Por Ignacio Serrano

Renato Núñez tiene 5 jonrones, líder entre los venezolanos que participan este año en las Grandes Ligas. Viene de una cosecha de 31 cuadrangulares y desde finales de 2018 tiene un lugar en el lineup de todos los días en Baltimore.

Era lo que los scouts esperaban de Núñez cuando firmó como uno de los talentos más promocionados en su generación, allá por 2010, cuando dio el salto durante el proceso de firmas de Julio 2.

Lo que no esperaban los evaluadores era que su consolidación ocurriera con los Orioles, luego de ser uno de los prospectos más promocionados de los Atléticos.

Núñez nunca tuvo el campo abierto en Oakland. Aunque desde 2016 fue llamado varias veces a las Mayores, en realidad apenas recibió el chance de mostrarse. ¿Antipatía del manager? ¿Racismo de la divisa, como a menudo se acusa desde la acera de las teorías de la conspiración? ¿Torpeza? ¿Falta de planificación?

Posiblemente ninguna de esas causas. Los californianos más bien necesitaban que el carabobeño triunfara, porque le dieron un bono millonario cuando saltó al profesional, a comienzos de la década pasada. Que no encontrara lugar en el Coliseum iba a representar una importante pérdida económica. Y si terminaba triunfando en otro lugar, a la pérdida se uniría el doble perjuicio de tenerle como rival.

El problema para Núñez fue crecer como parte de una misma generación con Matt Chapman y Matt Olson. Ellos defendían las mismas posiciones que él. Y el desarrollo de ambos le cerró el paso al criollo. Hoy, Chapman es uno de los mejores antesalistas del beisbol, tanto con el bate (36 vuelacercas en 2019 y 2 guantes de oro consecutivos) como al campo. Y lo mismo puede decirse de Olson en la inicial (también con 36 bombazos el año pasado y una defensa que igualmente le ha dado un par de galardones dorados). Forman, de hecho, la piedra angular de los nuevos y muy competitivos Atléticos.

Así que el nativo de Valencia se topó con una pared. Y cuando se quedó sin opciones en su contrato, y no podía ser bajado sin más, Oakland lo puso en waivers, con la esperanza de que nadie lo tomara. Pero lo tomó Texas. Y tras una corta pasantía en Arlington, que empezó con promesa y terminó en slump, volvió a waivers y apareció Baltimore.

Hablamos ya de mediados de 2018. El tan esperado buen momento de Núñez había llegado.

A partir de entonces le hemos visto como jugador de todos los días, abriéndose paso en su primera justa con los Orioles, consolidándose en la segunda zafra y asumiendo un rol estelar en esta, su tercera.

Los paquidermos son testigos de su éxito desde la Costa Oeste, quizás con amargura, pero ¿qué más habrían podido hacer?

La historia de las Grandes Ligas está llena de relatos así. Jugadores que tuvieron una y otra y otra oportunidad frustrada en un club, hasta que finalmente encontraron el campo abierto en otro distinto y florecieron. En cierto modo le pasó a Melvin Mora con los Mets, o a Hernán Pérez y Eugenio Suárez con los Tigres, por citar algunos casos.

Nadie ejemplifica mejor esto que Franklin Barreto. Además, con el agravante de que, meses atrás, tanto el piloto Bob Melvin como la gerencia le prometieron tiempo de juego. Este sería su año. O lo tomaba, o perdería el tren. Llegado el Spring Training, bateó. Y al retomar la pretemporada, se llenó de elogios en el Summer Camp.

¿Qué ha pasado después? Pues que Barreto, en su cuarto torneo arriba, apenas ha recibido cuatro turnos al bate. La promesa no se ha cumplido. El caraqueño ha triturado el pitcheo contrario en las Menores, también en la LVBP, fue un prospecto muy promocionado en Toronto y llegó a la bahía como la pieza principal en el canje por el estelar Josh Donaldson. Y nada.

Es cierto que no bateó en años anteriores, cuando recibió un rato de acción. Pero ahora, que parece listo para el desafío, se encuentra en la banca, posiblemente sin que entendamos por qué.

Esta vez no hay Chapman ni Olson. Melvin ha usado a otros tres infielders antes que a él. Chad Pinder y Vimael Machín no han podido batear. Pero el cuarto en liza, el veterano Tony Kemp, tiene .455 de promedio de embasado, lo que respalda su titularidad. Mala suerte, quizás. ¿Cómo se sienta a alguien que se pone en circulación la mitad de las veces que va al home?

Los Atléticos ganan, mientras Barreto espera. No lo quieren perder. Saben que ahora deberán ponerlo en waivers para sacarlo del roster activo. Pero él todavía es joven. Tiene 24 años de edad y un futuro brillante que todavía le espera, posiblemente en otra ciudad.

@IgnacioSerrano

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