Por Andriw Sánchez Ruiz | [email protected]

Más allá de los cinco sentidos que planteó Ryszard Kapuscinski, el periodista posee una habilidad que cualquier maestro del camuflaje desearía: desaparecer aunque esté en el sitio; mimetizarse con el entorno y convertirse en un observador que solo pasa efímeramente por la visión periférica de los protagonistas. Ser invisible no es necesariamente malo en ese caso. El reportero ve, escucha y huele los momentos sin poner en riesgo la naturaleza de los mismos.

Hay altas probabilidades de que César Augusto Márquez no fuera tomado en cuenta por Mariano Rivera mientras que este caminaba por los pasillos del Minute Maid Park de Houston y se topaba con Kenley Jansen, cerrador de los Dodgers de Los Ángeles. Allí estaban el estelar taponero de los Yanquis de Nueva York y el actual brazo estrella de los innings postreros en las Grandes Ligas.

Jansen recibió el premio al Mejor Relevista de la Liga Nacional de manos de Rivera, su héroe desde 1996. Márquez estaba allí, con varios periodistas que cubrían las incidencias de la Serie Mundial y que también sabían cómo convertirse en objetos que escuchan y ven todo. Rivera siguió con su paseo y se encontró con un viejo conocido. Tenía en frente a Joe Torre, su manager durante los cuatro de sus cinco anillos de campeonato.

“Mariano le dijo: ‘¿Cómo estás, jefe?’”, comenta Márquez, quien se desempeña como corresponsal internacional en Nueva York para la página estadounidense La Vida Baseball y para el Diario Meridiano en Venezuela. Una foto inesperada a las dos leyendas neoyorquinas retrató al reportero en medio de la escena, tan disimuladamente pero tan presente como el ojo de la providencia en el billete de un dólar. “Fue increíble ver aquel respeto que todavía se sentían Rivera y Torre”.

Esos episodios solo fueron pequeños cuadros de la gran película de la temporada de las mayores que cubrió Márquez. Su cénit lo tuvo en la Serie Mundial, un evento que en otras épocas era cubierto por los diarios más importantes de Venezuela, debido a la popularidad del deporte en el país y a la buena densidad de población de peloteros nativos en el nivel. Este año solo el Diario Meridiano estuvo allí, con Márquez, quien fue uno de los pocos de la nación que logró escribir sobre los Dodgers y los Astros.

“Hace poco le comentaba a mi esposa lo duro que es ver la ausencia de periodistas venezolanos en este tipo de eventos, que antes servían para encontrarse con otros colegas paisanos para compartir y aprender”, señala Márquez, quien comenzó su carrera periodística en el semanario Primera Hora de El Nacional, y la siguió en el Diario Líder, allí comenzó su seguimiento del beisbol. “Antes, hasta hace poco, el criterio para decidir si se iba a la Serie Mundial era determinar qué tan noticioso resultaba para Venezuela. Con una serie como la que acaba de terminar, qué más noticioso que José Altuve, el pelotero del momento y no solo para Venezuela sino para todas las Grandes Ligas”.

Desde un puesto en el palco de prensa del Yankee Stadium o el Minute Maid Park, Márquez observó algunos de los 14 hits que dio Altuve entre la Serie de Campeonato de la Liga Americana y la Serie Mundial. Pudo vivir el fenómeno que representa el camarero en la ciudad de Houston y, por supuesto, no hizo a un lado su labor de corresponsal internacional para escribir el sentir que tuvo mientras era solo un punto diminuto en el puntillismo en las tribunas.

“Ver a Altuve es ver lo que significa su figura para Houston. No había sentido nunca una empatía tan grande de una afición con un jugador… Tal vez la de Detroit con Miguel Cabrera, quizás”, relata Márquez. “Altuve es un tipo que tiene un carisma increíble y eso lo absorbe muy bien la fanaticada. Cada vez que salí a batear su nombre era coreado. El canto del MVP sonaba, no importaba que fallara. Altuve es el pelotero del momento”.

Ha sido un largo camino para Márquez para llegar a la Serie Mundial, el único gran evento del beisbol que le faltaba por cubrir, pues en su currículum hay temporadas de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional, series del Caribe, entrenamientos primaverales, juegos de estrellas y el Clásico Mundial de 2013. Además, entendió el funcionamiento interno de una organización después de ser el gerente de comunicaciones de Leones del Caracas.

“Después de todo sientes que lo aprendido te sirve. No es un trabajo muy diferente a lo que uno hacía allá, en Venezuela, solo es un escenario un poco más grande y con más personas”, observa. “El periodismo deportivo venezolano está bien parado. Ha tenido la suerte de contar con una escuela como es la de El Nacional que tenía a Rodolfo José Mauriello, Humberto Acosta, Ignacio Serrano y algunos de los colegas más recientes como Carlos Valmore Rodríguez o Efraín Zavarce. Ese conocimiento se ha ido transmitiendo”.

Tan natural como deben ser el estar, ver, oír, compartir y pensar (los cinco sentidos de Kapuscinski, así como la mimetización con el entorno para poder desarrollar a pleno las habilidades, el fin de un periodista es algo tan básico y necesario como contar historias. Ese es el objetivo de Márquez, quien desarrolla su vida alejado de las fronteras de su país natal, tal como hacen actualmente otros  venezolanos.

“Yo creo que esa es la meta”, apunta el corresponsal con base en la Gran Manzana. “Contar historias. Siempre hay algo que contar, sobre todo en el beisbol que tantas aristas posee. El lado humano, el lado deportivo. Buscar historias del beisbol invernal venezolano y darlas a conocer a aquellos latinos que las ignoran. Ese es el gran objetivo de todo esto”.


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