La usurpación venezolana se ha vuelto experta en torturas y crimenes. Y eso se nota por el macabro resultado de cada una de las acciones que han llevado a cabo en los últimos años.

El asesinato del capitán de corbeta Rafael Acosta Arévalo y la brutal agresión contra un adolescente de 16 años a quien le dañaron los ojos de un disparo de perdigones a quema ropa en la cara por protestar pacíficamente ante la falta de gas en Táriba, Edo. Tachira,  es simplemente muestras de los horrores que ejecutan aquellos que se hacen llamar socialistas y revolucionarios. Estos  hechos, innombrables no pueden ser juzgado de forma aislada, sino como parte de una campaña de terror que se viene ejecutando desde hace años. 

No es solo el caso de Acosta Arévalo y el adolescente que dejan desfigurado y probablemente ciego, sino el de Fernando Albán que también perdió la vida a manos de aquellos que lo torturaban; es el caso de varios civiles y militares, incluso diputados, que han sido golpeados, humillados y vilipendiados dentro de las mazmorras de la opresión, como es el caso del Dip. Juan Requesens.

La usurpación venezolana tiene varios tipos de torturas. La más notoria es la tortura directa en sus calabozos, aquella que se muestra en el horror  más visible y decadente, que se cuenta por heridas, por trastornos y por muertes. 

Esta es la tortura que vivieron Rafael Acosta Arévalo, Fernando Albán, las que vive Juan Requesens, quien fue expuesto ante las cámaras de televisión como si fuera una animal, drogado, prácticamente desnudo y con diversos manchones de sangre en su humanidad. 

Sin embargo, hay otro tipo de tortura que viene desarrollando el régimen de Maduro, es la tortura colectiva que se expresa en la guerra psicológica en contra de la sociedad venezolana. 

Maduro aterroriza a la población con amenazas de guerra y muerte, con la intimidación, con la coacción. El atemoriza a los venezolanos a través de la comida, haciendo presión con las cajas o bolsas de los Clap. 

Este tipo de terrorismo de Estado se expresa cortándole la luz o el agua a poblaciones enteras que se expresen en contra del sistema opresor y usurpador que él tiene la terquedad de mantener a pesar del desprecio de millones de venezolanos, de la gran mayoría de la ciudadanía nacional.

Por tal motivo, el régimen de Nicolás Maduro se ha graduado con honores en la universidad de las torturas y el terror. Se ufana en ser un discípulo aventajado de las enseñanzas de Fidel Castro, de Stalin en la extinta Unión Soviética, y de tantos otros dictadores. 

Este régimen torturador es una realidad que el mundo ya no puede seguir negando, excusando o ignorando. El mundo tiene que dejar su pasividad, su mutismo, sus peroratas diplomáticas y ayudar a evitar que el camino del genocidio siga avanzando en Venezuela. 

No basta con palabras de solidaridad, no basta con mensajes, con llamamientos públicos. No basta con acciones diplomáticas en centros cerrados y fuera del territorio nacional. Los venezolanos necesitamos que nos ayuden de verdad y que lo hagan ahora, porque tal vez mañana sea demasiado tarde para muchísimos seres humanos que estan en riesgo por el solo hecho de pensar en la libertad. Y, de paso, deberían tener presente tambien aquel viejo y sabio refrán popular que dice: «Cuando veas las bardas de tu vecino arder…»porque esta situación podría extenderse a otros países del continente, como pretende el llamado Foro de Sao Pablo que ha sido convocado para reunirse en Caracas con el objeto de reagruparse y expandir este sistema criminal a otros países del hemisferio.


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