Ya han pasado casi dos años. Jorge Arreaza, que en ese momento era vicepresidente de la República, obligó a los comerciantes a vender el cartón de huevos en 420 bolívares, cuando este costaba, usualmente, 1.200 bolívares. 

La propuesta fue como una burla para la gente que, asustada porque sabía que el producto iba a desaparecer, se lanzó a la calle a comprar varios cartones.

En efecto, durante dos meses no se vieron los huevos en los establecimientos. Sin embargo, en algunos mercados populares, como el de Catia o el de Quinta Crespo, los vendedores los ofrecían al precio lógico. 

Pero tenían que hacerlo escondidos, para evitar que la Policía o la Guardia se los decomisara. Otros ciudadanos optaron por hacer largas colas con el fin de comprar 30 huevos por 420 bolívares. 

Algunos comerciantes prefirieron romperlos, pues no tenía sentido ofrecerlos a un precio que les generaría pérdidas, además de tener que soportar las constantes inspecciones de entes gubernamentales.

Poco tiempo duró el desespero por cuidar los huevos. Al llegar 2016 se normalizó que la gente los adquiriera al precio del mercado, que, incitado por la inflación, incrementaba semanalmente. 

No hay una semana en la que no aumente el precio de los huevos, o de cualquier comida. A pesar de que son caros, están entre los alimentos que la gente prefiere, al igual que las sardinas. 

En menos de dos años, el cartón de huevos aumentó, al pasar de 1.200 a 30.000 bolívares, 2.400%. No ha habido más pronunciamientos sobre este alimento, el gobierno de Nicolás Maduro se ha centrado en hablar sobre la eternidad de Hugo Chávez y el intento del «imperio» por desaparecerla. 


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