Foto AFP / SAUL LOEB

Nunca olvidaré el momento cuando vi en las noticias la toma del Palacio de Justicia de Colombia, por guerrilleros del M-19, en 1985. La injusticia de matar jueces a sangre fría y con impunidad. La cobardía de los criminales que temían su extradición para ser juzgados en Estados Unidos. Fue entonces cuando formé mi firme convicción de que la seguridad y la prosperidad de nuestro hemisferio dependen de una alianza cercana y eficaz entre Estados Unidos y Colombia.

Como senador y luego como vicepresidente, trabajé extensamente con el pueblo colombiano. He visitado varias veces el país, trabajado atentamente con cada líder colombiano durante los últimos veinte años y he rezado por las víctimas de la violencia, en la Catedral Primada de la Inmaculada en la histórica plaza Bolívar de Bogotá. Y he visto la valentía del pueblo colombiano para recuperar su país de los estragos del terrorismo, el narcotráfico y la corrupción para transformarse en un líder regional y un aliado inestimable de los Estados Unidos.

Fue esa valentía y resiliencia colombiana la que me llevó a luchar por Plan Colombia desde su inicio y asegurar el apoyo bipartidista en el Congreso de Estados Unidos. Colombia y Estados Unidos hicieron una gran inversión para enfrentar el narcotráfico, pero también para fortalecer las instituciones judiciales, acabar con la corrupción y promover oportunidades económicas para los colombianos. El apoyo de Estados Unidos también fue una herramienta importante para defender los derechos humanos en el país. Durante la administración Obama-Biden, el plan evolucionó y pudimos enfocarnos en ayudar al gobierno colombiano a proveer servicios y alternativas al cultivo de coca en las regiones más pobres y rurales del país. En total, fue una de las políticas exteriores estadounidenses más exitosas y bipartidistas del último medio siglo.

He dicho varias veces que Colombia es la piedra angular de la política exterior de Estados Unidos en Latinoamérica  y el Caribe, y si tengo el honor de ser electo como presidente, la reconstrucción de nuestra alianza con Colombia será una de mis prioridades en política exterior. No solo porque es lo mejor que podemos hacer por el pueblo colombiano y colombiano-americano sino  también porque es vital para la seguridad nacional de Estados Unidos.

También reconozco las inmensas contribuciones que los colombianos-americanos hacen en nuestro país cada día. En Estados Unidos hay aproximadamente 1 millón de colombianos-americanos que son una parte clave de la historia estadounidense y una fuente de solidez. Impulsan un espíritu emprendedor, incitan la innovación, educan a nuestros jóvenes, sirven como proveedores de cuidado médico y mucho más. Y como todos los estadounidenses, los colombianos-americanos están preocupados por su futuro y por sus familias en estos tiempos difíciles.

Nuestro país está sufriendo cuatro crisis simultáneas: una pandemia que ha matado a 210.000 estadounidenses y ha impactado comunidades hispanas de manera desproporcionada, una recesión económica que ha lastimado de manera desproporcionada a familias trabajadoras de clase media, una cuenta pendiente en justicia racial y una crisis climática que ya está costando miles de millones de dólares a comunidades ubicadas en las costas.

Pero al salir de estas crisis tenemos una oportunidad enorme para reconstruir nuestras comunidades y hacer inversiones audaces. Eso haré como presidente. Recompensaremos el trabajo duro en este país. Bajo mi plan, nadie que gane menos de 400.000 dólares al año se le aumentará un centavo más en aumento de impuestos. Nos aseguraremos de que los ricos y las corporaciones grandes paguen su parte equitativa. Y vamos a usar ese dinero para invertir y crear millones de trabajos con buenos sueldos para trabajadores estadounidenses. De hecho, Moody’s, una agencia de análisis financiero independiente, proyectó que mi plan creará 18,6 millones de puestos de trabajo -7 millones de trabajos más que el plan económico del presidente Trump- y generará 1.000 millones de dólares más en crecimiento económico.

En el primer día de mi presidencia implementaré los amplios planes que he presentado para controlar esta pandemia, salvar vidas y volver a la normalidad, y lucharé por las familias trabajadoras en todo el país. Y lucharé para que 50.000 millones de dólares en capital fluyan a los negocios pequeños, especialmente a los negocios pequeños de minorías. Haremos que la atención médica sea más asequible y reduciremos el precio de los medicamentos recetados. Vamos a garantizar que cuatro años de educación en colegios y universidades públicas sean gratuitos para las familias que ganan menos de 125.000 dólares al año. Le daremos hasta 15.000 dólares en créditos fiscales a dueños primerizos de casas. Haremos que el cuidado de niños sea más asequible. Pagaremos un salario digno y trataremos a todos con el respeto y la dignidad que se merecen, especialmente a nuestros trabajadores de primera línea que han sacrificado tanto por nosotros durante esta pandemia.

En mi administración, nos aseguraremos de que las voces de los colombianos-americanos sean respetadas en cuanto a las decisiones que formarán el futuro de nuestro país y la próxima administración. Con menos de un mes para la elección más importante en la historia moderna de Estados Unidos, las apuestas son más altas: para la comunidad colombiana-americana, tanto para el futuro de la democracia en Estados Unidos y nuestra prosperidad económica, como para el liderazgo global de Estados Unidos y para la relación entre Estados Unidos y Colombia.


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