancias únicas creadas por el veto a Venezuela de la MLB para armar un roster competitivo.

Ha sido la primera vez en décadas que la Vinotinto ha acudido a un torneo internacional de mayores con un equipo de primera línea, excluyendo el Clásico Mundial. Habíamos visto, una y otra vez, divisas que llevaron el tricolor a todo tipo de competencias con nóminas compuestas por jugadores en sus últimos años de servicio, que ya no pertenecían al sistema que forman los 30 clubes de las Grandes Ligas y además eran prescindibles en el circuito profesional criollo.

Esto tenía sus razones: la gran carpa pone a funcionar sus engranajes entre marzo y octubre, mientras que las ligas invernales ocurren de octubre a febrero, contando la Serie del Caribe. Era muy complicado formar una escuadra atractiva en tales circunstancias. Este deporte, a diferencia del fútbol y de casi todos los demás, no se organiza alrededor de las citas que dependen de la federación internacional. El Vaticano de los diamantes es la gran carpa, que impone su ley en todo el orbe.

Tampoco se habían creado los incentivos para que jugar en la Selección Nacional fuera atractivo. León y Blasini lo hicieron esta vez, al aprovechar la coincidencia de varios factores: los ligamenoristas podían sumarse, al no poder reportarse a la LVBP; el premio de acudir a los Juegos Olímpicos es un caramelo que todos quieren probar; y jugadores de ligas independientes competitivas aceptaron de buen grado postergar la pelota local, ante los incentivos planteados por una buena organización.

La escuadra nativa se preparó durante dos semanas en México y Taichung. Hubo juegos interescuadras, sucesivas jornadas de práctica y cuatro topes amistosos ante rivales del Premier 12. Se invirtió tiempo y dinero, mucho dinero, para hacer las cosas como tenían que hacerse.

Le entregaron la conducción a Carlos Subero, un coach de Ligas Mayores, mencionado hasta el mes pasado por la prensa estadounidense como candidato a eventualmente ser entrevistado para dirigir en la MLB. Contó con un buen cuerpo de coaches, encabezado por el veterano Carlos García. Y ante la imposibilidad de que jugaran bigleaguers, la idea de buscar hombres que son protagonistas indiscutidos en la acción del Caribe parecía la adecuada.

Así llegó la Vinotinto a este compromiso. Con dos victorias convincentes ante México y Cuba, dos derrotas muy estrechas frente a México y Australia, una planificación aparentemente correcta y la clara ilusión de poder lograr algo bueno, especialmente porque el pitcheo se lució en los cuatro topes amistosos y porque había bateadores de quienes esperar varios tablazos.

No sucedió eso. ¿Por qué?

Esta vez no hay nada que achacar a la organización. Los malos resultados sucedieron por lo ocurrido en el terreno. El pase a la ronda decisiva se perdió en un inning, al caer ante Japón, el martes. Ese es el gran favorito, con su equipo salido de la NPB (una clara ventaja, al no poder participar bigleaguers), ocupante del primer puesto en el ranking mundial.

Los pupilos de Subero ganaban por dos carreras, a falta de seis outs, cuando sus bomberos perdieron la brújula. Dieron ocho bases por bolas en un episodio. Los nipones anotaron seis con apenas un hit. Elvis Escobar y Anthony Vizcaya, dos buenos apagafuegos, pusieron a arder el rancho. Miguel Socolovich, el relevista de más crédito en el staff, tampoco pudo hacer el trabajo.

Cada quien puede tener su idea de cómo debió manejarse el pitcheo criollo. Así es el beisbol: todos tenemos nuestra opinión, muy válida en muchos casos. Pero hay algo de infortunio en lo que pasó en esa entrada, y es llamativo que al día siguiente, contra Taiwán, Socolovich volviera a resbalar, ahora sin el apoyo de una ofensiva que nada pudo ante los anfitriones, el país que ocupa el cuarto lugar del escalafón y que contaba con un estadio lleno de aficionados, gritando y aplaudiendo por su selección.

Así es el beisbol. Un lapsus puede costar la eliminación. Venezuela, novena en el ranking, no pudo sorprender a los favoritos, aunque estuvo a punto ante los japoneses (y tenía que vencerles, tal como todo pasó).

Queda ahora otro chance, en el Preolímpico de 2020. Será en marzo, en Arizona, lo que permitirá volver a preparar una novena competitiva, sin restricciones de la gran carpa.

Allá se entregarán los últimos dos cupos para Tokio, y si Fevebeisbol mantiene esta forma de hacer las cosas, tan distinta a lo que veníamos viendo en este siglo y en algunas décadas del anterior, la Vinotinto habrá ganado algo muy importante, más allá de los resultados: credibilidad, a partir de hacer las cosas con correcta planificación.

@IgnacioSerrano

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