Oscar Hernández ha prometido que jugará con Magallanes en pocos días / Archivo

Richard Gómez, gerente deportivo de los Leones, adelantó el fin de semana que pronto iba a cerrar un cambio de peloteros con otro socio de la LVBP. No era el anuncio vaporoso de siempre, a través del cual los equipos del circuito le dicen a sus seguidores que están abiertos a este tipo de transacciones. Era más que un vaticinio, una confesión.

Horas después, enviaba a Oscar Hernández al Magallanes, para obtener a Juan Carlos Torres.

Fue un cambio inesperado. No tanto por ocurrir entre los Eternos Rivales, que muy de vez en cuando pactan un traspaso así. Sorprendió porque ambos peloteros involucrados son receptores, los dos están disponibles para jugar en la actual temporada y tienen perfiles radicalmente diferentes.

Hernández es grandeliga. En 2019 sumó su tercera campaña en las Mayores, aunque solo estuvo en la banca de los Medias Rojas, sin llegar a jugar. Torres ya no es ligamenorista. Luego de algunos años como prospecto de los Mets, llegó únicamente a Clase A avanzada y pasó a jugar en sitios tan distantes como Italia o México.

Ninguno tiene perfil ofensivo. O al menos es así en los hechos, aunque el bigleaguer era un prometedor bate en sus tiempos en las granjas de Tampa Bay y el veterano viajero (journeyman, le dicen en el beisbol a ese tipo de peloteros que cambia de uniforme y liga muchas veces, por mucho tiempo), el curtido treintañero, tiene cierta reputación de aporreador y, de hecho, sacudió un cuadrangular en su primer turno en el beisbol profesional local.

Las estadísticas son discretas. Hernández ligó por debajo de .200 entre Doble A y Triple A en 2019 y Torres nunca ha dado más de un vuelacerca por zafra en la pelota criolla. ¿Entonces?

Para entender este cambio hay que precisar las razones por las que cada quien muda de organización y qué necesidad tiene cada escuadra.

Hernández no contaba para los Leones. No jugaba desde 2016 y parecía estar en ese limbo que con frecuencia habitan los peloteros que han congelado relaciones con su conjunto en el Caribe. Los melenudos se acostumbraron a vivir sin él. Era un nombre en una página de Excel.

Torres no es un conspicuo defensor. No ha podido hacer carrera como especialista de la mascota, a diferencia de otros compatriotas que compensaron su falta de ofensiva con potentes disparos a las bases, buenos bloqueos y excelsa conducción del pitcheo.

Los Navegantes ya estaban necesitados de ayuda detrás del home, incluso con el valenciano a bordo. Hernández les ofrece ayuda inmediata en ese sentido, más allá de que pueda o no sumar extrabases. Cuando habló con los ejecutivos eléctricos, mostró deseos de jugar.

Los felinos creen que Torres va a batear. En Nicaragua, por ejemplo, llegó a ser uno de los mejores maderos y últimamente actuó con decoro en la Liga Norteña mexicana.

“No podíamos dejar pasar la oportunidad de agregar un catcher de experiencia, es una posición donde nunca sobra tener más”, explicó una fuente del alto mando turco.

“Necesitábamos fortalecer nuestra ofensiva”, reiteró Gómez.

No ocurren a menudo los pactos entre los Eternos Rivales. Y este es un cambalache intrigante, de esos que es menester ver en qué terminan, para saber si se convertirán en un negocio trascendente.

@IgnacioSerrano

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