Grupos extremistas se han adentrado en Bielorrusia y el enclave ruso de Kaliningrado con el objetivo de perpetrar atentados terroristas que desestabilicen ambos países.

No se trata de un escenario real, sino de una amenaza a la que los ejércitos de Rusia y Bielorrusia simularán enfrentarse del 14 al 20 septiembre.

La operación se llama Zapad, que significa occidente en ruso, y es el ejercicio militar de mayor envergadura que ambos estados realizan en conjunto cada cuatro años.

Y es, precisamente, en Occidente donde ha despertado suspicacias.

Europa y Estados Unidos temen que durante estos siete días haya un momento en el que esta guerra deje de ser un juego y se concrete en una ofensiva.

Algunos vecinos han tomado medidas.

La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ha enviado efectivos para reforzar la vigilancia de las fronteras de estados miembros como Lituania y Polonia.

  

Suecia ha invitado a las fuerzas de Estados Unidos, Dinamarca, Estonia, Finlandia, Francia y Lituania a participar en Aurora 17.

Se trata del ejercicio militar más grande que el país nórdico haya realizado en las últimas dos décadas.

«Diseñado para disuadir posibles atacantes y forzarlos a considerar con cuidado los riesgos de atacar» a Suecia, Aurora 17 empezó este lunes los entrenamientos «contra un oponente más grande y sofisticado», según el portal digital del Ministerio de Defensa de dicho país.

Rusos y bielorrusos insisten, en cambio, en que Zapad no representa ningún riesgo para la región y que todo el revuelo armado es exagerado.

¿Tienen fundamento los temores de Occidente?

Antecedentes poco favorables

Los ejercicios militares entre dos o más países son comunes. Pero, a Rusia, los antecedentes no le ayudan.

En agosto de 2008, mientras la atención del mundo se centraba en los Juegos Olímpicos de Pekín, el ejército ruso invadía el pequeño país de Georgia.

La antigua potencia soviética intervino en el conflicto por la independencia de los territorios de Osetia del Sur y Abjasia, que buscaban librarse del gobierno georgiano.

Lo consiguieron de facto (aunque aún no han sido reconocidos por gran parte de la comunidad internacional) con la ayuda de Moscú.

  

«Por coincidencia», según apunta el Centro de Análisis de Políticas Europeas (CEPA por sus siglas en inglés), con sede en Washington D.C., las tropas rusas se encontraban al norte de la frontera con Georgia porque se habían desplazado hasta allí para realizar un ejercicio militar.

Así fue como una maniobra de entrenamiento terminó convertida en una «fachada» para la «concentración de tropas», aseguró a BBC Mundo Roy Allison, profesor de Estudios Rusos y de Europa Oriental de la Universidad de Oxford, en Reino Unido.

El caso de Ucrania

Otro antecedente que contribuye a la alerta en Occidente es el caso ucraniano.

Las fuerzas armadas rusas se trasladaron a finales de febrero de 2014 hasta la frontera con Ucrania para realizar un ejercicio «sorpresa», es decir, que no había sido anunciado con antelación.

Era una práctica militar que Moscú había retomado el año anterior y que ejecutaba entonces con bastante frecuencia, por lo que no levantó sospechas.

La operación movilizó unos 150.000 soldados, 90 aeronaves, 120 helicópteros, 880 tanques, 1.200 vehículos anfibios y 80 embarcaciones, según el informe «Entrenándose para pelear» de la Agencia Sueca de Investigación en Defensa (FOI por sus siglas en sueco).

  

«Bajo la apariencia de ese ejercicio, Rusia desplegó un gran contingente de tropas en Crimea y a sus alrededores. El siguiente paso fue la toma eficaz de Crimea por parte de efectivos que, oficialmente, habían participado en un ejercicio militar regular», recoge este documento.

Si bien el ejército ruso no entró oficialmente en la península, hombres vestidos con su uniforme pero sin ninguna insignia, se adentraron en ella para apoyar su separación de Ucrania y anexión a Rusia.

El presidente, Vladimir Putin, negó entonces que se tratara de soldados en misión militar y los calificó de «voluntarios» que estaban «de licencia».

Estos «voluntarios» se encontraban en la zona tras haber participado en maniobras sorpresa de simulación como la de finales de febrero, con la que Moscú «quiso señalar que estaba lista para ir a la guerra con todos sus activos militares», según la FOI.

«Kiev y el mundo debían tomar nota», según esta agencia.

El Centro Internacional para la Defensa y Seguridad (CIDS), de Estonia, va más allá y afirma en el análisis «Decodificando Zapad 2017» que Moscú utilizó el Zapad de 2013 como un ensayo para atacar la península ucraniana.

  

«Pese a que incluía la simulación de actividades ofensivas contra Polonia y los estados bálticos, Zapad 2013 fue esencialmente la preparación de Rusia para sus acciones contra Ucrania, incluso si en ese momento Occidente no se las esperaba», dice el texto.

Función «diplomática»

Allison ve dos funciones distintas en los casos de Georgia y Crimea: la militar y la diplomática.

En Georgia, el ejercicio sirvió para «proveer un engaño militar».

En Ucrania, «despertó los temores de una intervención a gran escala que no llegó a darse, pero sí puso presión sobre el país».

A esto se suma la publicidad que genera despliegues como estos.

«Probablemente, Rusia hace esto para impresionar a Occidente con sus hazañas militares. Pero también dentro de sus fronteras, ya que la prensa rusa hablará mucho sobre estos ejercicios», afirmó Allison a BBC Mundo.

  

Zapad comprenderá el despliegue de 7.200 efectivos bielorrusos y 5.500, rusos.

De estos últimos, 3.000 penetrarán en el país vecino.

Las tropas se transportarán en 70 aeronaves y helicópteros, 680 vehículos que incluyen 250 tanques y 10 buques de guerra. Además, se emplearán lanzacohetes múltiples y morteros.

Su misión será aislar a los rebeldes con maniobras aéreas y terrestres.

Como estos falsos extremistas reciben apoyo logístico «del extranjero» no sólo por vía aérea sino también marítima, Zapad incluye un «bloqueo naval del área de operaciones especiales», según el Ministerio de Defensa de Rusia.

Armas nucleares

«Desde la perspectiva occidental, el ejercicio es exagerado y el escenario no es relevante porque la posibilidad de que la OTAN ataque a Rusia a través de Bielorrusia o Kaliningrado carece de lógica», sostuvo el profesor de la Universidad de Oxford.

Los rusos, en cambio, defienden que se trata de un «escenario simulado sin ningún lazo con una región particular».

Pero existe otro factor que Occidente ve excesivo.

«En ejercicios pasados, se incorporó elementos que iban haciendo que la amenaza creciera hasta llegar al uso, aunque limitado, de armas nucleares», recordó Allison.

  

El CEPA advierte en su página web que este es un aspecto al que se debe prestar mucha atención, ya que, «para el asombro de Occidente», los Zapad de 2009 y 2013 incluían ataques nucleares sobre países miembros de la OTAN.

Para el CEPA, la doctrina rusa «que permite una transición fácil de una guerra convencional a una nuclear» y la «obvia violación» por parte de Moscú del tratado que prohíbe los misiles nucleares de corto y medio alcance hacen que «uno concluya fácilmente que Rusia tiene el potencial de estar en rumbo de colisión con Occidente».

Falta de transparencia

La falta de transparencia es otro elemento que preocupa a la institución y a los países vecinos, que temen que Rusia despliegue más efectivos que los 5.500 que ha reconocido.

Allison cree que, en efecto, la escala de la operación será mayor que la que admite Moscú.

Los ejercicios militares que involucren a más de 13.000 soldados requieren observadores internacionales, según la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).

Esta es la principal razón por la que Rusia no revela el verdadero número de efectivos que se utilizará y, por el contrario, lo rebaja a 12.700, según señalan varios analistas en diversos medios de comunicación.

El gobierno de Estonia, uno de los estados fronterizos con los territorios donde tendrá lugar Zapad, cree que Rusia llegará a movilizar unos 100.000 soldados, según declaró la semana pasada su primer ministro, Jüri Ratas.

  

Ratas afirmó que Estonia está preocupada por esta opacidad por lo que, junto a sus «aliados», «seguirá muy de cerca» la maniobra y estará «lista para cualquier situación».

El presidente de Ucrania, Petro Poroshenko, también expresó la semana pasada su miedo a que Rusia utilice la operación como una «cortina de humo» para «crear nuevos grupos de asalto entre los cuerpos rusos para invadir territorio ucraniano», ya que Bielorrusia es un estado vecino al suyo.

«Caballo de Troya»

La presidenta de Lituania, Dalia Grybauskaitė, aseguró el viernes pasado en una conferencia de prensa que el »objetivo» de Zapad era «asustarnos, romper nuestra voluntad de defendernos para que nos paralicemos y no hagamos nada en nuestro país».

El lugarteniente general Ben Hodges, la máxima autoridad de Estados Unidos en Europa, le dijo a Reuters en agosto que a sus países aliados les preocupa que Zapad sea un «caballo de Troya» usado para introducir armamento en Bielorrusia.

El CEPA coincide: «¿Y si, de repente, Rusia decide no retirar su despliegue militar de Bielorrusia una vez terminado Zapad?»

Este escenario «desestabilizaría la región, que ya vive una situación tensa», según esta institución.

Allison añadió que lo mismo podría suceder con las armas nucleares: Rusia podría transportarlas hasta Kaliningrado como parte de Zapad y no retirarlas después.

«La cantidad de activos posiblemente nucleares estaría creciendo en un área pequeña y eso significaría que las preocupaciones sobre cómo serán manejados también aumentarán», afirmó.

  

El Ministerio de Defensa de Rusia defiende en su página web que Zapad 2017 es un ejercicio «puramente defensivo» y acusa a la prensa y políticos extranjeros de «presionar a la opinión pública amplificando alegaciones sin fundamento sobre una ‘amenaza rusa».

Argumenta que los sitios web de las agencias militares de ambos países han publicado «información objetiva» sobre el ejercicio.

«Algunas personas están yendo tan lejos, que dicen que los ejercicios Zapad 2017 se usarán como trampolín para invadir y ocupar Lituania, Polonia o Ucrania», lamentó a finales de agosto el viceministro de Defensa ruso, Alexander Fomin, durante una reunión con agregados militares de países occidentales en Moscú.

«Ninguna de estas versiones paradójicas tienen nada que ver con la realidad», sentenció.

Allison tampoco cree que vaya a haber una «colisión con Occidente».

«No es el momento para que Rusia se involucre militarmente más en Ucrania porque pronto va a haber un diálogo entre el representante de EE.UU. en ese país y su par ruso», recordó.

«Y no creo que Putin vaya a echar a perder esa oportunidad».

A esto se suma el delicado papel de Bielorrusia, cuyo discurso anti occidental ha disminuido y que, según el experto, «quiere explorar un poco más las posibilidades de una relación más cercana con la Unión Europea».

«Bielorrusia vio lo que Rusia hizo en Crimea y no estuvo de acuerdo. Además, le preocupa que haya presiones de Rusia sobre su soberanía», aseguró.

«Pero, a la vez, si es un aliado militar de Rusia, esta no le haría lo que le hizo a Ucrania. Así que, para ellos, se trata de un acto de equilibrio», concluyó.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!