el Paris Saint-Germain
Foto Archivo

Cuando el Paris Saint-Germain juega de local, el rugido del estadio hace temblar los vidrios de la corresponsalía parisina de La Nación, ubicada a 300 metros del Parc des Princes. Pero este domingo, esos bramidos se trasladaron a Reims, a la capital mundial del champagne, la ciudad donde durante siglos se coronaron casi todos los reyes de Francia.

“Leo I, un rey en Reims”, tituló el popular periódico deportivo L’Équipe, apostando, tal vez con un poco de osadía, a que todo el mundo comprendería la alusión.

Las huestes parisinas, partidas al este a ocupar las 22.000 butacas del estadio Auguste-Dalaune para ver debutar a Lionel Messi y a su dream-team, abandonaron París pero dejaron una retaguardia: Ahmed, cinco años, montaba la guardia frente a un solitario estadio, tres horas antes de las 20:45, hora francesa, cuando debía comenzar el partido a 153 kilómetros de París. Alto como tres cuartas, imperturbable, sólidamente aferrado a su minúsculo monopatín, vestía una camiseta de la selección argentina con un 10 en el pecho coronado por un MESSI.

-¿No crees que esa camiseta está al revés?

-Sí. Pero me la pongo así para poder ver el 10 en el espejo.

No lejos de ahí, la mamá de Ahmed lanzó una mirada al cielo y sonrió.

Su papá está tratando de abonarse con urgencia a Amazon Prime (la única plataforma que transmite el partido en Francia) para poder sacarlo de aquí, según explicó.

El papá de Ahmed no fue el único. Contrariamente a los españoles, que pudieron seguir el match en abierto, los franceses, precipitadamente y en avalancha, tuvieron que desembolsar 12,50 euros para abonarse a la única plataforma que lo transmitió en el país.

Esa fue una de las razones por las cuales la casi totalidad de los restaurantes argentinos de la capital francesa decidieron no ofrecer las imágenes a sus clientes.

“Cada vez se vuelve más complicada la historia de los abonos de televisión. Un día la transmisión la hace Bein TV, otro día es Canal+, ahora es Amazon, después es otro. Cuando uno tiene que administrar un restaurant, no tiene tiempo de ocuparse de todo eso”, dijo a La Nación el gerente de Malena, ubicado en el 119 bis de la rue Monge, en pleno Barrio Latino.

Como él, todos los establecimientos parisinos especializados en comida argentina que estuvieron abiertos ayer en París confirmaron su voluntad de no pasar el partido “aun teniendo una pantalla de televisión”. Ese fue el caso de Palermo, Ferona, Casero, La Porteña, Fulano, Santa Carne y La Estancia.

Marina Gratzas, la encantadora dueña de 05 by La Querencia, el último restaurant argentino inaugurado en el distrito 15 poco antes de la pandemia, aseguró: “A pesar de una nutrida fiesta de 15 años, haremos lo posible para ofrecer a nuestros clientes imágenes del partido”. Otros, en plenas vacaciones, permanecieron cerrados, como La Recoleta, Único, Volver, Biondi, Caminito, Sur, Loca o el Bistró Agustín.

El colombiano Mauricio López estuvo entre los muchos fans que se quedaron en su casa a ver el match del Paris Saint-Germain por televisión.

“Me parece genial que el mejor jugador del mundo esté ahora en el Paris Saint-Germain. Es un momento muy especial para todos. Ahora espero que este equipo nos traiga por fin la Champions, que hace tanto esperamos”, le dijo a La Nación.

En este último fin de semana de vacaciones, en vísperas del retorno a clases para los más pequeños, los fans que no fueron a Reims y no se quisieron quedar en sus casas, no tuvieron más remedio que reunirse en pequeño comité en los pocos pubs que subsisten en París. Allí es posible ver un partido y disfrutar de una buena cerveza con amigos.

“No hubo mucha gente, la verdad. Lo esperábamos. Es domingo, mañana comienzan las clases y tampoco era seguro que jugara Messi”, dijo Marina, la gerente del Saint-Hilaire, en el 2 rue de Valette, en el distrito 5°. En la sala, unas 20 personas que seguían con extrema atención el partido festejaron en ese mismo momento con tanta algarabía como si estuvieran en el estadio el primer gol de Mbappé a los 15′ del comienzo. Por entonces, el crack planetario seguía en el banco.

“Esperábamos que Messi no jugara. Pero si no lo hace será una decepción. Por suerte tenemos a Mbappé, que es un auténtico genio”, reconoció Pierre-Antoine Rouvret, rogando que “Kylian desista de irse del PSG”.

Poco después, en el Thirsty Mad Cat el ambiente parecía más animado.

“No hay la cantidad de gente que esperábamos. Pero este fin de semana, sumado el nuevo pase sanitario, no es el mejor de todos”, reconoció Maïa, la responsable de ese pub ubicado en la rue Montmartre, en el distrito 2 de la capital.

Unos 45 habitués, que no pudieron viajar a Reims, los ojos fijos en la pantalla gigante del establecimiento, comentan, consumen, gritan, aplauden y critican, todo al mismo tiempo.

“No entiendo por qué este debut tuvo que hacerse en Reims. La hinchada del PSG esperaba que Messi jugara su primer partido en el Parque de los Príncipes. No importa si hay explicaciones de calendario. El club acaba de comprar al mejor jugador del mundo, su debut debía hacerlo en París”, opinó Frédéric Pinçon, sentado frente a cuatro vasos vacíos de cerveza y el quinto en vías de extinción.

Pero en este domingo gris y desangelado —y en todos los demás del año, en realidad—, el pub con más ambiente para ver un match en París es el Rush Bar. Ubicado en pleno corazón del popular barrio de la Bastille, en el 32 de la rue Saint-Sébastien, a dos pasos de la concurridísima calle peatonal de La Roquette, con el tiempo se ha transformado en la cita obligada de los fans de deporte. Una reunión que, de pasablemente animada, pasó a bordear la locura cuando Lionel Messi entró en la cancha exactamente a los 65 minutos y pocos segundos después hizo un pase digno de un duende, según Franck Pinot, que gritaba a voz en cuello hasta que pareció al borde de las lágrimas.

De ahí en más, fue un campeonato de superlativos: “Es un monumento del fútbol mundial”, “más grande que su propio deporte”, “nunca, nunca soñé con ver a la Pulga con la camiseta del PSG. Ahora me puedo morir tranquilo”.

Pensándolo bien, por suerte la Pulga no es difícil de pronunciar para los franceses. Lo dicen con la facilidad de un merci. Hubiese sido terrible que se apodara Guadalajara.

Pero volviendo al pequeño Hamed, fue un error no pedirle que dijera la Pulga. Incluso Guadalajara. Cuando uno es hincha del PSG a los cinco años y lleva la camiseta con el 10 de atrás para adelante “para poder verlo hasta en el espejo”, seguro que es capaz de cualquier milagro.


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