Ictus cerebro
Imagen: Archivo

Los ictus o accidentes cerebrovasculares podrían causar casi 10 millones de muertes al año para 2050 si no se toman medidas. Este escenario, principalmente, se vería en los países de menos ingresos, con un coste global de unos 2,3 billones de dólares anuales. Así lo afirma un estudio publicado este lunes en The Lancet Neurology.

Una comisión formada por New World Stroke Organization y Lancet Neurology realizó un análisis epidemiológico que proyecta que los decesos por infartos cerebrales aumentarán casi 50% en el periodo, de 6,6 millones en 2020 a 9,7 millones en 2050; con una brecha cada vez mayor entre los países de ingresos bajos y medianos (PIBM) y los países de ingresos altos (PIA).

El estudio calcula que las muertes por accidente cerebrovascular en los PIBM pasará de 5,7 millones en 2020 a 8,8 millones en 2050. Mientras, los PIA se mantendrán prácticamente sin cambios, en alrededor de 900.000 entre 2020 y 2050.

En 2050, se prevé que 91% de las muertes por ictus se produzcan en los PIBM, frente a 9% en los PIA. Esto contrasta con la proporción en 2020, de 86 y 14%, respectivamente, dicen los investigadores.

El análisis económico recogido en el estudio indica que el tratamiento, la rehabilitación y los costes indirectos del accidente cerebrovascular podrían más que duplicarse, de 891.000 millones de dólares en 2020 hasta 2,3 billones en 2050.

Ictus y la economía

El número de personas que sufren un derrame cerebral, mueren o quedan discapacitadas a causa de esta afección casi se ha duplicado en los últimos 30 años a nivel global, si bien la gran mayoría está en los países de ingresos bajos y medios, sobre todo en Asia y África, donde la prevalencia aumenta a un ritmo más rápido que en los territorios ricos.

Los expertos señalan que, si bien se prevé que la tasa de mortalidad mundial entre las personas mayores de 60 años caiga 36% (de 566 muertes por 100.000 habitantes en 2020 a 362 en 2050), entre los menores de 60 años se reducirá solo 23% (de 13 a 10 por 100.000 habitantes entre 2020 y 2050).

La Comisión afirma que la menor reducción entre la población más joven podría estar relacionada con los crecientes niveles de diabetes y obesidad en ese grupo de edad.

Con base en sus hallazgos, los autores hacen 12 recomendaciones en las áreas de vigilancia, prevención, cuidados intensivos y rehabilitación.

Estas incluyen establecer «sistemas de vigilancia de bajo coste para proporcionar datos epidemiológicos precisos sobre accidentes cerebrovasculares a fin de guiar la prevención y el tratamiento».

Aumentar la concienciación pública y la adopción de medidas para llevar estilos de vida más saludables y fomentar la prevención mediante el uso de tecnologías móviles y digitales.

Se levantan las alertas

También aconsejan hacer «una planificación eficaz de los servicios de atención» de casos agudos y facilitar la capacitación y el equipamiento del sector médico. También, la asignación adecuada de recursos a nivel nacional y regional.

«Uno de los problemas más comunes a la hora de implementar las recomendaciones de prevención y atención del ictus es la falta de financiación». Así lo constata Valery L. Feigin, de la Universidad Tecnológica de Auckland (Nueva Zelanda).

«Nuestra Comisión recomienda que todos los gobiernos del mundo introduzcan normativas e impuestos a los productos no saludables; la sal, el alcohol, las bebidas azucaradas y las grasas trans incluidas», apunta.

El experto dice que ello no solo reduciría el consumo de esos productos. Además, se generarían ingresos suficientes para financiar programas de prevención de accidentes cerebrovasculares; reducir la pobreza y la desigualdad en la prestación de servicios de salud, y mejorar el bienestar de la población.


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