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¿A quién llamar cuando es la policía la que entra en tu casa y te asusta?

Esa es la sensación que tuvo la tarde del martes Yolanda. «A mis 85 años no había visto nada igual», me dice, aún asustada. No sólo se refiere a cómo la policía, sin orden judicial, entró ese día en su apartamento en Caracas, sino a la situación general que atraviesa toda Venezuela.

«Sentí rabia, mucho temor, porque no sabía a quién llamar», recuerda Yolanda su impotencia.

Es jueves. Han pasado 36 horas desde que efectivos de diversos cuerpos de seguridad tumbaron con las tanquetas las verjas y entraron en el complejo residencial Los Verdes, formado por cuatro bloques del color que les da nombre. Unas 4.500 personas viven allí.

La orden judicial no estaba en el parabrisas de la tanqueta ni en la mano de ninguno de los agentes que subieron planta por planta en busca de los «guarimberos», de los que el gobierno llama «terroristas», que hacen del barrio de El Paraíso, en el oeste de Caracas, uno de los principales focos de lucha contra el gobierno.

En dos meses y medio de protestas contra el gobierno ya son más de 70 los muertos en todo el país, sobre todo en Caracas. Y el fin no parece cerca.

El martes parecía un día más de calles bloqueadas, piedras, cócteles molotov, bombas lacrimógenas y perdigones. Una jornada normal en Venezuela desde abril.

Territorio opositor

El Paraíso es un barrio tradicionalmente antichavista de clase media pero ahora muy venido a menos. Y es el lugar de encuentro de protesta para las zonas populares cercanas.

Varios de los jóvenes de la autodenominada »Resistencia» residen en Los Verdes, donde a muchos otros les prestan ayuda logística ya sea con comida, bebida o incluso protección.

El martes los jóvenes encapuchados se refugiaron en los bloques, pegados a la principal autopista de Caracas, desde donde lanzaron todo lo que encontraron contra la policía.

Pero las fuerzas de seguridad ya no se limitaron a las bombas lacrimógenas.

A las 18:00 horas entraron al complejo. Tumbaron las verjas de metal amarillo, y agentes cubiertos completamente de negro revisaron planta por planta. Buscaban a los muchachos que desde hace dos meses tienen en jaque a las fuerzas del orden y el gobierno.

«Apegados a la Constitución»

Al final detuvieron a 23 personas, según informó el ministro del Interior, Néstor Reverol, y se incautaron de diversas armas. La causa del allanamiento, según el gobierno: cinco agentes heridos por armas de fuego durante las protestas.

Pero no quedó en la detención. Los vecinos denuncian violencia, destrucción de ascensores, de puertas, amenazas, robos, vidrios rotos en unos 100 vehículos aparcados en el garaje subterráneo y hasta el sacrificio de un perro, Cross, que se ha convertido en una suerte de héroe canino de la lucha antigubernamental.

«Nosotros actuamos apegados en todo momento a la Constitución y a las leyes», dijo el miércoles Carlos Pérez, director de la Policía Nacional Bolivariana, uno de los cuerpos que participó en el allanamiento.

Pérez lo llamó «intervención conjunta para restablecer el orden» y dijo que fue una orden directa del ministro Reverol y del presidente Nicolás Maduro.

Muchos abogados denuncian que es una violación del Estado de Derecho y del debido proceso. También la oposición, que denuncia continuamente la violencia de las fuerzas del orden.

El ministro de Defensa, Vladimir Padrino, ha admitido «atrocidades» en otras situaciones y hay muchos videos en las redes sociales en los que se ve a agentes robar a ciudadanos.

El gobierno dice que las protestas tienen un fin violento y tilda de «terroristas» a los manifestantes.

«¿Dónde están los hombres de la casa?»

Yolanda, la anciana del inicio, y otros vecinos destacan que en sus casa los agentes entraron y fueron amables. Algunos hasta pidieron un vaso de agua por favor.

Otros no tuvieron esa suerte. «Me sacaron a mí y a mi madre a empujones a punta de pistola», me cuenta Roisber Narváez. En los 8 minutos que estuvieron en su apartamento, los 6 agentes no sólo registraron, sino que robaron un iPod y 35.000 bolívares en efectivo (unos US$5 al cambio en el mercado paralelo).

No se llevaron la viola de Roisber, que a sus 31 años es un reconocido músico de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar formado en el Sistema de Orquestas y Coros del que forma parte el célebre director venezolano Gustavo Dudamel.

Roisber tuvo que mostrarles el carnet del Sistema para disipar dudas. Por su edad era potencial objetivo.

«¿Dónde están los hombres de la casa?», le preguntaron a Italo los agentes. Como Roisber un piso más arriba, él decidió abrir la puerta para que no la tiraran y dejarlos pasar. Denuncia el robo de una tablet, una pistola de paintball y un reloj.

Isabel, en cambio, no abrió. Los agentes, con arietes y todo tipo de herramientas, dejaron un agujero en la pared al intentar abrir la verja de seguridad que suele proteger las puertas de los apartamentos en Caracas.

«Me pareció una hora, pero serían como 10 minutos», recuerda ahora, calmada. Su hijo de estaba en casa jugando a las cartas con otros dos amigos. Los tres superan por poco la veintena.

«Me daba miedo que se me llevaran a los ‘chamos'». Isabel se sentó a oscuras con los tres jóvenes en el pasillo del hogar y rezó para que la verja no cediera.

En otros domicilios entraron a la fuerza y algunos vecinos denuncian que además de robar, destruyeron lavadoras y televisores.

¿Quién es el «sapo»?

«Esto se veía venir. Que cada uno asuma su responsabilidad. Les dan agua, comida, todo», critica Italo a los que apoyan a los jóvenes de la «Resistencia».

Esas palabras no gustan en un vecindario que mientras barre vidrios rotos y repara verjas, hace terapia conjunta. Cada uno quiere contar su relato de esas casi seis horas de asalto.

Muchos de ellos se definen como opositores, pero también hay chavistas, por lo que en voz baja los primeros se preguntan quién o quiénes son los «sapos», los delatores.

«El gobierno no ha podido callar la voz de la protesta», me dice Reinaldo en el oscuro garaje junto a su todoterreno, al que desde el martes le faltan varios vidrios y los equipos de radio del interior.

«Por eso busca intimidar a la población mediante actos vandálicos», dice mientras discute con otros residentes los precios de nuevos cristales.

«Lejos de quitarnos las ganas de protestar, nos da más motivación», añade envalentonado, mientras concluye que de momento no va a poner los vidrios nuevos.

Prefiere esperar por si vuelve a suceder lo del martes. En Los Verdes se propaga el rumor de que la policía va a volver.


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