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Con los ojos enrojecidos por el gas, la máscara en la cabeza y restos blancos de bicarbonato en la cara, Andrea parece agotada, pero no está dispuesta a irse a casa.

«Nosotros más cansados de lo que estamos no podemos estar», dice a BBC Mundo la estudiante de 23 años que este miércoles, como cientos de miles de personas, se manifestó en contra del gobierno en Venezuela.

A pesar de que en las protestas de este miércoles se registraron tres muertos por disparos -dos civiles y un guardia nacional-, ella está dispuesta a continuar en la calle. Y este jueves lo volverá a hacer. La oposición convocó otra marcha »a la misma hora y en el mismo lugar».

Mientras ella y muchos otros tuvieron que correr y retroceder ante el lanzamiento de bombas lacrimógenas por parte de las fuerzas de seguridad, en la otra parte de la ciudad, miles de simpatizantes del gobierno vivían su propia marcha.

No sólo el color (unos de rojo y otros de blanco) diferenció ambos frentes, sino el ánimo. En la oficialista, destacó el ambiente festivo, el merengue y hasta en la tarima principal bailó el presidente Nicolás Maduro.

A unos pocos kilómetros, los gases lacrimógenos no sólo impedían a la oposición llegar al que era su destino, la sede de la Defensoría del Pueblo, sino que hacían retroceder a los manifestantes incluso cuando ya estaban refugiados en el este de la capital, tradicional bastión antichavista.

Algunos de los manifestantes más jóvenes se enfrentaron con la policía con cócteles molotov e incendiaron pequeñas barricadas en las calles.

«Yo quiero elecciones»

El comportamiento de las fuerzas de seguridad en las manifestaciones de las últimas semanas no es el mismo que el de meses anteriores, cuando se limitaban a contener y evitar el acceso al centro de Caracas.

Ahora se muestran más contundentes a la hora de reprimir las protestas e incluso interceptan a los manifestantes en zonas de la ciudad, el este, donde la alcaldía está en manos de la oposición y cuentan con permiso para protestar.

Quizás se deba a que el gobierno, como insiste el presidente Nicolás Maduro, cree que la oposición con ayuda de Estados Unidos está intentando un golpe de Estado.

«Hoy pretendieron asaltar el poder y los hemos derrotado otra vez a los golpistas, a la derecha corrupta», celebró Maduro, al que la oposición le exige la convocatoria de elecciones anticipadas.

«Quiero que nos preparemos para una victoria electoral. Yo quiero ir a elecciones pronto», dijo el presidente.

A falta del referéndum revocatorio del mandato de Maduro, paralizado por la justicia por un supuesto fraude en la recogida de firmas, las presidenciales deberían ser a final de 2018, pero las de gobernadores tendrían que haberse celebrado a final del año pasado y aún no hay fecha, como tampoco para las municipales, previstas para este 2017.

3 muertes

Sin elecciones, por el momento, unos y otros presumen de cifras en las manifestaciones, que este miércoles no solo se limitaron a Caracas, sino que se extendieron a todo el país y dejaron de momento el saldo de tres personas muertas, por disparos.

Los fallecidos eran Paola Andreina Ramírez Gómez, de 23 años, Carlos Moreno, de 17 años, y Neomar San Clemente Barrios, sargento de la Guardia Nacional.

Mucho menos graves fueron los ojos enrojecidos y los tropiezos y golpes de parte de los simpatizantes de la oposición, replegados ante la actuación policial.

La de este miércoles era la sexta gran marcha contra el gobierno desde que hace tres semanas el Tribunal Superior de Justicia (TSJ) se apropiara de los poderes de la Asamblea Nacional, el poder legislativo, ahora en manos de la oposición.

Ese fue el detonante de una nueva espiral de tensión entre gobierno y oposición en un país polarizado desde hace casi dos décadas y que ahora enfrenta además una severa crisis económica con falta de alimentos y de medicinas y con la mayor inflación del mundo.

Ése quizás sea el elemento diferenciador respecto a otros momentos de enfrentamiento como las protestas de 2014, que se saldaron con 43 muertos, y lo que hace que las protestas opositoras presenten también otro perfil.

«Ya está aumentando el descontento no sólo de la parte ricachona, como ellos dicen, sino de la parte que ellos protegen», me dice Andrea, que estudia Publicidad y Mercadotecnia.

En el pasado ella misma era clase media, dice. «Si ellos (los más pobres) no tienen nada y nosotros no tenemos nada, y ellos (el gobierno) lo tienen todo, ¿quién se va a cansar primero?», se pregunta.

Diego cree que también ha habido un cambio.

«Siempre se dicen que en los barrios hay full chavistas, pero ya hemos visto que esta semana han bajado de los barrios. Ya no sólo hay chavistas sino full opositores, personas que no están de acuerdo con el gobierno», afirma.

¿Hasta cuándo?

Pero la pregunta ahora es saber hasta cuándo durará.

«Ellos deberían cansarse primero, porque nosotros no nos vamos a cansar», dice Anilín, de sonrisa afable, que supera los 40 años y ha acudido a la marcha con una gorra con los colores de Venezuela y una bandera.

No siempre va a las marchas, pero regresará si convocan a otra. «Volvemos a las calles otra vez, tenemos que acabar con esto, no aguantamos ya», agrega Anilín.

Mucho más joven es Yender, que corre tras haber estado en la vanguardia de la manifestación.

Sus únicas armas, dice y muestra, son un guante para agarrar las bombas lacrimógenas y lanzarlas de vuelta a la policía, un pañuelo con bicarbonato y vinagre para combatir el efecto de los gases, y un rosario.

«No hay ningún líder político, es el pueblo organizado», afirma bajándose el pañuelo y mostrando la cara y sus ojos enrojecidos.

«Nosotros no nos vamos a rendir, hermano, hay un pueblo de valientes. Viene más calle, más resistencia, resistir», agrega eufórico. «Si recibimos violencia, vamos a responder con violencia», advierte sobre el gran peligro de la tensión que se vive en las calles de Venezuela.

«Vamos a seguir»

Ya está avanzada la tarde y la manifestación casi se ha dispersado por completo. Aún unas decenas de jóvenes se enfrentan a las fuerzas de seguridad.

Ahí está Alexander con dos jóvenes a los que su organización religiosa ayuda.

«Se va a cansar el gobierno primero, porque ya no resistimos más. El pueblo venezolano está cansado, pero levantado para luchar contra este gobierno y vamos a seguir en la calle», me dice.

«Se les van a acabar las bombas lacrimógenas», asegura mientras en el aire los gases dificultan el habla y provocan estornudos.

Alexander Marquina está dispuesto a seguir saliendo a las calles. «No nos vamos a esconder, no vamos a huir, vamos a estar firmes hasta el final», dice.

Como Yermen antes, repite dos verbos: resistir y aguantar.

¿Sientes que no tienes nada que perder?, pregunto. «Es el futuro de los muchachos», dice mientras señala a los dos adolescentes. Uno de ellos guarda el cartucho de una bomba lacrimógena. «Amplia cobertura», dice la etiqueta roja sobre la carcasa negra.

«Fabricado en la República Bolivariana de Venezuela», se lee también. Al parecer es una de las pocas cosas que el país petrolero no importa.

Quizás mañana el joven pueda recoger otra.

Y es que para este jueves la oposición convocó a una nueva marcha. »Es momento de resistir para avanzar», dijoHenrique Capriles, uno de los líderes de una oposición que no está dispuesta a ceder.


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