El Nacional
39 Aniversario diario El Nacional. Caracas, 03-08-1982. Foto: ARCHIVO EL NACIONAL

En algún momento de 1943, Henrique Otero Vizcarrondo, Miguel Otero Silva y Antonio Arráiz tuvieron que sentarse a bosquejar las características y las implicaciones de la empresa periodística que habían decidido emprender.

Seguramente, los fundadores del naciente periódico se vieron forzados a tomar decisiones sobre la marcha relacionadas con la compra de las rotativas, la administración, el diseño y la política editorial. Ello, en medio de una Venezuela azarosa y convulsionada.

Todas estas decisiones se podrían tomar, y hasta enmendar de ser necesario, en el desarrollo mismo de la empresa periodística, según la coyuntura institucional o nacional que estuviese transitando. Pero hay una decisión inherente a la esencia del proyecto periodístico que jamás podría estar sujeta a los cambios coyunturales y que debía ser resuelta ágilmente desde el primer día: ¿cuál debería ser el nombre de ese nuevo periódico?

Establecer el nombre de un periódico es tan relevante como lo es ponerle el nombre a un hijo o a una nación. Es algo que siempre se hace aspirando a la trascendencia, aunque luego haya que admitir la temporalidad y finitud de hombres e instituciones. Por eso los nombres de periódicos, hombres y naciones no están pensados para ser cambiados jamás. Cuando esto se hace necesario, sólo ocurre excepcionalmente mediante procesos que reflejan una transformación definitiva o una destrucción de ese sujeto.

Lo que nos proponemos en este breve ensayo es hacer una mirada ochenta años atrás para explorar el contexto que llevó a los fundadores de este naciente periódico a bautizarlo con el nombre de El Nacional y no otro. Debe quedar claro que el propósito de este escrito es modesto y solo intenta reflexionar sobre la idea filosófica de El Nacional —seguramente, atravesada al mismo tiempo por otras ideas filosóficas— que fue escogida por sus fundadores entre muchas otras opciones.

Dadas las limitaciones bibliográficas y hemerográficas no vamos a profundizar en los detalles que rodearon a esa decisión, sino que intentaremos explicar el contexto en el cual se tomó.

Miguel Otero Silva en el 30 Aniversario diario El Nacional. Caracas, 04-08-1973 Foto: JORGE CARDENAS / ARCHIVO EL NACIONAL

¿Por qué El Nacional y no otro?

Tal como explicamos en la introducción, escoger el nombre de un periódico es una de las decisiones más difíciles y más importantes del proyecto periodístico. El nombre es el elemento distintivo encargado de comunicar en una sola palabra o frase qué es esa entidad que circula periódicamente con unas características únicas y distintas a otras similares.

¿Cuál pudo ser el razonamiento de los fundadores para escoger El Nacional como el nombre idóneo para su periódico? ¿Por qué no seleccionaron, por ejemplo, El Caraqueño, El Republicano o El Internacional?

Sobre todo, tomando en cuenta que el número uno del nuevo periódico publicado el martes 3 de agosto de 1943 contenía en su primera página 13 noticias, dos avisos publicitarios, además del cabezal que identificaba a la publicación. De las 13 noticias, 9 eran de eventos internacionales y tan solo 4 de carácter nacional. Alguna racionalidad debía existir tras la decisión de llamar El Nacional a un periódico cuya primera página mostraba no más de 4 informaciones nacionales.

Desde el punto de vista semántico, la expresión El Nacional está construida por el artículo determinado El y el sintagma nominal Nacional, lo cual significa relativo a la nación. Podemos tomar como punto de partida para esta exploración la hipótesis de El Nacional como un periódico que se ocupa de los asuntos de la nación en la cual opera, o sea Venezuela. Pero, entonces ¿Por qué no Asuntos Nacionales o Temas Venezolanos, siguiendo la lógica de otras publicaciones de la época?

El Nacional
Primera página de El Nacional, 3 de agosto de 1943. Foto: Archivo El Nacional

La Venezuela de 1943

Sin negar sus aspiraciones de modernizar el periodismo y trascender en el tiempo, El Nacional debía responder de forma inmediata al contexto histórico y material de la Venezuela de 1943. Venezuela es una nación política originada en 1830, aún en proceso de formación.

En 113 años había pasado por las etapas de los caudillos victoriosos de la guerra de independencia, la guerra federal, el guzmancismo, y la hegemonía de los andinos en el poder con Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez.

A Gómez se le atribuye la unificación del país como una sola hacienda bajo su única tutela. Pero la realidad es que Venezuela permanecía social y políticamente fragmentada. En muchos casos, geográficamente incomunicada y carente de instituciones para ser una nación política organizada.

La muerte de Juan Vicente Gómez llevó al general Eleazar López Contreras al poder; y posteriormente al general Isaías Medina Angarita, electo por el Congreso Nacional. Sin duda, los dos gobiernos que siguieron al de Gómez trajeron cambios importantes en lo político, social, económico y militar. Pero Venezuela aún parecía rezagada y rural frente a sus pares en las Américas y el mundo.

La Venezuela de 1943 es un país donde se enfrentan dialécticamente intereses políticos y económicos para imponer su visión particular sobre esa aún naciente totalidad conocida como nación venezolana. Sin mecanismos institucionales estables y ciertos para regular la actividad pública, la fuerza de la montonera, el dinero o el rumor seguían decidiendo los conflictos entre grupos enfrentados por el poder político.

Los periódicos de la época reflejan esa lucha de intereses, intentando imponer su visión como si fuese la del país. Muy pocas publicaciones en ese momento pueden considerarse como neutras u objetivas desde el punto de vista político. En una Venezuela pugnaz, se estaba con el gobierno, contra el gobierno, pero no en el medio. Y desde esa visión partidista se aspiraba a imponer o construir una visión nacional.

El desarrollo y curso de la República es aún muy incipiente en 1943, y está sujeto a las confrontaciones entre grupos que tratan de imponer su agenda como la agenda nacional de todos. La gran mayoría de los periódicos de la época, si no su totalidad, son expresión de esas luchas. En ese ambiente radical y conflictivo es concebida de idea de El Nacional como un periódico objetivo e independiente que, aun participando en los debates del momento, pudiese al mismo tiempo honrar el propósito unificador y totalizador de la nación venezolana, tal como su nombre enunciaba.

Lo que hay detrás del nombre de un periódico

Ya antes de 1943 otros precursores del periodismo en Venezuela tuvieron que enfrentar idénticas decisiones a las de los fundadores de El Nacional.

Según el objetivo del periódico y del tipo de audiencia a la que se dirija, hay unos nombres que pueden resultar más convenientes que otros. Pero, además, el nombre muestra cómo el periódico ve a la sociedad en la que actúa y cómo quiere esta que le vea.

Podemos mencionar algunos de los periódicos de esa época como ejemplos de la perspectiva que adoptan sus fundadores a la hora de escoger el nombre:

  • Nombres alusivos a entidades totalizadoras: El Universal (universo), La Esfera, El Nacional (nación).
  • Nombres alusivos a la temporalidad: Ahora, El Tiempo, Hoy.
  • Nombres alusivos al oficio periodístico: El Heraldo (mensajero), Tribuna, Crítica, La Opinión, Últimas Noticias, Verdades.
  • Nombres alusivos a la fe: La Religión.
  • Nombres alusivos a la astrología: Sagitario.
  • Nombres alusivos a la condición social: El Popular.

Como se puede apreciar, los fundadores de El Nacional tenían muchas otras opciones antes de decantarse por una que, a diferencia de las ya existentes, aludía a la nación; y no a cualquier nación, en sentido genérico, sino específicamente a la nación venezolana, en la cual aspiraba desenvolverse.

Las ideas que se entrecruzan en la idea de El Nacional

Adoptando una perspectiva materialista de la historia, negamos de plano la tesis o siquiera la insinuación de que el nombre El Nacional haya sido el resultado de una operación cerebral abstracta en un momento de súbita inspiración de sus fundadores.

Por el contrario, hay evidencia material y operatoria de que el nombre El Nacional es una tesis producto del contexto histórico de la Venezuela de 1943, que trata de definirse como una nación realmente existente, con su historia, sus valores y sus instituciones. Así también, el periódico es resultado de la experiencia política y profesional de sus fundadores; en especial de Miguel Otero Silva, quien a pesar de haberse separado ya del Partido Comunista de Venezuela, nunca renunció a sus convicciones marxistas.

Otero Silva tuvo la opción de hacer un periódico a la medida de sus creencias partidistas, así como hicieron otros en esa época. Habría sido un magnífico órgano divulgativo de las ideas comunistas o marxistas. Sin embargo, aunque lo hubiese nombrado El Nacional, en esencia no habría sido más que El Parcial, El Internacional, o algo parecido. Pero eso no era lo que necesitaba Venezuela en 1943.

Hay que reconocer que la formación marxista de Miguel Otero Silva influyó en su visión dialéctica de esa Venezuela, que luchaba por reafirmarse como nación en un contexto mundial marcado por la segunda guerra mundial, además del auge del nacionalsocialismo y el fascismo en Europa. Pero no es por marxista que Otero Silva propuso la idea inclusiva y totalizadora de El Nacional, sino más bien por un venezolanismo militante, que antepone la nación venezolana a las parcialidades ideológicas, de lo cual dan buena cuenta sus escritos y novelas.

Uno de los componentes de la ideología marxista es el internacionalismo, en el sentido de expandir las luchas de los trabajadores por todo el mundo. Se podría decir que un Otero Silva con formación marxista comprendía la importancia de la política internacional, la geopolítica y la dialéctica de Estados en la construcción de una nación en la cual participaba el nuevo periódico. Esta comprensión podría explicar por qué El Nacional dedicaba 9 de 13 noticias en su primera página a los temas internacionales más importantes del momento. Pero también se podría decir que la idea de El Nacional es un primer intento de explicar a Venezuela, no a partir de su propio ombligo, sino partiendo de una inevitable dialéctica internacional en la cual siempre hemos estado insertos, querámoslo o no.

La idea filosófica de El Nacional está atravesada por otras ideas que se entrecruzan: país, sociedad, Venezuela, Estado, cultura, totalidad, etc. Podemos mencionar otras, pero, sin duda, el concepto fundamental que atraviesa la idea de El Nacional es la de una nación venezolana desde la perspectiva de una sociedad política en pleno desarrollo que urgentemente busca consolidar y acerar todas sus partes. Son los asuntos nacionales que deben ser repasados y debatidos para organizar y jerarquizar todos los aspectos políticos, sociales, económicos y culturales que nos definen como nación ante nosotros mismos y ante otras en el mundo.

La forma y la materia de El Nacional

La idea de El Nacional no habría sido más que una forma hueca sin la materia apropiada aportada por el ejercicio periodístico diario, comprometido profesionalmente con una causa (nacional) y unos valores (moral pública).

El nombre de El Nacional viene a operar como una suerte de forma o molde que imprime los límites y las dimensiones precisas a esa empresa, cuya materia es la práctica periodística ejercitada de acuerdo con unos cánones de conducta que buscan ultimadamente preservar un interés nacional.

El propio Miguel Otero Silva defendió desde el principio la objetividad y la neutralidad de El Nacional en los conflictos políticos internos. Esta orientación provocó ataques desde cualquier extremo que intentaron someter al periódico a sus intereses particulares.

En el conocido artículo “La dirección de El Nacional no es un lecho de rosas”, Otero Silva expone con orgullo que el cargo de director de El Nacional es uno de los más buscados y codiciados en el sistema venezolano. Por supuesto, se refiere al prestigio y respetabilidad que inspira una posición que más se parece a un árbitro de juego con ideas propias, pero que está obligado a ser justo por la entidad y la calidad de su tarea.

Por cierto, la dirección de El Nacional siempre ha sido una responsabilidad individual, nunca compartida ni colegiada. Esto, a pesar de las ideas democráticas de Miguel Otero Silva. Y seguramente esto también es por diseño, no parece obra del azar, pues desde la fundación de El Nacional el director es el encargado de jerarquizar las informaciones, organizar las páginas y establecer la política editorial del periódico. Estas son responsabilidades delicadas que no se pueden diluir en un comité democrático. Por el contrario, tienen que ser ejercidas por un director con criterio, autoridad y responsabilidad.

El trabajo de reorganizar y jerarquizar los contenidos de un periódico se asemeja, aunque no es igual, al trabajo de organizar y jerarquizar una nación. Con esto no queremos decir o insinuar que El Nacional es el único que ha cumplido con esa función en la sociedad venezolana. La organización y jerarquización de una sociedad política como la venezolana es tarea de muchos individuos e instituciones, y El Nacional es tan solo una de ellas.

No obstante, le corresponde el indisputable honor de haber ejercido esa visión nacional e inclusiva desde su fundación, a diferencia de otros que, teniendo la opción de hacerlo, no lo hicieron.

En el mencionado artículo, Miguel Otero Silva también se refiere a otro aspecto sensible en la gestión del periódico: El Nacional, como empresa comercial, es propiedad de una familia. Pero, a diferencia de otras empresas familiares, en esta no es el jefe de la familia quien decide lo que se hace. La garantía de que esa dinámica se mantenga depende de un director que es designado para actuar con autonomía.

Un periódico como El Nacional es una empresa atípica que no podría ser gestionada con los parámetros tradicionales de costos y beneficios.

El Nacional podría ser caracterizado como institución según los elementos que nos proporciona el filósofo español Gustavo Bueno para definir las instituciones:

  • Composición hilemórfica. La institución (el periódico) es una totalidad corpórea que tiene una forma (nombre, política editorial) y una materia (ejercicio diario del periodismo sobre una realidad específica).
  • Unidad morfológica. Una institución que, a su vez, está conformada por otras partes o instituciones tales como la ética profesional, la diagramación, la corrección de pruebas, el diseño de linotipos, etc.
  • Coexistencia: Por cuanto coexiste con otras instituciones.
  • Racionalidad: La conducta de la institución no es errática ni caprichosa, responde a una lógica.
  • Normatividad: Hay un conjunto de normas que regulan la institución.
  • Recurrencia: La capacidad para mantenerse y sostenerse en el tiempo mediante la repetición de acciones.
  • Axiología: Conjunto de valores que tiene la institución (ética periodística, responsabilidad, defensa del territorio, unidad nacional, etc).

En sus 80 años de historia, la idea de El Nacional ha sustantivado en sus páginas lo característico de la nación venezolana; sus miserias y sus grandezas, en lo político, social, económico y cultural. Con elocuencia, claridad y objetividad, sus reportajes y noticias han mostrado el acontecer nacional. Sus páginas de opinión han sido verdaderos campos de batalla ideológica.

Pero en el 2023, al igual que en 1943, Venezuela necesita de fuerzas e instituciones unificadoras que luchen por preservar su unidad política y territorial. Sobre todo, hoy, cuando padecemos un régimen político que busca por todos los medios destruir a la nación venezolana, su territorio, sus símbolos, su historia.

La tiranía gobernante celebra cada periódico que clausura y cada hemeroteca que quema, porque en nombre de la barbarie le ha declarado la guerra a la racionalidad y a la venezolanidad.

El Nacional, como idea y como institución, aún puede hacer mucho desde sus páginas —aunque estas por los momentos sean solo digitales— para abrir los cauces y lograr que fluyan las ideas, y salvar así la integridad de la nación venezolana, más allá de partidos e ideologías.

Quizá esto no es nada distinto a lo que ha hecho El Nacional en estos 80 años. Sólo que hoy parece más necesario y definitivo que en 1943.

Por Humberto González Briceño.


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