Vervoort acumuló cuatro medallas paralímpicas en su carrera | Cortesía

La atleta paralímpica belga Marieke Vervoort falleció ayer luego de someterse a la eutanasia a los 40 años de edad, según reportaron los medios de su país.

Campeona en los 100 metros de los Juegos Paralímpicos de Londres 2012, Vervoort había anunciado en agosto de 2016 haber solicitado los papeles para someterse al procedimiento que pondría fin a su vida en caso de agravarse su sufrimiento, algo que avala la ley en Bélgica.

La velocista fue diagnóstica con tetraplegia progresiva a los 14 años de edad, luego de un largo peregrinaje por hospitales para identificar su enfermedad.

Fue un golpe duro para la joven que hasta entonces nadaba, montaba bicicleta y hasta practicaba jiu-jitsu.

Pero como su padre Joseph recuerda, la inquieta adolescente trató de adaptarse a las circunstancias y no dejó que su padecimiento controlara su vida.

Ni siquiera cuando tuvo que empezar emplear una silla de ruedas a los 20 años de edad, como reseñó el diario español El País.

Fue tricampeona mundial en el 2015 | Getty Images

 

Entregada al deporte

Marieke Vervoort empezó a practicar el baloncesto en silla de ruedas, luego probó el triatlón y finalmente escogió la explosibilidad que le daban las distancias cortas en la modalidad de sillas de ruedas.

Sería el inicio de una ilustre carrera deportiva repleta de récords nacionales y europeos, victorias en Mundiales y cuatro metales paraolímpicos: oro y plata en los 100 y 200 metros, respectivamente, en Londres 2012; bronce y plata en los 100 y 400 metros, respectivamente, de Río de Janeiro 2016.

Antes había sido monarca mundial en paratriatlón en el 2016, y participó al año siguiente en una de las pruebas más míticas, el Ironman de Hawai.

Luego de brillar en Londres fue triple campeona mundial en sillas de ruedas (100, 200 y 400 metros) en 2015, para enfocarse en su participación en el magno evento estival en suelo brasileño.

Practicar deportes y lidiar con el dolor era todo un reto, pero esto no evitaba que rodara a toda velocidad por el tartán de la pista de Lovaina, a 30 kilómetros de su hogar.

Incluso su entrenador Rudi Voels (técnico de grandes velocistas belgas), tuvo que convencerla en esos días malos de dejar las sesiones de entrenamiento a medias.

Pero fue precisamente esa dedicación la que le dio el éxito en Londres. “Fue muy especial verlo y poder decir ¡es mi hija!”, rememora su progenitor sobre ese día del verano del 2012.

Lo que recuerda su madre es un poco más accidentado: “Recuerdo que me puse de pie cuando llegaste a la meta en los Juegos de Londres. Estaba eufórica. Después quise sentarme, pero con la euforia me olvidé de que era una silla plegable. ¡Me caí al suelo! ¿No lo viste, verdad?”, le comentaba a su hija en neerlandés el año pasado entre risas, mientras Marieke Vervoort trataba de traducir la anécdota a sus visitantes en una habitación de hospital en Diest.

Durante una de sus ingresos hospitalarios en el 2018 | El País

 

La larga despedida

La atleta tuvo notoriedad más allá de su natal Flandes al publicar un libro en que le relataba sus experiencias deportivas mientras luchaba contra una enfermedad degenerativa. Pero fue en el 2016 cuando su historia llegó más allá de las fronteras de Bélgica.

Poco antes de su participación en Río 2016 hizo público su solicitud de la eutanasia, debido al constante dolor que la perseguía y que en las noches la obligaba a solicitar ayuda de su enfermera personal.

En una entrevista a El País ese mismo año Marieke Vervoort aseguró que luego de recibir el permiso legal sentía tranquilidad: “Cuando quiera puedo coger mis papeles y decir ¡es suficiente! Quiero morir. Me da tranquilidad cuando tengo mucho dolor. No quiero vivir como un vegetal”.

En los últimos años estuvo apartada del deporte e ingresaba a hospitales con regularidad. Por lo tanto Vervoot recurría a las redes sociales para comunicarse con sus seguidores, expresar sus frustraciones o dar las gracias a sus médicos, mientras publicaba imágenes cuando volaba en las pistas con su silla.

Semana después de un infructuoso viaje a su amada isla de Lanzarote (donde dijo que le gustaría esparcir sus cenizas), tomó la decisión de poner fin a su vida.

Tres días antes de su muerte compartió una imagen donde se la apreciaba en plena competición con esta frase: “No puedo olvidar los buenos momentos”.

Un mes antes, Marieke Vervoort había realizado su último deseo rodando a bordo de un Race Lamborghini Huracan Evolution en el circuito de Zolder, con sus padres y perros de testigos. “Pude realizar muchos sueños. Éste es el último”, comunicó El Mundo.

Su muerte fue anunciada el martes 22 de octubre de este año por el burgomaestre (Alcande) de Diest, ciudad donde residía en Flandes.

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Can’t forget the good memories!

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