Aceitunas grecia
Imagen: Archivo

En la península Calcídica, en el noreste de Grecia, la ausencia de invierno resulta difícil de soportar para millones de olivos de la región, muchos de los cuales, como resultado, ya no producen ninguna aceituna.

La agricultora griega Zaharula Vassilaki contempla con admiración un enorme olivo bicentenario que, pese al rayo que lo alcanzó hace varios años, es uno de lo pocos que todavía produce sus frutos.

«El clima ha cambiado y los árboles no pueden resistirlo. Ya no tenemos invierno», lamenta la agricultora de 48 años que produce de forma ecológica en el pueblo de Polygyros.

A mediados de noviembre, el termómetro marcaba aún 15 ºC en la región.

«En este momento, las temperaturas deberían ser de 10 grados», precisa Nikos Anoixas, miembro del consejo de administración de Doepel. Esta es una organización nacional interprofesional griega de aceitunas de mesa.

Por su parte, Vangelis Evangelinos, de 62 años, que cultiva olivas comestibles en sus terrenos familiares desde que es niño. Reitera, por su parte, que no recuerda unas condiciones climáticas tan adversas como las que ha sufrido su región este año, ni de una cosecha tan mala.

Península Calcídica, en el noreste de Grecia

Precipitaciones breves

«Las precipitaciones son intensas y breves, al contrario de lo que se necesita para enriquecer los suelos», apunta.

Esta situación dañó millones de árboles en la región, según productores y expertos. Como resultado: muchos de ellos ya no producen ninguna aceituna.

«Es un problema que hemos notado a lo largo de los últimos cinco años»,  precisa Zaharula Vassilaki.

Pues «se necesita alrededor de uno a dos meses de frío para que el árbol descanse […] para que pueda dar más tarde [sus frutos]», explica.

Los gigantes del sector en la Unión Europea (UE), Italia y España, se enfrentan a problemas similares; lo que hace aumentar los precios del aceite de oliva y de las aceitunas, pilares de la alimentación en la región mediterránea.

España, primer productor mundial de aceite de oliva, atravesó un año muy difícil en 2022 y la sequía este año ha agravado el problema.

Según las estimaciones de la UE, la producción de aceite de oliva en el bloque debería caer en un 39% en 2022-2023 con respecto a 2021-2022.

Athanassios Molassiotis, agrónomo y director del laboratorio de arboricultura de la Universidad Aristóteles de Tesalónica, afirma que registró un aumento de dos grados de la temperatura durante los meses de octubre, noviembre y diciembre de 2022 con respecto al año anterior.

Esto afectó a los cogollos del olivo, en particular la variedad de Calcídica, que «necesita bajas temperaturas en invierno», explica.

Es en esta región, conocida además por sus aguas cristalinas y sus playas de arena blanca, donde se producen alrededor de la mitad de las aceitunas de mesa de Grecia, es decir una media anual de entre 120.000 y 150.000 toneladas, según la cámara de comercio regional.

Impacto enorme para Grecia

Más de 150 empresas de la región trabajan en la transformación y la comercialización de las olivas y más del 90% de los productos es exportado en el mundo.

Este año, la caída de la cosecha de aceitunas ha sumido a los empresarios en la desesperación.

«Tengo miedo de que la situación empeore», lamenta el presidente de la cámara de comercio, Yannis Kufidis.

El impacto económico en los productores es ya «enorme», según él, con una pérdida de unos 200 millones de euros (unos 219 millones de dólares) de facturación solo en Calcídica.

En la unidad local de transformación de aceitunas, que gestiona igualmente los cargamentos de todo el país, la dirección afirma que la producción ha caído al menos un 70%.

Según un estudio sobre el cambio climático de la Universidad Aristóteles, se espera que, en el mejor de los casos, la temperatura media en la región aumente entre 1,5 y 2 grados en los próximos años.

Para los productores, la esperanza reside quizás en la creación de una variedad de oliva local que necesita menos tiempo invernal. La cámara de comercio regional trabaja con la Universidad Aristóteles en este proyecto «muy difícil», señala Yannis Kufidis.

«Pero no podemos quedarnos de brazos cruzados», sentencia.


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