misofonía
Foto: Referencial

Felicidad total: al fin se mudó la del sexto. Desde mucho antes de marzo, mejor dicho, desde que llegó al edificio hace años, los vecinos veníamos padeciendo estoicamente el concierto de su vida sexual, léase gritos de goce y escandaletes que protagonizaba con su pareja de turno a cualquier hora del día. Era como vivir adentro de una película porno, sin cortes.

La situación se hizo intolerable durante los meses de encierro forzado, cuando en medio del silencio urbano los acuarentenados teníamos que participar de su intimidad sin haberlo pedido. Lo peor es que no acusaba recibo: la cruzabas en el palier, y ella como si nada. Claro que el problema no era solo su falta de mesura y discreción sino los muros de esta construcción, hechos con materiales que claramente no tienen aislación acústica.

Por suerte se fue por voluntad propia, y creemos que a causa de la subida despiadada de los alquileres, pero los ruidos molestaban a todos los consorcistas, a unos más que a otros, y fue ahí que empecé a interiorizarme sobre la misofonía, temiendo padecerla.

Misofonía

El término, según el profesor de psicología Zachary Rosenthal de la Universidad de Duke, significa «odio al sonido».

Todos podemos incomodarnos con sonidos molestos o desagradables, dijo en una entrevista de CNN, pero algunas personas experimentan una respuesta anormal de lucha o huida.

Según los hallazgos de algunos investigadores, entre 15% y 20% de la población puede mostrar síntomas de misofonía. De hecho, un estudio realizado por especialistas de la Universidad del Sur de Florida entre 483 estudiantes universitarios, demostró que 1 de cada 5 reportaba síntomas de esta disfunción o trastorno, por no llamarle enfermedad pues no lo es, aclaró Rosenthal en la entrevista.

Más bien se trata de una respuesta física real a un estímulo externo que de alguna manera repercute en nuestra memoria.

«No es un problema de control o que la persona sea pasiva agresiva, y no es un caso en el que se deba culpar al paciente. La misofonía no significa que reaccionas mal a todos los estímulos auditivos, sino más bien a una variedad de sonidos específicos particularmente irritantes. Esto podría incluir a alguien a tu lado mascando chicle o masticando comida con ruido excesivo, alguien haciendo clic en un bolígrafo o pegándole a la mesa con un lápiz», explicó.

Ante la repetición del ruido, se produce un rechazo que se traduce en lucha o huida, pues la mente lo interpreta como tóxico o dañino, agregó la psicóloga Jennifer Brout, directora de la Red Internacional de Investigación sobre Misofonía.

Al parecer no es porque sí. Otra investigación determinó que sin dudas está asociado a la memoria y a ciertos recuerdos viscerales de personas cercanas a nosotros masticando ruidosamente o golpeando sus largas uñas contra la mesa mientras hablan, algo que a algunos los enloquece y causa fastidio, mientras a otros les resultan indiferentes.

En fin que, por tratarse de un descubrimiento casi nuevo en el campo de la psicología, no hay remedios ni tratamientos para calmar la ansiedad que genera la intermitencia de un sonido indeseable, en este caso los gritos exagerados de la mujer a toda hora, y que por el tono sin duda eran parte de un show.

Es muy probable que al misófono lo tilden de neurótico y lo manden a terapia porque, según el experto, estamos «preparados y esperando notar un ruido en particular desagradable». Hacer ejercicio físico y usar audífonos serían la única alternativa para controlar este estrés.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!