Los programas stalkerware prometen espiar, y por lo tanto, violar la vida privada de una persona. Al utilizarlos, un usuario puede acceder a los mensajes, fotografías, redes sociales, ubicaciones geográficas y grabaciones de otra persona.

Pero, a diferencia de las aplicaciones de control parental, estos programas funcionan ocultos en un segundo plano, sin el conocimiento o consentimiento de las víctimas y a menudo se promocionan como software para espiar a la pareja.

De acuerdo con cifras de la firma de ciberseguridad Kaspersky, en los primeros ocho meses de 2019, 37.532 usuarios fueron objetivo de al menos un intento de instalación de stalkerware en su dispositivo, mientras que en 2018 fueron 27.798 usuarios.

En la región se presentó un aumento de 172%, en comparación con las cifras del mismo período en 2018. Brasil, México, Chile, Colombia y Perú lideran la lista de países con mayor número de registros de intentos de instalación de software de acoso en dispositivos de usuarios este año.

“En algunos casos, el stalkerware requiere que la persona que lo quiere instalar ingrese al dispositivo y acepte explícitamente los permisos para acceder al micrófono, a la cámara y a la información de la víctima”, dice Roberto Martínez, investigador de Kaspersky, y añade que al conceder estos permisos, el equipo cree que es una aplicación válida y “asume que todo lo que haga el software no es peligroso”.

Erica Olsen, directora del Proyecto Red de Seguridad, adscrito a la Red Nacional para terminar con la Violencia Doméstica, considera que “este software brinda a los abusadores una herramienta robusta para acosar, monitorear y abusar”.

Martínez recomienda instalar herramientas de seguridad en los dispositivos, que no solo protejan al equipo de posibles virus, sino que también realicen un monitoreo de actividad sospechosa.


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