Por: Rafael E. Álvarez Loscher | @alvarezloscher

Luego de estos múltiples apagones que han abarcado gran parte del territorio por varios días, nos quedamos perplejos de cómo la crisis económica muta para transformarse en un desastre de proporciones bíblicas.

Las pérdidas cuantiosas, la incertidumbre, y lo más difícil: mucha gente que  sigue sufriendo en estos momentos por la precariedad de la infraestructura (agua, luz, gas).

Pero una  de las cosas que nos deja el apagón es que se aceleró la llamada “dolarización de facto de la economía”. Al caerse las plataformas electrónicas, todo se comercializó en efectivo, y al ser escaso el bolívar, los euros y dólares circularon con facilidad para las compras más inmediatas, algunos supermercados, comerciantes informales, se volcaron a cobrar en divisa ante las imposibilidades de pasar una tarjeta por un punto de venta.

Además, la actividad con cryptomonedas quedaron detenidas, tanto la minería, como cualquier operación entre plataformas o billeteras, por la incapacidad de conectarte a la red móvil, o el servicio de internet.

Así -como la famosa canción- el efectivo retornó para reclamar su trono de rey, pero en este caso “el cash”.

Desde el punto de vista legal, las medidas dictadas por el BCV han restringido los bolívares en circulación a través de las restricciones al encaje, que para el sector bancario es preocupante ya que puede ser duramente golpeado por esta situación, y podría llegarse al punto de incumplir con la norma del encaje marginal, e ir a un proceso complejo de crisis financiera.

Por otro lado, el crédito está limitado, para el sector empresarial  es incluso costoso en este momento, visto los cortos tiempos de repago, intereses y comisiones, se reducen así significativamente la capacidad de apalancamiento financiero de las empresas, los montos máximos son muy pobres tanto para personas naturales como para las empresas, es decir, si el lector siente que su tarjeta de crédito tiene poca capacidad de compra, lo mismo le ocurre al sector empresarial para solicitar algún instrumento que le permita apalancarse, y comprar materias primas, cumplir compromisos laborales, pagar proveedores, invertir, entre otros.

Como consecuencia además de la hiperinflación,  la gente prefiere tener unos “mínimos” en bolívares, dada la inestabilidad de nuestra moneda.  A esto le sumamos que ya algunos bancos públicos están haciendo operaciones al menudeo en euros, y la inyección de cantidades de divisas a disposición de los bancos para su colocación semanal, han logrado mantener la tasa de cambio controlada (por el momento), incluso las operaciones en el DICOM han aumentado dado lo ventajosa de la tasa frente a otras opciones particulares.

Todo esto, al mismo tiempo en que  los precios no han aumentado a la velocidad que se esperaban por la escasez de bolívares y el cambio de los hábitos de consumo, con una tasa de inflación menor a la del mes anterior (febrero cerró en 53,7%), y marzo de acuerdo a lo publicado por la Asamblea Nacional en 18,1%, aunque todavía técnicamente no estamos seguros si esa radical disminución de la inflación se deba sólo a las medidas monetarias, o además a una severa caída de la producción debido a la crisis de infraestructura.

Además, parecieran existir un conjunto de medidas destinadas a utilizar más las divisas en la economía, siendo  que los privados inyecten sus propios recursos externos, y por otro lado “restringir” el bolívar por vía del encaje haciendo sufrir a la banca y al sector productivo. Siguen faltando algunos elementos: confinaza y orden. La “dolarización” o “eurización” de facto, cada vez se siente más cercana, la ventaja es que pudiera “normalizar” ciertos mínimos de operaciones/precio, pero no todo el mercado, ni el mismo gobierno puede ser tan contradictorio mientras se mantengan los  controles de precios y la mala política fiscal que mantiene, esto porque toda la restricción de circulación del bolívar termina en manos de créditos al poder ejecutivo, ovía  las empresas del Estado para mantener el gasto público.

¿Es buena o mala la dolarización?, es muy complejo para el país decirlo, al menos en este momento; lo cierto es que hay varias consideraciones: así como estamos trastocados de la hiperinflación y los apagones o el problema del agua, también lo estamos por la devaluación de la moneda, sólo una divisa fuerte nos permite tener cierta seguridad a la hora de contratar (reduce la incertidumbre), además que es perfectamente legal hacerlo (con algunas restricciones), esto hace que el mercado pretenda su estabilización en divisas y tenga cierta confianza en ello, el tema es que es muy peligroso luego volver a nuestra moneda local.

Por otra parte, el proceso de dolarización ha sido completamente desordenado e irregular, y con el riesgo de poner en jaque a la Banca. De ocurrir una verdadera dolarización tiene que ser ordenada, sólo que Venezuela no la puede decretar por estar sancionado por  los Estados Unidos de América, le queda el subterfugio del euro, que los privados hagan operaciones entre ellos, a través de las ya conocidas plataformas o en cryptomonedas.

Sin embargo, en todo este complejo proceso el rey volvió, “el cash”.


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