Panamá celebró hace un año la conquista de la Serie del Caribe / Archivo

Panamá jugaba la Serie Latinoamericana cuando, a finales de enero, surgió la posibilidad de que se convirtiera en el país anfitrión de la Serie del Caribe. Transcurrieron apenas 10 días entre la confirmación de la noticia y la inauguración del torneo. Los Toros de Herrera llegaron a esta nueva cita con un pobre balance de 2-4 en el torneo que disputaban previamente, aquel en México, y hasta el último día no contaron con el favoritismo de los analistas. A pesar de todo eso, protagonizaron nuevamente la historia de la Cenicienta, con final feliz.

El abridor Harold Araúz encaminó una sólida labor colectiva que limitó en una carrera a los campeones de Cuba, el grandeliga Manuel Corpas salvó su cuarto juego del torneo y unas 10.000 personas celebraron en el estadio nacional Rod Carew, al caer el último out de una justa que se cumplió con decoro, pese a las premuras, y que cerró con pizarra de 3 por 1 este domingo, en la jornada deinitiva.

Los astados llegaron a la competencia con una escuadra reforzada, si cabe usar aquí el término, con jugadores amateurs y peloteros procedentes de otros circuitos, salidos de los participantes de la Serie Latinoamericana, donde chocan cada enero los campeones del istmo y de Nicaragua, Colombia, Argentina y la Liga Veracruzana.

Ni siquiera tenían derecho de cobrar premios en la justa. La Confederación de Beisbol Profesional del Caribe determina que solamente sus miembros oficiales pueden recibir la recompensa en metálico, que terminó en manos del tercer lugar (las Estrellas de República Dominicana, 100.000 dólares) y del cuarto (los Charros de México, 60.000 dólares).

Cubanos y panameños no son parte de la Confederación y participan como invitados, aunque se espera una pronta expansión que incluya a canaleños, nicas y colombianos.

Los Toros ganaron tres de cuatro duelos en la ronda eliminatoria y avanzaron a la final, tirando por tierra los malos augurios, predicciones que, ciertamente, se sostenían sobre bases creíbles: ¿quién podría predecir que un club con un shortstop amateur, Javier Guerra, terminaría llevándose cuatro de cinco duelos, y que ese mismo Guerra sería elegido Jugador Más Valioso?

Sencillos de Allen Córdova y el nicaragüense Elmer Reyes empujaron las dos primeras carreras ante Freddy Asiel Álvarez, el iniciador de Las Tunas, que trabajó con solamente tres días de descanso, como el día anterior su compatriota Lázaro Blanco.

Carlos Benítez remolcó la única de los antillanos, en la alta del quinto, con un indiscutible, y Rodrigo Vigil llevó a casa la última del juego y de la serie, en la baja del séptimo, con otro hit.

No necesitaba más el bullpen de Panamá, que se encargó de sellar la victoria, con Corpas como el protagonista final.

Los istmeños únicamente habían ganado un Clásico de Febrero, el segundo, en 1950, y las tres veces que lo organizaron vieron celebrar a Cuba. Esta vez no. Esta vez montaron ellos la fiesta y festejaron en grande, cuando el último cayó y le dio a esta Cenicienta su “happy ending” anhelado.


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