Perú
DIEGO RAMOS | Los bloqueos de carreteras han sido una constante en las últimas semanas

El sur de Perú sigue en estado de agitación.

Aunque las protestas posteriores a la destitución de Pedro Castillo -tras su intento de disolver el Congreso el pasado diciembre- han amainado en gran parte del país, las regiones sureñas de Arequipa, Apurímac, Ayacucho, Cuzco y Puno son el escenario constante de bloqueos de carreteras, marchas y enfrentamientos.

El gobierno decretó el estado de emergencia, pero la violencia continúa.

En el último episodio, al menos 17 personas murieron y 68 resultaron heridas en los choques que se produjeron entre policías y manifestantes en torno al aeropuerto de Juliaca, en el departamento de Puno, lo que acerca al medio centenar la cifra de muertos desde que comenzaron las protestas.

Los manifestantes exigen la renuncia de la presidenta Dina Boluarte, la convocatoria de elecciones inmediatas y la liberación del expresidente Castillo.

DIEGO RAMOS | El gobierno ha decretado el estado de emergencia, pero la violencia no ha cesado

«Desde el gobierno no estamos generando la violencia y la muestra de ello es que en Puno hay policías que están heridos», declaró Boluarte.

Para el analista arequipeño Gonzalo Banda, «los muertos que hemos visto en Puno en las últimas horas pueden ser un disparador para una mayor radicalidad de las protestas», lo que complicaría aún más el ya candente panorama peruano.

¿Qué ha convertido al sur de Perú en un polvorín y en el epicentro de la crisis en el país?

Identificación con Castillo

Las regiones de Arequipa, Apurímac, Ayacucho, Cuzco y Puno forman la llamada sierra sur de Perú y en ellas abunda la población quechuahablante, de extracción humilde y dedicada mayoritariamente a la agricultura, que vio en la llegada a la presidencia de Pedro Castillo el ascenso al poder central de uno de los suyos.

Hernán Chaparro, director del Instituto de Estudios Peruanos, le dijo a BBC Mundo que «son regiones en las que Castillo obtuvo una alta votación y hubo una gran identificación con un presidente que por primera vez era un campesino».

Chaparro explica que con el tiempo, a medida que las investigaciones e informaciones en su contra se acumulaban, «se impuso en gran parte de su electorado en estas regiones la idea de que a Castillo no lo dejaban gobernar, una idea que vieron confirmada cuando el Congreso votó por su vacancia».


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