Las personas enfermas en Venezuela transitan un espinoso camino hacia una muerte precipitada. Hiperiflación y escasez se mezclan en una pócima mortal. Muchos, con el tiempo en contra, viven expectantes un debate por la ayuda humanitaria.

Los hospitales presentan 90% de escasez de insumos y casi todos los laboratorios públicos cerraron, de acuerdo con la encuesta nacional de hospitales de Médicos por la Salud. El gobierno no publica cifras de salud desde hace más de tres años.

Impulsada por Juan Guaidó, presidente interino de Venezuela, la ayuda humanitaria es rechazada por Nicolás Maduro, que la tilda de “show” para permitir una intervención militar de Estados Unidos.

Yacqueline Plaza, enfermera de 53 años de edad, espera que la ayuda sea real, mientras que Mauricio Guitérrez, diagnosticado hace 27 años con VIH, exige que no se use para proselitismo político.

Regresando del cementerio

Susana Álvarez se tatuó una mariposa con el nombre de su hija Daniela en la espalda luego de verla partir en julio de 2016. Tenía apenas cinco años de edad.

La pequeña fue tratada de un tumor cerebral que cedió con quimioterapia, pero poco después aparecieron otros. En el Hospital de niños J.M de los Ríos no había reactivos para biopsias.

Juntando ahorros y donaciones acudieron a centros privados, pero el resultado de que revelaba un linfoma no hodgkin llegó 50 días después, por eso no recibió el tratamiento para atacarlo.

“El diagnóstico llegó cuando regresábamos del cementerio. Quizá si se le hubiesen hecho los estudios con más eficiencia otra sería la historia”, contó Susana desde su modesta casa en Caricuao a la AFP

Morir sin saber de qué

En un congelador a 80 grados, decenas de muestras de sangre llevan meses guardadas. No hay reactivos para procesarlas, por ello pacientes han muerto sin saber lo que tenían, otros fueron obligados a posponer cirugías.

“Antes podíamos atender entre 500 a 600 al mes, hoy cero, no hay nada”, lamentó Marión Echenagucia, coordinadora del laboratorio de coagulación del Banco municipal de Sangre.

Marión y su compañera María Hernández han vivido en carne propia los efectos de un éxodo estimado en 2,3 millones de venezolanos desde 2015. “Solo quedamos nosotras, los demás compañeros emigraron”, contaron.

Una ruleta rusa

Luego de un angustioso viaje de dos horas desde Río Chico, estado Miranda, a Caracas Eurídice Alexandro solo recibió remedios para uno de sus dos hijos hemofílicos. Desde hace dos años la vida de ambos es una ruleta rusa.

Transmitida por las mujeres a través del cromosoma X pero padecida por los hombres, la hemofilia impide la coagulación. Por eso deben consumir de por vida un medicamento de alto costo que antes recibían sin falta del Estado venezolano. Ahora los médicos distribuyen lo poco que llega entre los pacientes más delicados.

“Si no consumen el tratamiento una hemorragia estomacal le puede causar la muerte. Es fuerte regresar a casa sin el medicamento para mi otro hijo”, dijo Eurídice.


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