Cardenales espera que Máximo Castillo sea pronto uno de sus abridores / Foto Prensa Dunedin Jays

Seis peloteros en un solo canje. Casi nunca ocurre algo así en el beisbol profesional, no digamos en la LVBP. Hay que ir a julio de 2018 para encontrar el último traspaso semejante en nuestra pelota. Ya por eso vale la pena dedicar un par de columnas a evaluar el pacto que esta semana sellaron Tigres y Cardenales.

Pero hay algo más: porque se trata de media docena de jugadores, porque hay prospectos, veteranos y jóvenes que aún no han mostrado lo mejor, se trata de una transacción que pudiera tener consecuencias durante largo tiempo en nuestra liga.

Aragua entregó a Wilking Rodríguez, Gabriel Moreno y Máximo Castillo. Lara entregó a David Martínez, Anthony Jiménez y Wilson García.

El gran público, el que sigue a las demás divisas, quizás lo pase por alto. Pero este movimiento incluso puede marcar sucesos importantes de próxima temporada.

Veamos hoy el caso de los pájaros rojos. Han tenido el mejor staff de pitcheo en el último lustro. Por ello, suman cuatro finales consecutivas y dos coronas al hilo. Y quieren más, claro está.

Rodríguez debería ayudar a que sea así. Es un talento innato, a quien únicamente detuvieron las lesiones. Llegó a las Grandes Ligas en 2014, por esa recta cercana a las 100 millas por hora, y los Yanquis quisieron sumarlo a su bullpen poco después. El brazo no le ayudó, paradójicamente. El nativo de Puerto Cabello se perdió del circuito local y del norte. Después de un lustro de pesares, reapareció en grande con los bengalíes, saludable, soltando la bola a 98 millas por hora. Fue uno de los más eficaces y dominantes setups de la zafra pasada.

El carabobeño no solamente convenció con los rayados; se lució luego en las tres rondas de playoff, primero con las Águilas y luego con Cardenales. El título de los crepusculares tuvo mucho que ver con su incorporación, porque el bullpen de los occidentales implosionó en diciembre y sus mejores brazos debieron trabajar en exceso, perdiendo entonces efectividad.

Los larenses, grosso modo, tienen ahora a Wilking y Pedro Rodríguez, Vicente Campos, al casi venezolano Ricardo Gómez, posiblemente a Felipe Paulino, a los zurdos Yapson Gómez y Elvis Escobar para proteger ventajas. Luce bien.

Pero ojo, dirá alguien: cedieron a uno de sus abridores criollos. El equipo que ha sustentado su éxito en una rotación casi exclusivamente venezolana de pronto pierde a uno de sus pilares. ¿No es eso un paso atrás?

En realidad parece haber sido un paso calculado de la gerencia del Cardenales. La llegada de Ángelo Palumbo, uno de los mejores novatos de la 2019-2020, permite contar con un iniciador adicional que va a estar disponible nuevamente, salvo imprevistos. Junto a Néstor Molina, Williams Pérez y Raúl Rivero, el núcleo sigue siendo grande y fuerte. La desaparición del veto de la MLB permite pensar en el regreso del cubano Jorge Martínez o la contratación de otro pitcher extranjero, uno solamente, para completar el quinteto. Y eso, sin suponer que otro criollo pueda pedir pista, como acaba de pasar con Palumbo y como pasó antaño con Molina, Pérez, Rivero y Martínez.

Si para adquirir algo bueno es necesario conceder a alguien de peso, se entiende el sacrificio. En ese sentido, Lara pudo elegir el mal menor, si puede decirse así. De todos sus monticulistas de largo aliento, entregaron al que ya habían dejado a un lado en la última postemporada, un derecho con experiencia de Grandes Ligas, que no lanzó en todo enero, entre la ronda eliminatoria y la Serie del Caribe.

La pérdida de García y Jiménez es comparable a ese caso. El primero es el pelotero con mejor presente y quizás mejor futuro, un bateador nato, inicialista con algo de poder y buen contacto. Jugó muy poco con los alados, sin embargo. Luego de ser adquirido en otro cambalache con las Águilas, siguió su proceso de desarrollo, pero sin sitio para jugar en Barquisimeto. Se lo impidió la presencia de Rangel Ravelo y José Castillo, primero, y el veto de la MLB, después.

La primera base y el rol de designado están copados ahora por el arribo de Osman Marval, Luis Jiménez y el inminente retorno de Ravelo. En teoría, el ex receptor era sacrificable, aunque en un futuro pueda convertirse en un peso pesado del lineup aragüeño.

Otro tanto puede decirse de Jiménez. Fue adquirido con emoción, cuando era un legítimo valor en ascenso en Seattle. Dueño de las cinco herramientas al dar el salto al profesional, por fin tuvo tiempo y sitio para jugar en la 2019-2020, justo después de ser dejado en libertad por los Marineros.

El balance con el outfielder tampoco hizo de él un imprescindible. Ayudó mucho en la primera mitad, pero luego su producción con el madero cayó. Todavía es joven y no ha jugado más arriba de Clase A avanzada, lo que podría explicar los momentos de aparente desconcentración, que derivaron en despistes defensivos o un exceso de agresividad en el home, convertido en exceso de ponches y una baja en su average.

A Cardenales no le sobran outfielders. Todo lo contrario. Durante esta buena racha de casi un lustro, los jardines han sido patrullados mayormente por los forasteros Paulo Orlando, Welington Dotel, Yordanys Linares, Jonathan Galvez y Alejandro De Aza. Nominalmente es ceder mucho, porque en apariencia se entrega lo poco que se tiene. ¿No quedan aquí desasistidos, con vistas al torneo venidero?

Este parece ser otro riesgo calculado de la oficina. Tomando el hecho de que Jiménez demostró no ser imprescindible, también es sacrificable, sobre todo porque en la 2020-2021 volverán a estar disponibles Víctor Acosta, Manuel Meléndez y Jecksson Flores, ausentes en la pasada eliminatoria, y es muy probable que retornen al menos dos de los importados que tan bien lo hicieron en los bosques exteriores en las justas recientes.

Incluir a García y Jiménez en el paquete permitió adquirir a Moreno y Castillo, dos prospectos legítimos, con buenos números en Clase A. El primero agrega un catcher más a ese buen grupo que forman Francisco Arcia, Manuel Piña, Yojhan Quevedo y Alí Sánchez. El segundo es abridor y pudiera ser el brazo que compense la salida de Martínez en la rotación. Ninguno debería impactar en el corto plazo, pero sí a la vuelta de dos o tres años. Son veinteañeros, tienen talento y ya están en planes para el torneo entrante.

Este es el balance del cambio para Cardenales, al menos desde la óptica de este cronista. En la próxima columna veremos qué ganan y qué pierden los Tigres.

@IgnacioSerrano

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