Biden de ser presidente otorgará TPS a los venezolanos en EE UU "inmediatamente"Biden venezolano
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Nuestras páginas de opinión han sido escenario de interesantes intercambios, acerca del futuro de las relaciones entre Estados Unidos y el régimen encabezado por Nicolás Maduro. El tema de qué cambios podrían o no producirse en la línea de Washington, en caso de un triunfo de Joe Biden y el Partido Demócrata, suscita inevitables controversias. Al respecto, pensamos que es muy probable que de perder Trump las elecciones se produzca un giro significativo que conducirá a todos los actores del drama a replantearse sus papeles.

Lo creemos así por tres razones principales. En primer lugar, porque la virulencia de los enfrentamientos estos pasados cuatro años ha conducido a una aguda división y polarización entre los partidos tradicionales del sistema político estadounidense, generando una palpable radicalización y un grave distanciamiento ideológico entre demócratas y republicanos. El famoso bipartisanship o política bipartidista de otros tiempos, es decir, una política de consensos, ha cedido su lugar a una pugna cerrada y feroz. Un Biden en la Casa Blanca se verá inevitablemente empujado a hacer algo muy distinto a Trump, y Venezuela no escapará de ello.

Esta realidad se manifiesta en todos los principales ámbitos de las políticas públicas, pero con marcada incidencia sobre la política exterior. Con relación a China, Irán y Europa, por ejemplo, han existido y existen inocultables diferencias de perspectiva, que un gobierno demócrata seguramente pronto sacaría a plena luz. Podemos razonablemente conjeturar que Biden reconsideraría la guerra comercial con China y el tratado nuclear con Irán, y que de igual modo bajaría la intensidad de las presiones que Trump ha ejercido sobre los aliados de la OTAN, para que estos últimos tomen más en serio sus compromisos económicos en su política conjunta de defensa.

En segundo lugar, no sería prudente olvidar que Biden fue durante ocho años el vicepresidente en el gobierno de Barack Obama, una administración que entre otras instancias llevó adelante una política muy distante de la de Trump en lo que a las relaciones con la Cuba castrista tiene que ver. No podemos olvidar la visita de Obama-Biden a La Habana, los acuerdos a que entonces se llegó, y el significado de todo ello con referencia a Venezuela. Obama-Biden optaron a favor del apaciguamiento hacia Cuba, en tanto que Trump adoptó la línea de máxima presión. Dudamos sinceramente que Biden prosiga los pasos de Trump en esta materia, aunque desde luego, por los momentos y debido a las exigencias de la campaña electoral en el estado de Florida, Biden esté haciendo ruidos amenazantes a objeto de arrullar los sensibles oídos de los cubanos y venezolanos que allí habitan.

Los que argumentan, en tercer lugar, que sobre Venezuela sí existe una línea de consenso bipartidista y que Biden la profundizaría, o al menos la mantendría, pierden de vista los profundos cambios que ha experimentado hacia dentro el Partido Demócrata los pasados años. El implacable enfrentamiento con Trump, las transformaciones sociales y culturales de la sociedad estadounidense, y la decisión de la abrumadora mayoría de medios de comunicación de dejar de lado cualquier semblanza de imparcialidad, convirtiéndose en militantes de las causas demócratas y abandonando el periodismo tradicional, conforman un nuevo escenario que es preciso comprender a cabalidad.

Entendemos que algunos quieran engañarse el respecto, y que el repudio a Trump les conduzca a imaginar quimeras que no se corresponden con los hechos. Pero es evidente que un Partido Demócrata que estuvo a pocos pasos de escoger al senador Bernie Sanders como su abanderado presidencial, y que presenta a la representante Alejandra Ocasio-Cortés como uno de sus destacados símbolos políticos, no es el mismo de los tiempos de Johnson, Carter y Clinton. Obama abrió las puertas a un ciclo ideológico diferente y todavía resta largo trecho por recorrer. Sin ánimo alguno de irrespetarle, Biden nos parece un figurehead, un político desgastado cuyo liderazgo es más bien etéreo, sin cohesión, dependiente de los vaivenes diarios en lugar de ser su agente de transformación.

La izquierda demócrata, y en particular buen número de analistas y actores que se mueven en ese espacio político, de manera especial en lo que tiene que ver con la política exterior, no esconde sus simpatías procastristas, o en todo caso una disposición a dialogar, negociar, entenderse y en lo posible alcanzar acuerdos de convivencia con el régimen de La Habana. Esto es un secreto a voces, que quienes aseguran que nada va a cambiar con relación a Venezuela intentan con poco éxito ocultarse a sí mismos. Los previsibles giros de un presidente Biden hacia China e Irán, entre otros asuntos, inevitablemente repercutirán sobre el tratamiento del tema venezolano. Raúl Castro y Nicolás Maduro tienen sobradas razones para colocar sus fichas del lado de los demócratas en la actual contienda electoral.

No se trata de pronosticar que de triunfar Biden los cambios ocurrirán en cuestión de días o semanas. El viraje será gradual pero perceptible. Junto con unos europeos ya desprendidos de las presiones de Trump, la línea del poder blando, tan intensamente promovida por Josep Borrell, encontrará una más cálida bienvenida en Washington, y la posición de los que en Venezuela abogan por el “diálogo” y la “salida electoral” se verá reforzada. Aunque los que difieran de nuestros planteamientos se empeñarán en negarlo, el levantamiento gradual de las sanciones de Trump se pondrá, más temprano que tarde, a la orden del día, y el poderoso coro de los grandes medios de comunicación, entre ellos The New York Times, The Washington Post y la cadena de televisión CNN harán sentir sus sonoras voces para impulsar la “nueva era”.

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