Apenas ha hecho ruido. De vez en cuando hay que voltear hacia él, porque larga un jonrón o duplica con el madero. Pero lo normal es que hoy los aficionados no reparen mucho en Pablo Sandoval. Y sin embargo, en esta temporada tan árida para los Gigantes, el Panda ha reverdecido laureles y es uno de los mejores bateadores de San Francisco.

Es casi como en los viejos tiempos. El jugador nacido en Puerto Cabello amaneció este jueves con 8 cuadrangulares, uno menos que el inicialista Brandon Belt, y sus 23 empujadas le tenían entre los cinco mejores remolcadores de su club. Mejor todavía, nadie aventajaba su slugging de .557 (de hecho, era el único en el roster sobre la línea de la excelencia que marcan las cinco centenas) y su OPS de .869 seguía siendo el más elevado entre sus compañeros, a pesar de haber sufrido recientemente un slump.

Tan inesperado como este renacer es la discreción con que ha ocurrido. En parte pudiera deberse a que juega en la Costa Oeste y sus encuentros se disputan más tarde. O tal vez sea porque no tiene posición fija en el diamante, lo que le mantiene a diario en la duda de no saber si verá acción o no. Incluso quizás haya habido una renuncia de sus antiguos seguidores, convencidos por sus recientes años malos de que su historia ya terminó.

Todo eso pudiera ser verdad. Y sin embargo, los primeros dos meses y dos semanas han sido de buenas noticias para el carabobeño. Su sueldo ni siquiera lo pagan los colosos. Es un gasto que todavía erogan los Medias Rojas, la divisa que lo firmó en 2015, a la espera de contar con un antesalista estelar durante cinco años, únicamente para dejarlo en libertad a mediados de 2017, luego de dos torneos y medio para el olvido.

Sandoval no solo parece haber recuperado el swing, también la agilidad. Se le ve esforzado en tercera base y también en la inicial, cuando sustituye a Evan Longoria o a Belt. Y ya le hemos visto en la lomita, defendiendo la intermedia y hasta practicando en el short, pues se ha ofrecido en caso de ser necesario un campocorto o un cátcher de emergencia.

También se le ve contento. O al menos es esa la imagen que irradia. Es casi como en la época en que la gente llegaba al estadio con gorras alusivas a su sobrenombre, cuando lo voluminoso de su cuerpo no era tanto un problema como una anécdota. Sí, el sobrepeso le trajo problemas en la bahía, pero siempre halló el modo de conectarse otra vez con el el manager Bruce Bochy y con la afición.

El toletero ambidiestro llegó a este jueves con .275 de average. Su OPS ajustado de 128 es el mejor que muestra desde 2011 y significa que su producción ha sido 28 por ciento superior a la media de la Liga Nacional en aquellos estadios por donde ha pasado. Su WAR también le tiene entre los líderes de los Gigantes, por detrás apenas de Longoria. Aunque no juega a diario (llegó el miércoles a 131 turnos, 65 menos que Belt) está en todas las estadísticas ofensivas de San Francisco.

¿Qué pasará con Sandoval? Porque su escuadra está fuera de competencia y será uno de los elencos vendedores en julio. ¿Van a ponerle en el mercado? Es muy probable, siendo que su contrato termina este año. ¿Y habrá compradores? ¿Qué importará más, su reciente historia de decepciones o este reverdecer que ha puesto a tronar su bate?

El mes entrante lo sabremos. Por ahora, vale la pena mirar hacia la costa del Pacífico y echar un vistazo a todo lo que está haciendo el Panda en su regreso a la alegría.


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