Cardenales y Caribes dividieron en la eliminatoria, ganando cada quien los juegos disputados en casa / Archivo

Nadie ha sido tan exitoso en los últimos años como Cardenales y Caribes. Lara ha disputado las últimas 4 finales. Anzoátegui es el único club de la LVBP que ha estado presente en las últimas 10 postemporadas. Y desde este domingo, ambos chocan en una final que recuerda la serie decisiva de hace 2 años, cuando también se pelearon el título.

En 2018 los crepusculares eran favoritos. Aquella vez ganó la tribu sin contemplaciones. Esta vez no hay manera de adelantar quién luce más fuerte, como dejaron en claro al dividir durante la ronda eliminatoria y al pasar por encima de rivales muy bien armados en la semifinal.

Rotación

Caribes transitó la eliminatoria con una rotación adecuada, mejor que su bullpen, aunque con algunos puntos débiles. Los vacíos se llenaron en los últimos dos sorteos de peloteros eliminados, al hacerse de Logan Darnell, primero, y ahora de Félix Doubront.

La tribu tiene cinco brazos para el largo trecho, con la necesidad de decidir qué hacer. Puede enviar a uno de ellos al bullpen o emplear a los cinco en un innecesario exceso, tratándose de una serie de siete juegos con dos fechas de descanso.

Cardenales llega al lance con la mejor rotación de la ronda eliminatoria y también de enero, aunque la mejoría de su rival ha sido significativa, como bien lo probaron los Tiburones en la semifinal. Con los crepusculares están Raúl Rivero, Henry Centeno —de sólida actuación desde noviembre, ambos—, Williams Pérez y Néstor Molina, los últimos dos con un buen enero, especialmente Pérez.

Lara ha hecho normal que sus iniciadores lleguen al sexto, séptimo tramo, a pesar de medirse con alineaciones tan competitivas como las que presentaron Magallanes y Zulia. Pero Anzoátegui, que no pudo contener a las Águilas, aprobó con nota sobresaliente el desafío de La Guaira, el segundo elenco más anotador del torneo.

Bullpen

Las estadísticas favorecen ligeramente a los orientales, que maniataron literalmente a los Tiburones. El manager Jackson Melián pudo dar orden al que al comienzo era su lado flaco, empezando por la consolidación de Léster Oliveros como cerrador, la mejoría de veteranos como Jean Toledo y sorpresas agradables como Ángel Duno o Ángel Lezama.

Luis Ugueto también tuvo problemas graves en el relevo. La lesión de Leonel Campos y el bajón que sufrieron el cerrador Pedro Rodríguez y Jesús Sánchez sobrecargó de trabajo a Vicente Campos y Ricardo Gómez, que pagaron el exceso de uso con un descenso en su rendimiento. El piloto logró recomponer el cuadro sobre la marcha y en plenos playoffs, algo que parecía impensable. El último día, en Maracaibo, quedó todo finalmente arreglado.

Ahora Vicente Campos es el hombre del séptimo pasaje, mientras Rodríguez y Gómez se alternan los dos actos finales (el primero lanzará cuando haya varios zurdos en el camino, el segundo lo hará preferentemente ante derechos). El recién adquirido Wilking Rodríguez aporta un cuarto brazo para esas instancias. Daniel Álvarez y un Leonel Campos recuperado, con el seguro novato Ángelo Palumbo y Osmer Morales, ensanchan un cuerpo de apagafuegos que quiere agregar a Elvis Escobar y tiene también a los zurdos Yapson Gómez y Gumercindo González.

Es otro panorama completamente distinto, como también lo es en los aborígenes, que tomaron a Mayckol Guaipe, luego a Jorge Rondón y tienen ahora disponible a uno de sus cinco abridores para labores cortas. La sobreabundancia hizo que Caribes pusiera 1.47 de efectividad ante los litoralenses, mientras que Cardenales cerró con 2.45 ante los rapaces.

Defensiva

El staff del Cardenales ha lucido mejor de lo que es gracias a los guantes que le defienden. La dupla que forman los receptores Francisco Arcia y Yojhan Quevedo, la llave de dobleplays que integran el bigleaguer Ildemaro Vargas y Jecksson Flores, la seguridad del cubano Yordanys Linares les da a los alados una línea central de primera para este beisbol.

A esa profundidad hay que agregar a Carlos Rivero en la antesala, el terreno que cubre el dominicano Welington Dotel en el right y la insólita seguridad de manos de Luis Jiménez en la inicial, a pesar de sus dimensiones corporales. La única duda está en el left, con el quisqueyano Isaías Tejeda, cuya gran virtud es la ofensiva.

La tropa caribera no es menos. Su línea central es plástica, porque no repite siempre los mismos nombres, pero mantiene la eficacia con Gabriel Lino, Luis Sardiñas, César Valera y Gorkys Hernández como protagonistas.

La llegada del bigleaguer Hernández asentó unos jardines que ya estaban bien cuidados y la posibilidad de agregar al también ligamayorista Balita Ortega, con René Reyes y el mismo Valera, hacen que ejecutar las jugadas de rutina sea la norma en una divisa que tampoco luce mal en las esquinas de infield.

Ofensiva

Nadie anotó más carreras en la eliminatoria que los dirigidos por Melián. Eso ocurrió, a pesar de que algunos de sus integrantes bajaron su producción en la segunda mitad del calendario.

El pitcheo zuliano, magallanero y guairista contuvo esos maderos todavía más por lo que los anzoatiguenses debieron avanzar a la final, a pesar de batear .255 en la semi, apelando a sus serpentineros.

El bateo larense brotó por rachas, aunque se ha estabilizado en enero. La llegada de Tejeda ha redondeado el lineup, pese a que todavía no ha ligado lo que se espera. En medio de ese balance de zurdos y derechos han florecido Osman Marval, Jiménez y Linares, en medio de una alineación donde todos aportan, desde el primer bate, Vargas, hasta el último, Flores.

En la acera contraria hay nombres resplandecientes: los grandeligas Willians Astudillo y Hernández, Balbino Fuenmayor, Sardiñas, Oswaldo Arcia y el dominicano Denis Phipps, el Regreso de Año, un grupo al que puede sumarse otro bigleaguer más, Balita Ortega.

Carlos Miguel Oropeza, gerente general de Cardenales, llegó a asegurar que esta es una final entre los dos elencos mejor estructurados del campeonato. Vistas las nóminas de ambos, en este momento, cuesta mucho no darles la razón.


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